Revista Arte

La conciencia de la Belleza salvará al mundo.

Por Artepoesia
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Cuando, el 12 de abril de 1961, el cosmonauta ruso Yuri Gagarin se encontraba ya regresando a la Tierra, luego de ser el primer hombre que pilotaba una nave estratosférica alrededor del planeta, escribió en su diario de a bordo: Al entrar de nuevo a la atmósfera me encontré en una bola de fuego. Luego, los rayos del sol atravesaban la capa terrestre y el horizonte se volvió color naranja intenso, que se iba cambiando paulatinamente a todos los colores del arco iris: al azul celeste, al azul oscuro, violeta, negro. ¡Una gama de colores indescriptible! Era como los lienzos del pintor Nikolái Roerich.   Este pintor ruso había sentido ya una inmensa inquietud por la Historia y la cultura universal, así, su ávida curiosidad le habría llevado a sentir un inapelable interés por casi todo, desde la Arqueología hasta la búsqueda de la espiritualidad más allá de los Urales.
Después de graduarse en la Escuela de Bellas Artes de San Petersburgo, una de sus primeras obras, El Mensajero, le permitió darse a conocer en los ámbitos intelectuales y críticos de Rusia. Cuando le recomendaron, en 1898, que fuese a ver al gran escritor Tolstoi, después de conocer su obra, éste le llegó a decir algo que le marcaría el resto de su vida: ¿Ha podido alguna vez cruzar en barca un veloz y caudaloso río? Es menester guiar la embarcación a un lugar más alto que la meta, o el río se la lleva. Lo mismo pasa en la esfera de las exigencias morales: hace falta guiar la barca hacia lo más alto posible, ya que la vida se lo lleva todo. Si su mensajero maneja el timón muy alto, ¡entonces llegará!
Tiempo después viajó a América en los años veinte, y es comisionado a una expedición cultural para viajar a Asia. Es entonces cuando descubre el Himalaya, y todos los pueblos que lo circundan. Para ese momento, ya habría comprendido que su Shambhala, su camino hacia la redención, pasaba por Oriente y por la divulgación de todo ello al resto de la Humanidad. Su popularidad en los EEUU le llevó a mantener contactos con influyentes personajes norteamericanos. En los años de la depresión americana fue enviado por este gobierno a China, para tratar así de encontrar algunas plantas que ayudaran a la agricultura, que pudiesen evitar, incluso, la destrucción de las necesarias y frágiles capas fértiles de los suelos.
Pero, sobre todo, fue Roerich un gran filántropo, que ideó ya un especial concepto ético cultural para todo el mundo. La Cultura se apoya en la Belleza y el Conocimiento, decía el artista, arqueólogo y filósofo ruso; de este modo, rememoraba así la frase que su compatriota Dostoievski escribiera ya en una de sus novelas:  La conciencia de la Belleza salvará el mundo. En 1930 crea un proyecto universal, legal y cultural al que se le denominó Pacto Roerich, en él pretendía vincular a todos los países de la Tierra para preservar, para salvaguardar, todas las instituciones y creaciones culturales del mundo. Que éstas fuesen independientes, que no dependieran ni de credos, ni de políticas, ni de intereses o manejos. Fue apoyada por el gobierno Roosevelt y, en 1935, se llegó a firmar por fin el Pacto Roerich en Washington.
Cuando Nikolái Roerich quiso regresar, desde la India en donde acabó teniendo su residencia, a su país al final de la Segunda Guerra Mundial, solicitó entonces el visado de entrada a Rusia después casi de haber estado muchos años viviendo fuera de allí. Sin embargo no pudo llevar a cabo su deseo, falleció en la India en 1947 sin que hubiese sabido, incluso, que la entrada a su propio país le había sido denegada. Pero, ya daba igual. Ahora, había encontrado por fin su Shambhala. Esa que busco tanto y tanto, en los viajes y en las miradas que sus lienzos le obligaron a tener, ante la cordillera enigmática, ante los ríos majestuosos, ante las raíces de los inicios de la vida del ser humano hace ya miles y miles de años. Y bajo ese gran techo del mundo, en el valle de Kulu, se erigió un túmulo sobre las cenizas aventadas, túmulo en donde, además de una inscripción con un nombre y un año, terminaba así ésta diciendo: Que haya paz.
(Cuadro El camino a Shambhala, 1933, del pintor ruso Nikolái Roerich; Obra del pintor Nikolái Roerich, Brahmaputra, 1932, Museo en Riga; Óleo Huéspedes de ultramar, 1901, de Nikolái Roerich; Lienzo Mensajero, 1897, de Nikolái Roerich; Cuadro Zaratustra, 1933, de Nikolái Roerich; Obra de Nikolái Roerich, A la media noche, luz de Shambhala, 1940; Retrato de Nikolái Roerich, 1938, obra de su hijo Svetoslav Roerich; Fotografía Puesta de Sol desde la Estación Espacial internacional, 2010, de la web Abadiadigital.com.)

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