Revista Cultura y Ocio

La conducta humana

Publicado el 12 febrero 2016 por Academiacruellas

“El concepto del hombre que surge de la teoría freudiana es la acusación más irrefutable contra la civilización occidental -y al mismo tiempo, es la más firme defensa de esta civilización-. De acuerdo con Freud, la historia del hombre es la historia de su represión. La cultura restringe no sólo su existencia social, sino también la biológica, no sólo partes del ser humano, sino su estructura instintiva en sí misma. Sin embargo, tal restricción es la premonición esencial del progreso. Dejados en libertad para perseguir sus objetivos naturales, los instintos básicos del hombre serían incompatibles con toda asociación y preservación duradera: destruirían inclusive lo que unen. El Eros incontrolado es tan fatal como su mortal contrapartida: el instinto de la muerte. Sus fuerzas destructivas provienen de hecho de que aspira a una satisfacción que la cultura no puede permitir: la gratificación como tal, como un fin en sí misma, en cualquier momento. Por tanto, los instintos deben ser desviados de su meta, inhibidos en sus miras. La civilización empieza cuando el objetivo primario -o sea, la satisfacción integral de las necesidades- es efectivamente abandonado.”

HERBERT MARCUSE: “Eros y civilización”

El psicoanálisis de Freud insistió en el principio de placer, en la búsqueda del placer como motivación fundamental de la existencia humana, aunque ésta entraba posteriormente en conflicto con las limitaciones de nuestras posibilidades placenteras, que dibujan el principio de la realidad. A este impulso de placer corresponde la idea freudiana de la libido como energía básica determinante de nuestro comportamiento. Sin embargo, Freud descubrió que el comportamiento humano es mucho más complejo y en cierta medida irracional, teniendo que inscribir la tendencia de muerte, el instinto fanático, el impulso de destrucción, entre las pulsaciones o las fuerzas fundamentales que gobiernan el comportamiento.

El intento global de deducir nuestra conducta a través de algunas pulmones primarias ha dado lugar a una serie de sistemas antropológicos. Adler, discípulo de Freud, pretendió sustituir la líbido freudiana por la voluntad de poder del hombre, desplazando el centro motivador básico de nuestro comportamiento desde la biología de lo placentero hacia el mundo de la sociabilidad.

Posteriormente hubo un amplio movimiento que ha trascendido los intereses de comprensión de nuestra conducta por determinismo biológicos, hacia una visión más personalista del desarrollo de nuestra vida. Esta se encontraría guiada por una voluntad de realización personal, al menos en los casos óptimos, en los momentos en que podemos hablar de una existencia auténticamente humana. Tanto Erich Fromm como Carl R. Rogers se encontrarían en esta línea, cuya dinámica pues preludiada en algunos aspectos por Carl G. Jung. A la imagen hedonista y agresiva que domina en las ideas freudianas se contrapone una concepción del ser humano, que se encuentra a sí mismo en las tareas creativa, en la cooperación con sus iguales, en el amor. Esta visión optimista no resultaría mantenible sin una crítica de nuestra historia y de la sociedad actual.


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