Revista Cultura y Ocio

La confortable vida del Renacimiento Europeo

Publicado el 06 noviembre 2013 por Alfredo Eduardo López Liñares @BackInMadrid
La confortable vida del Renacimiento Europeo
La próxima vez que al lavarte las manos te quejes porque la temperatura del agua no está exactamente como te gusta o el microondas tarda mucho en calentarte el café, recuerda este post acerca de cómo eran las cosas antaño. A continuación, algunos datos sobre el estilo de vida en Inglaterra en Siglo XVI.
La mayoría de las bodas se realizaban en junio porque la gente tomaba su baño anual en mayo y aún olían bastante bien en junio. Sin embargo, en muchos casos el cuerpo ya empezaba a oler, y de allí la costumbre de que las novias llevaran un ramo de flores para ocultar dicha fragancia.
La confortable vida del Renacimiento Europeo El baño anual consistía en una gran bañera llena de agua caliente para toda la familia. El hombre de la casa tenía el privilegio de ser el primero en bañarse con el agua cristalina, luego los todos los demás hijos y hombres, posteriormente las mujeres y finalmente los niños, últimos de todos los bebés. Para entonces, el agua estaba tan sucia que era fácil perder a alguien dentro de ella. De ahí viene el dicho: "No tires al bebé con el agua del baño."
Las casas tenían techos de paja, paja gruesa apilada y compactada, sin estructuras de madera debajo. Y cómo era el único lugar dónde los animales podían resguardarse del frío, todos los perros, gatos y otros animales pequeños (ratones, ratas y chinches) vivían bajo, sobre o dentro del mismo techo.
Cuando llovía la paja se hacía muy resbaladiza y los animales se caían, ese el origen de la expresión "Están lloviendo perros y gatos", usada cuando llueve abundantemente.
Nada evitaba tampoco que los insectos o excrementos de roedores cayeran dentro de la casa. Esto planteaba un problema en los dormitorios donde era muy difícil mantener una cama limpia. Por lo tanto, se fabricaban camas con grandes armazones en las cuatro puntas y una sabana extendida encima, eso ofrecía alguna protección. Así es como nacieron las camas con dosel.

La confortable vida del Renacimiento Europeo

En Gran Bretaña aún actualmente abundan las casas de estilo renacentista, bien conservadas como atractivos turísticos o históricos.


El piso era de tierra y sólo los ricos tenían algún tipo de suelo mejor. Los muy adinerados tenían suelos de pizarra que se volvían muy resbaladizos en invierno cuando estaban húmedos, entonces le tiraban paja encima para poder pisar sin caerse. A medida que el invierno avanzaba, seguían añadiendo paja y para evitar que ésta se saliera fuera de la casa cuando abrían la puerta, colocaban un trozo de madera más elevado que el piso en el quicio de la puerta. Fue el origen del umbral.
Se cocinaba en una gran olla que siempre colgaba sobre el fuego de leña. Todos los días se encendía ese fuego y se añadían cosas a la olla. Comían principalmente vegetales y hortalizas ya que no era muy común consumir carne. Cenaban estofado y dejaban los restos en la olla, que se enfriaban durante la noche y se volvían a calentar de nuevo al día siguiente. Con frecuencia el guiso tenía comida que había estado en la olla durante bastante tiempo, por eso su sabor era siempre una sorpresa. De aquella época es la rima infantil "guisantes y avena caliente, guisantes y avena fría, guisantes en la olla durante nueve días"
La confortable vida del Renacimiento Europeo
No era muy frecuente conseguir cerdo para la cena pero cuando ocurría hacía que la familia se sintiese especial. Cuando llegaban visitas, colgaban un trozo de tocino en algún lugar visible, esto quería decir que había riqueza, ya que el hombre de la familia podía llevar tocino a casa. Se solía cortar un poco y compartirlo con los visitantes, que se sentaban junto a la mesa a masticar el manjar mientras charlaban.
Los ricos también utilizaban platos y bandejas de peltre (metal producto de la aleación de estaño, cobre, antimonio y plomo). Los alimentos con alta acidez hacían que el peltre se degrade y permita que el plomo contamine la comida, causando intoxicación y muerte. Esto ocurría más frecuentemente con los tomates, motivo por el cual durante más o menos cuatrocientos años se consideraron venenosos.
Pero afortunadamente la mayoría de las personas no tenían platos de peltre venenoso sino que usaban tajaderos. Estos eran un pedazo de madera con el centro cóncavo donde se podían contener los alimentos que iban a comer. Otras veces, los tajaderos estaban hechos de hogazas de pan seco compactadas y moldeadas a mano; cuando terminaban de utilizarlos podían comerlos, pero lo habitual era que se les arrojaran a los animales o a los pobres. Jamás se lavaban y si eran de madera iban desarrollando una capa de moho y hasta gusanos que se apartaban al momento de reutilizarlos.
El pan se dividía cortándolo horizontalmente. Los obreros y empleados obtenían la parte inferior, quemada y dura. La familia tenía la parte central más sustanciosa y los huéspedes se quedaban con la corteza superior.
También se solían utilizar copas de plomo para beber cerveza o el whisky. Esta combinación de alcohol y metal tóxico podía dejarte inconsciente durante un par de días. Si se encontraba a alguien tirado a la vera del camino se le daba por muerto y se lo preparaba para el entierro. Pero antes de eso, la familia lo ponía sobre la mesa de la cocina durante un par de días para ver si despertaba o proseguían con la inhumación. Mientras tanto los demás integrantes se sentaban alrededor donde comían y bebían.
La confortable vida del Renacimiento Europeo

Inglaterra es un país antiguo y pequeño por lo que en algunas zonas había poco lugar para enterrar a los muertos. Entonces se solían exhumar los ataúdes más viejos y se colocaban los huesos en edificios llamados osarios para poder utilizar nuevamente esa sepultura. Al abrir estos ataúdes, se encontró que aproximadamente uno de cada 25 tenía marcas de arañazos en su interior, lo que indicaba que se había enterrado a alguien vivo.
Para evitar esta barbaridad se implemento el sistema de atar una delgada cuerda a la muñeca del muerto y el otro extremo a una campanilla.
Desde entonces hubo que poner un sereno nocturno encargado de escuchar si la campana sonaba y de allí se acuñó la frase popular “salvado por la campana”.
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Bien, ahora a seguir disfrutando las “delicias” de nuestra era y a quejarnos un poco menos si el WiFi va lento o el lavavajillas dejó una copa manchada.
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