Revista Arte

La contradicción del deseo, su inútil forma de embelesar, y el precio irracional de lo eterno.

Por Artepoesia
La contradicción del deseo, su inútil forma de embelesar, y el precio irracional de lo eterno.La contradicción del deseo, su inútil forma de embelesar, y el precio irracional de lo eterno.
La contradicción del deseo, su inútil forma de embelesar, y el precio irracional de lo eterno.La contradicción del deseo, su inútil forma de embelesar, y el precio irracional de lo eterno.
La contradicción del deseo, su inútil forma de embelesar, y el precio irracional de lo eterno.La contradicción del deseo, su inútil forma de embelesar, y el precio irracional de lo eterno.
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La contradicción del deseo, su inútil forma de embelesar, y el precio irracional de lo eterno.
Al principio fueron los pueblos micénicos de la Antigüedad griega los que adoraron a la Diosa Madre, representada ésta por la Luna. Cuenta el mito griego su comienzo con la unión de Gea (la Tierra) con Urano (los Cielos). De ellos nacen Hiperión y su hermana Tea. Ambos, unidos a su vez, tienen tres hijos, Helios (el Sol), Selene (la Luna) y Eos (la Aurora). Cuando los pueblos invasores indoeuropeos (los Dorios) alcanzaron Grecia por el 1200 a.C., encontraron a unos pobladores primitivos, matriarcales, que ya concedían a la Luna un carácter endiosado. Aquéllos, más patriarcales, idearon una eficaz táctica colonizadora. A partir de entonces se celebrarían unos esponsales rituales con la Luna. Así, subliminarmente, surgió la leyenda del rey de la arcaica Élide griega, Endimión, y de la diosa Selene
Al parecer, Endimión fue destronado y, a partir de entonces, se marchó solo a la espesura de la naturaleza. Allí se aficionó tanto a los astros, que los cielos nocturnos acabaron por enamorarle. En una cueva dormía cuando la noche dominaba al día. Pero, cuando el tiempo sofocaba con su calor, acababa recostándose a la entrada de su gruta, así entonces podía  ver el infinito cielo estrellado. En las noches de Luna, Endimión la miraba embelesado y absorto. Sólo entonces, cansado y rendido, se entregaba indefenso y somnoliento en su profundo y desolado sueño. Una noche Selene, la diosa lunar, sin saber nada de su anónimo admirador, bajó a la Tierra muy cerca de la cueva, y fue cuando vio dormido al bello y joven Endimión. De este modo, entusiasmada ya, embelesada por él, descendía Selene casi todas las noches para verlo. Siempre dormido él, siempre despierta ella, así fue como, juntos, se mantuvieron unidos, una enamorada, otro sin saberlo
Pero, una pesada noche, Endimión se despertó de pronto. Al verla con él, ensimismada, comprendió el influjo amoroso que ella ya no evitaba. Entonces, Selene le acabó confesando un amor que, antes que ella, él ya sentía por su reflejo luminoso. Pasó el tiempo, y Endimión empezó a ver los rastros marchitos que el suceder de áquel le producía en su belleza. Se aterró. ¿Cómo podría seguir provocando amor en su adorada Selene? Él le rogó entonces a la diosa que intercediera en Zeus para que le fuese concedida la juventud eterna. El señor de los dioses se lo permitió con una sola condición, que no sufriría el paso del tiempo mientras estuviese dormido; que sólo envejecería de día, al despertar. Sólo poco después comprendió él su tormento. Sólo podría estar con su amada  dormido, de ese modo no envejecería. Se despertaría feliz. Sin embargo, para entonces, ella ya no estaría
El Selenio, nombre que proviene de la diosa griega lunar, es un elemento químico de color grisáceo, insoluble en el agua y soluble en el éter, así, casi como la Luna. El Selenio se utiliza además en Fotografía para intensificar los grados de las tonalidades del blanco y del negro. Por tanto, influye así en la durabilidad (eternidad) de las imágenes. El Selenio es un elemento fundamental para todas las formas de vida. Se encuentra, por ejemplo, en los cereales, en los pescados, en las lentejas, en los huevos. Posee un gran poder antioxidante, evita las pérdidas de los radicales libres de las células y estimula, además, el sistema inmunológico. A su vez, se utiliza también para la industria fotovoltaica, electrónica y eléctrica. Es por ello que, sin embargo, está considerado como un elemento muy perjudicial para el medio ambiente. Es curioso el fiel paralelismo entre el mito y la realidad. Lo que nos ama, a veces, nos puede dañar. Lo que nos ayuda, casi siempre, nos puede traicionar. Así, como el relato de Edimión y Selene. Así, como la atrayente y misteriosa Luna
(Óleo del pintor inglés George Frederick Watts, 1817-1904, Endymión, 1872; Composición fotográfica de la Luna, Reflejo de Selene, Canonistas.com; Grabado antiguo griego, vaso de figuras rojas, diosa Selene; Cuadro del pintor Sebastiano Ricci, Endimión y Selene, 1713; Fotografía de la Luna, día 20 de marzo de 2011, a las 22 horas de España; Cuadro Endymión, 1871, del pintor prerrafaelita Arthur Hughes, 1832-1915; Fresco en la Galeria Farnese, Roma, Endimión y Selene, del pintor Carracci, 1600; Cuadro del pintor italiano del barroco Ubaldo Gandolfi, 1728-1781, Endymión y Selene, 1770; Óleo Endymión y Selene, 1630, Nicolás Poussín, en este cuadro se observa a Endimión, antes de dormirse, hablando con Selene, mientras la diosa alada de la noche se prepara para cubrir con su telón la escena.)

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