Revista Coaching

La curva de la felicidad

Por Interesproductivo @RoberttiGamarra
La curva de la felicidadEn esta ocasión me van a permitir un artículo que no tiene nada que ver con el contenido que suele acostumbrarse en este espacio, para hablar de algo que buscamos todos y pocas veces nos detenemos a mirar su naturaleza, como es la curva de la felicidad. En estos días, hablando con mi hijo pequeño, me formuló una pregunta que removió mis sentimientos y mi razón. ¿Eres feliz? me preguntó. Naturalmente le contesté que sí, pero me miró y dijo ¿cómo es la felicidad? Para eso no encontré una respuesta razonable ni rápida. Es verdad que pronunciamos muchas veces al día esta palabra, incluso creemos experimentarla continuamente, pero pocas veces nos paramos a pensar en la dimensión de estar feliz.
¿Dónde está la curva de la felicidad completa? La felicidad es un sentimiento que transcurre durante un tiempo. La cuestión es saber si es más gratificante al principio, a mitad del proceso o al final. Por lo tanto ¿es más gratificante al principio el acto de felicidad? Ese momento en el que se desencadena el resultado que habíamos buscado o se materializa la acción que habíamos soñado. ¿O es más gratificante en mitad del acto de satisfacción? Un espacio de tiempo donde aún conservamos la excitación positiva, o de lo contrario ¿es más gratificante al final? Ese instante en el que ya se acaba la influencia de lo conseguido y se debe partir por otro estado emocional que nos devuelva esa excitación positiva.

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Sabemos que la felicidad es la consecuencia de haber revertido un mal momento o por empezar uno bueno, pero en ningún caso tienen la misma importancia. La felicidad hace a la persona, por un momento, inmune a cualquier ataque de pesimismo, porque la energía que se alcanza con ella descubre un mundo extraordinario donde todo parece posible.
No obstante, no debemos olvidarnos de la felicidad engañosa, esa que deriva de ver la desgracia ajena y alegrarse como si la acción nos beneficiara en algo. El ejercicio de visualización de la realidad ajena no responde a un proceso personal, no es producto de un acto positivo, sino del hecho de ver al semejante acabar fracasando como uno lo ha hecho antes, o de ver cómo quedan atrapados en la barrera que uno mismo no ha podido sortear hacia el objetivo personal.
Desde luego es impagable experimentar una felicidad sana, aquella que transciende a la propia persona, que resulta de una acción íntima a cuya finalización nadie queda herido ni sufre las consecuencias del bienestar conseguido. Siempre hay que buscar esta felicidad, la que procede de los actos de uno mismo.
Asimismo, hay personas que es feliz con la felicidad de otros, lo cual es digno de admiración, porque experimentar una satisfacción sin siquiera tener participación en la naturaleza que la genera, es una virtud de la que muy pocos pueden presumir. En estos casos estamos participando de una felicidad real por los actos de otros, no de una felicidad de palabras.
Por naturaleza, todos buscamos la felicidad personal, ese momento cargado de energía positiva que trasmite sensación de paz y gratitud personal. Por desgracia, no existen palabras suficientemente claras para acuñar una definición real de la felicidad, por lo que sólo nos queda disfrutarla al máximo cuando la conseguimos y no buscarla nunca en la desgracia de otros.
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