Cuarenta y dos años, doce legislaturas, con un Parlamento democrático y siendo honestos hay que reconocer que el panorama empeora. Estamos lejos de tener un Congreso digno, como corresponde a la sede de la soberanía nacional.
Si no nos respetamos a nosotros mismos ni nos tomamos en serio ¿quién lo hará?
Esta legislatura se inicia de la peor forma: excesiva fragmentación partidista, presencia de individuos que confunden el hemiciclo con la pista de un circo y, sobre todo, el tóxico y lacerante tema catalán provocando cada día más para lograr sus objetivos que ahora cobrará fuerza porque se siente más amparado y se sabe más necesario.
Unos y otros seguirán tomándonos el pelo mientras que nosotros normalizamos la anomalía y toleramos lo intolerable.
El 13 no será un buen número, pero por mala suerte sino por incompetencia y debilidad.