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La democracia es imperfecta. ¿Por qué ganó Donald Trump?

Publicado el 09 noviembre 2016 por Nortiz @nor7992
La democracia es imperfecta. ¿Por qué ganó Donald Trump?
No es un mal sueño, es verdad, la primera potencia militar del mundo está gobernada desde hoy por Donald Trump. Por increíble que parezca una mayoría de racistas, sexistas, homofóbos y de personas con escasos recursos intelectuales, han aupado a una persona así como presidente de EE.UU. El candidato republicano logró captar el voto de los disconformes con el establishment político y de los racistas ante la ola inmigratoria. Para todos esos votantes, Washington, Wall Street, los tratados de libre comercio, el auge de China son sinónimos de todas sus desgracias. Las fábricas han cerrado para abrir en México y en China, dejándolos a ellos sin trabajo en Estados Unidos. Y los megafraudes financieros de Wall Street, al cobijo de sus estrechos vínculos con Washington, los habían dejado además sin casa con la crisis de las hipotecas subprime. El caldo perfecto para el populismo.

La democracia es imperfecta. ¿Por qué ganó Donald Trump?

La industria del automóvil abandonó Detroit

Hay que asumir que afortunadamente vivimos en una democracia, pero este sistema no es perfecto y tiene sus riesgos: estamos a merced de lo que dicte la mayoría en las urnas. En estas elecciones los medios lo intentaron, los expresidentes lo intentaron, los líderes de todos los partidos lo intentaron, los votantes demócratas votando masivamente, pero nada ha podido detener la idiotez de millones de ciudadanos.
La democracia es imperfecta. ¿Por qué ganó Donald Trump?
En las grandes ciudades de Estados Unidos y también en todo el mundo se preguntan cómo Trump, que dijo que los inmigrantes mexicanos son violadores o narcotraficantes, que se burló de discapacitados, que prohibirá el ingreso de musulmanes y que admitió en un video que manosea a las mujeres sin su consentimiento puede ser votado masivamente. Pero Trump logró sintonizar con el malestar de las clases medias industriales, rurales, sin estudios universitarios de ciudades pequeñas de la “América profunda” que está frustrada porque hace años y años no vive como considera que debe vivir. En definitiva las clases con menos recursos intelectuales han aupado al poder a Trump.
Es como si en España los ciudadanos con su voto consideran que no hace falta mejorar el sistema educativo o sanitario porque hay cosas más importantes como el futbol gratis en alta definición, las autovías de cuatro carriles, AVE a cualquier capital de España. La mayoría decide.

La democracia es imperfecta. ¿Por qué ganó Donald Trump?

Jesús Gil y Julián Muñoz gobernando Marbella

¿Un hombre un voto? ¿Estamos seguros?

Decía Voltaire que "La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”. Al hilo de esta fantástica reflexión quizás deberíamos plantearnos sí sigue siendo valida la vieja idea de “un ciudadano un voto”.
Sí la democracia quiere sobrevivir a los populismos aupados al poder por ciudadanos poco capacitados ha de evolucionar a algún tipo de sufragio restringido que permita el gobierno de los más capaces. Esta idea es antiquísima, Platón ya la defendió y se conoce con el nombre de epistocracia. 
No puede ser que cualquier ciudadano tenga derecho a ejercer una cuota de poder político por el mero hecho de ser ciudadano. Si para conducir hay que sacarse un carnet que acredita un conocimiento del coche, del tráfico y las normas de circulación ¿por qué no ha de exigirse a los ciudadanos una adecuada preparación para poder votar a sus representantes?. Conductores no cualificados provocan accidentes; votantes no cualificados llevan al poder a demagogos, mentirosos, incompetentes y corruptos. 
Tan complicado resulta que los posibles votantes realicen un examen de conocimientos básicos, test psicológicos etc. El ciudadano debería acreditar un conocimiento científico, una salud mental etc. Un conocimiento del que muchos de los ciudadanos carecen en los países con democracias asentadas.
Un sistema basado en electores cualificados mejoraría la calidad de las decisiones tomadas, requería de políticos más capacitados y, en definitiva, aportaría más calidad a la democracia. 
No es una idea nueva. Durante su exilio en Argentina, tras las elecciones que llevaron al poder a Arturo Frondizi en 1958, el escritor polaco Witold Gombrowicz escribió en su diario la siguiente reflexión sobre la democracia:
Ese día en que la voz de un analfabeto cuenta lo mismo que la voz de un profesor, la voz de un idiota lo mismo que la de un ilustrado, la voz de un canalla lo mismo que la de un hombre honrado, es para mí el más loco de todos los días. No comprendo cómo ese acto fantástico puede determinar para varios años sucesivos algo tan importante en la práctica como es el gobierno de un país. ¡En qué burda patraña se basa el poder! 
Jason Brennan, filósofo político norteamericano, es quien ha llevado más lejos en nuestros días la defensa de alguna forma de epistocracia.
Antes de calificar esta ideas en si mismas como clasistas, excluyentes o adjetivos calificativos aun más despectivos, permítanme recordar que el señor de la fotografía inferior llegó al poder tras las elecciones del 5 de marzo de 1933. Lo que pasó después es de sobra conocido. No olvidemos las lecciones de la historia.
La democracia es imperfecta. ¿Por qué ganó Donald Trump?


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