La dimisión de Reagan

Hasta donde uno conoce, la dimisión por escándalo de un presidente de los Estados Unidos, fue la de Richard Nixon en 1.974; uno es aficionado a la política en tanto en cuanto forma parte de nuestra vida cotidiana, pero D. Iñigo es doctor en Ciencias Políticas, y debería haber sido más cuidadoso o haber acudido a clase el día de la lección correspondiente.
No falta tampoco, en el momento de emitirse el “tuit”, la referencia a la corrupción que “acosa” a la presidenta del partido; realmente debería de tomar ejemplo y pedir la dimisión de su conspicuo, el Sr. Zapata, que además de almacenar judíos calcinados en un “seiscientos”, coloca de asesora personal a una persona con quien sostiene una relación afectiva y a quien se le asigna un sueldo de cincuenta y un mil euros anuales.
No es comparable la corrupción de los populares con la del Sr. Zapata, al menos en la cuantía, pero la de ellos tampoco se puede equiparar a la de los socialistas en Andalucía con el caso de los EREs y el fondo de reptiles, con unos números que producen vértigo y una cantidad de implicados casi igual de escandalosa.
Es triste el desamparo al que la ciudadanía queda expuesta ante la falta de talla de nuestros representantes públicos, contemplando las irregularidades como un problema transversal en el que no puede considerarse válido el manido recurso “y tú más” que solo emponzoña el ambiente político y dificulta los necesarios pactos de gobierno.