Revista Arte

La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente.

Por Artepoesia
La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente. La diversidad humana, o las enormes diferencias de una misma naturaleza, igual y diferente.
Nada hay más diferente que un ser a otro; de la misma especie, del mismo cigoto casi, de la misma naturaleza, y con los mismos genes duplicados incluso; con la misma historia, y con el mismo mundo. Las tendencias artísticas han mostrado esta peculiaridad como ninguna otra cosa. Los rostros aquí son distintos, los ojos, las arrugas, las sienes, las cejas, la mirada, el semblante y hasta el color que éste refleja. Sin embargo el Arte -en su maravillosa forma de expresar lo inexpresable- añade algo más: el sesgo inmaterial del modo de ser de cada forma, la manera particular de interpretar una imagen. Como los seres a los que representa...
Los humanos no nos parecemos en nada. Un médico, un biólogo, se alarmarían ante esta afirmación. Un psicólogo menos, un creador nada. La individualidad peculiar -única- de los seres humanos es tal que asustaría pensar cómo es posible que podamos vivir en sociedad. Es como el Arte, ¿podríamos ir a un museo y visualizar sereno la obra de Velázquez al lado justo de la de Seurat? Ambas son Arte, magnífico Arte, pero se catalogan en áreas diferentes, y nuestros ojos van adaptándose cada vez un poco a su sentido concreto, a lo que cada tendencia artística quiso así reflejar.  
Así también sucede con los seres, particularmente con los tan sofisticados intelectualmente. Entonces, ¿cómo podemos vivir juntos y parecernos, aparentemente, tanto? Por la imitación, heredada en la evolución de los primates. Es una característica de la evolución que nos ha permitido y nos permite sobrevivir aliados. Acabamos pareciéndonos un poco más así al congénere que tenemos al lado. Terminamos imitándonos, aprendiendo -inconscientemente- de aquel individuo que antes hubo comprendido ya alguna cosa valiosa para sobrevivir. Esto es lo que -sin quererlo exactamente así- nos sucede a todos los humanos para parecernos. Pero, no somos nada iguales. Somos todos diferentes, con una magnitud tal que asombraría si nos dejáramos -como el Arte- representar con la libertad que los pintores crearon ya en sus obras.
Y esta es la grandeza -entre otras- que el Arte nos ofrece. Comprender que un rostro humano, por ejemplo, puede ser aún más diferente que los surcos, las sinuosidades, los ángulos y las formas que su perfil la evolución le hubo ofrecido. Mucho más. Tanto como la interpretación -manierista, barroca, realista, impresionista, simbolista, fauvista o surrealista- de las cosas intangibles y misteriosas que de la vida haya podido el Arte -y pueda- siquiera imaginar.
(Óleo renacentista El hombre de la rosa, 1495, del pintor Andrea Solari; Cuadro del pintor veneciano Giorgio Barbarelli -Giorgione-, Hombre joven, 1506; Óleo manierista Retrato de un anciano, 1570, del pintor Giovanni Battista Moroni; Obra barroca de Velázquez, Retrato de un hombre, 1628, Nueva Jersey, EEUU; Cuadro Retrato de joven, 1597, del gran Rubens, Nueva York, EEUU; Óleo del Romanticismo inicial español, Retrato de caballero, 1795, del pintor Vicente López, Pamplona, Navarra; Obra realista del pintor simbolista Arnold Böcklin, Retrato de un joven romano, 1863; Obra adolescente realista del genial Picasso, El viejo pescador, 1895, Museo de Monserrat, Barcelona; Cuadro impresionista de Vincent van Gogh, Retrato de Pére Tanguy, 1887; Óleo postimpresionista de Paul Cezanne, El fumador, 1895, San Petersburgo, Rusia; Cuadro simbolista del pintor Louis Welden Hawkins, Retrato de hombre joven, 1881, Museo de Orsay, París; Cuadro del neoimpresionista George Seurat, Pequeño pensador en azul, 1882, Museo de Orsay, París; Obra del Modernismo, del pintor francés Christian Bérard, Hombre en azul, 1927, Texas, EEUU; Cuadro fauvista del pintor Matisse, Retrato de Derain, 1905, Tate Gallery, Londres; Obra expresionista, Retrato de Ludwind Ritter von Janikowsky, 1909, del pintor Oskar Kokoschka, EEUU; Cuadro Naif, Retrato de Picasso, 1999, de pintor colombiano Botero; Obra surrealista del genial René Magritte, El hijo del hombre, 1964.)

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