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La dorada y el sexo

Publicado el 25 mayo 2014 por Cristóbal Aguilera @CAguilera2

La dorada y el sexo

Ilustración: Susón Aguilera

Todos tenemos una identidad sexual que viene marcada desde la infancia por diversos factores (algunos dicen que desde la concepción, véase lo de las X e Y) aunque nos sea difícil saber cuáles han sido y qué es lo que ha determinado el sexo que manifestamos y que no siempre tiene por qué ser el que por azar de la genética nos ha correspondido. La Wikipedia que es muy lista, ella sola eh, ya que muchas de las personas que hay detrás no lo son en absoluto, nos dice que el término identidad sexual está compuesto por dos conceptos bien diferenciados: la identidad y la sexualidad. Vamos, de Perogrullo.
Profundicemos. Una cosa es el autoconcepto que cada individuo tiene, es decir lo que sentimos que somos independientemente de lo que seamos y otra muy diferente la identidad, que viene a ser más o menos lo mismo pero explicado de otra manera, pero que es como ser una cosa teniendo conciencia de otra. Está claro, ¿no?.
Como vemos muy fácil de aplicar respecto a la naturaleza humana aunque se puedan generar algunos que otros conflictos con respecto a la identidad y peor aún respecto a la discriminación. Chuminadas. ¿Es que acaso no merecen vivir los psicólogos?.
Está visto que nadie conoce a las doradas. Creo que no hay empresa de preservativos, por muy famosa que ésta sea y medios que tenga, que se haya atrevido con el encargo de determinar cómo es el sexo entre las doradas y es que las doradas tienen, ojo, atención, léanlo bien, ¡seis sexos!.
Si, lo han leído correctamente, seis.
Absténganse los puristas de la biología de entrar en detalles, la experiencia nos lo ha demostrado y si añadimos el hecho cruento de tener que haber realizado varios cientos de biopsias a peces que por el tremendo “frenesí sexual” al que han estado sometidos han acabado sucumbiendo de puro éxtasis, lo confirmamos. Y es que no hay organismo que aguante estos vaivenes de la naturaleza. Ni siquiera místico.
Las doradas pertenecen a una familia, biológica quiero decir, que se conoce como los espáridos. Son unos peces normalitos, bastante comunes, con forma de pez, pez. Pero les ha dado por ser hermafroditas. Pero claro no son unos hermafroditas como Dios manda, (uy, tal vez me he excedido) como por ejemplo los caracoles que son los reyes del hermafroditismo verdadero. No. De eso nada.
A ver si me explico.
Han descubierto que es mucho más divertido alternar el hermafroditismo a lo largo de su vida y si es posible jugar con ello. A algunos géneros de esta familia les gusta empezar saboreando las mieles del lado femenino para posteriormente pasar al masculino (como lo del lado oscuro de Star Wars pero en sexo), sin embargo a otras les gusta hacerlo a la inversa.
La dorada es de estas últimas pero además tiene una particularidad adicional y es que le gusta tomarse su tiempo para decidirlo. En este proceso puede llegar a la conclusión que prefiere continuar siendo lo que es para toda su vida y así se quedará sin cambios. Puede empezar a probar con el otro sexo y si no le gusta pues lo revierte. Prueba y le encuentra algo de interés pero no lo suficiente, mantiene ambos sexos pero siendo un poquito más de uno que de otro. Es posible que no acabe de tener nada claro si se es más de uno que de otro, pues se queda con los dos a partes iguales. Por último tiene la facultad de decidir carecer de sexo, es decir apuesta por no tener ninguno.
¡Qué locura! ¡Qué envidia!
El conocimiento de este mecanismo intrincado y complejo de la forma en la que se entiende el sexo nos causó muchos quebraderos de cabeza. A quién no. Sobre todo si además la velocidad con la que se producen estos cambios está a su vez condicionada por las cohortes que conforman el lote de reproductores.
A ver si me explico.
Imagínense que ya han decidido lo que quieren ser y que más o menos todo está claro, pues bien, si se introduce un cambio en la población original, por ejemplo sustituyendo individuos por cuestiones de edad, por alguna mortandad imprevista o por necesidad para generar nuevos lotes que se adecúen a las exigencias de la producción, pues es bastante probable que toda nuestra organización y previsión se desajuste. No, no es que sea como una lotería, ni mucho menos, pero tampoco es que se tenga la certeza de que los cambios van a acabar produciendo lo que esperaríamos. Y además estos cambios serán diferentes dependiendo de la época en la que se realizan.
A ver si me explico.
Si los cambios o la introducción de nuevos miembros en la población se producen antes del inicio del periodo de puesta (vamos antes del momento del año en el que les tocaría reproducirse) es posible que aquellos que estaban indecisos pero que ya habían tomado la decisión de cambiar, decidan no hacerlo, con lo que el follón es morrocotonudo. Y si por el contrario los cambios o la introducción de nuevos miembros se produce después del periodo de puesta es bastante probable que se acelere y mucho tanto que aquellos que presumíamos iban a ser una cosa acaben siendo otra.
Vamos a ver si me explico de una puñetera vez.
La dorada es un animal que se conoce como “hermafrodita secuencial proterándrico”, ahí es nada. Lo de hermafroditale viene por el hecho, tal y como hemos contado, de que cada individuo funciona tanto como macho y hembra a lo largo de su vida, aunque este animal sea un pelín “tocagónadas”. Lo de secuencial porque normalmente debería ser primero de un sexo y luego del siguiente y no presentar ambos sexos al tiempo, ¡ja, ja y ja! Y lo proterándricoporque la primera maduración se dará como macho, casi, casi, casi lo único que de verdad pasa.
Tras pasar una infancia y adolescencia tranquila, viviendo en el limbo angelical de la indiferencia sexual, más o menos a los dos años de edad o cuando alcanza un peso alrededor de los 250 gramos le empiezan a salir los pelillos, ejem, quiero decir que se observa el primer esbozo de la gónada masculina, que sin embargo no produce nada. Vamos que está de adorno (que fácil viene a cuento el comentario de “pues como en muchos hombres”, pero yo no voy a hacerlo). Pasado un tiempo y con algo más de peso ya marca paquete, ejem, quiero decir que la gónada está perfectamente formada y que produce esperma abundante, que es macho, macho (me ahorro otro comentario de estilo que la cantidad y calidad no siempre van juntas). Y así le suele gustar estar un par de años hasta que decide que esto es muy aburrido y que mejor experimentar (no me puedo morder la lengua, “cosa que nos gustaría a la mayoría de los hombres”).
Lo más curioso de esta etapa es que tras empezar a desarrollar la gónada femenina mantiene la funcionalidad masculina y puede llegar a tener más de un 80% de la gónada ya feminizada y continuar produciendo esperma con ese 20% residual ¡qué machote! (Hum, a veces sí que servimos para algo).
Lo que viene a continuación es la sinrazón del sexo llevada a su extremo máximo, ya que entra en ese periodo de que sí, de que no, de esto, de aquello, que si pero, que no pero también…Puede estar como macho funcional pero sin producir esperma (un inútil), como hembra funcional pero que no madura (pues lo mismo) o tomar la decisión de que como no ve muy claro el futuro se vuelve a lo que ya conoce y se queda como macho que eso ya estaba bien (cosa que con certeza haríamos la mayoría de hombres, al darnos cuenta de lo quejicas que somos…). Pues también nos jode. Es que estos machos no están a gusto con nada.
Pero siempre hay individuos, menos mal, que se dejan llevar por los designios de la naturaleza y deciden que efectivamente deben acabar siendo lo que deben ser, es decir hembras y así garantizar el futuro de la especie, menos mal. Aunque la mayoría lo consigue y acaba siendo una magnífica hembra ponedora puede darse el caso que algunas, ya hembras al ciento por ciento y sin vestigio de gónada masculina, como que no, vaya que no acaban de verlo, que hembra sí, pero que eso de estar poniendo huevos de continuo…, como que no va con ellas. Y se quedan ahí. A la espera de heredar el trono de reina consorte, que en realidad es lo que pasa, y así cuando se retiran las hembras viejas dominantes florecen con una fuerza extraordinaria… o no. ¡Ay! Porque puede que alguna jovenzuela recién estrenada se les adelante.
¿A qué me he explicado bien?
Ah, y no es de los casos más complicados. ¡No te jode!

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