Revista Opinión

La dura soledad del árbitro

Publicado el 19 junio 2017 por Carlosgu82

El árbitro de fútbol está solo. Solo ante el peligro, como Gary Cooper en el mítico western de 1952 dirigido por Fred Zinnemann. Quizás la comparación pueda parecer algo exagerada para quienes conozcan esta película, pero algo de verdad tiene si analizamos mejor la situación.

El árbitro está solo ante los jugadores, que nunca le facilitan su labor y siempre intentan engañarle simulando faltas y le presionan cuando no les gusta alguna de sus decisiones encarándose con él, y a veces hasta menospreciándole o insultándole.

Está solo ante los entrenadores, que siempre le están protestando desde la banda y que al terminar el partido, aparte de alguna recriminación que puedan hacerle, le echan la culpa en la rueda de prensa, al igual que los jugadores, de la derrota de su equipo.

Está solo ante los directivos de un club, que también pueden decirle algo después del partido camino a los vestuarios, aparte de salir mas adelante en algún medio de comunicación a quejarse amargamente del perjuicio que, según ellos, el árbitro les ha ocasionado.

Está solo ante los aficionados, que le insultan desde la grada e incluso pueden lanzarle objetos si no están conformes con su trabajo.

Y también está solo ante los medios de comunicación y los periodistas deportivos, sobretodo ante los llamados “periodistas de bufanda” que no dudan en acusarle (eso sí, después de ver varias veces y en diferentes tomas de cámara la repetición de una jugada), de favorecer al equipo rival y de perjudicar premeditadamente a su equipo. Y esta es una acusación muy grave, mas aún cuando se realiza sin aportar ninguna prueba para demostrarla, y que sólo sirve para manchar la reputación de los árbitros (y también de los árbitros auxiliares) y para generar un clima hostil en su contra, como si ya no tuvieran bastante con el que soportan en cada partido.

Y es que es muy fácil echarle la culpa a los árbitros de la derrota de un club, son el eslabón más débil de la cadena porque no tienen ninguna defensa y el chivo expiatorio perfecto para justificar fracasos deportivos, y así también no se asumen las responsabilidades propias y no se hace autocrítica de las verdaderas causas por las cuales el club ha perdido un partido o ha descendido de categoría, por ejemplo.

No se critica tan duramente al portero que ha cometido un fallo en un gol recibido o al delantero que ha fallado una ocasión clara de gol cuando se pierde un partido, ni se reconoce que no se han hecho los deberes a lo largo de la temporada cuando el club desciende en las últimas fechas de la competición. Siempre es más fácil culpar a los colegiados de todos los males, porque el árbitro no tiene quien le escriba, a no ser que sea para ponerle de vuelta y media. Los árbitros no tienen hinchas, nadie habla bien de los colegiados cuando hacen bien su trabajo, sólo hablan de ellos cuando se equivocan para darles palos, sin pensar que los árbitros también tienen familias que se preocupan y lo pasan mal cuando oyen o leen algunas cosas que se dicen de ellos con una total falta de respeto.

Me he estado refiriendo hasta ahora especialmente a los árbitros de las categorías superiores, que a pesar de todo están mas protegidos, pero peor lo pasan los árbitros de las categorías inferiores que además de recibir del público los insultos habituales también corren el riesgo de sufrir agresiones tanto de los hinchas como de los propios jugadores si éstos entienden que el arbitraje les ha perjudicado, porque en muchos de estos campos no hay buenas medidas de seguridad.

Todo esto es muy triste y lamentable y desgraciadamente ha ocurrido ya muchas veces en estas categorías, pero no se habla mucho de ello porque parece que en el fútbol solo interesan las noticias relacionadas con las grandes estrellas de la primera división, la verdad es que alguien tendría que tomar medidas para que hechos de esta clase no se vuelvan a producir.

Creo que todos los que de uno u otra manera estamos dentro del mundo del fútbol, aficionados incluidos, deberíamos reflexionar y empezar a tratar mejor a los árbitros, creer en su honestidad y pensar que ellos también son humanos y se pueden equivocar, porque, al final, el árbitro es uno de los nuestros, ya que igual que nosotros forma parte de la gran familia del fútbol. Tendríamos que ponernos alguna vez en su piel para comprenderlos mejor y ayudarlos a hacer bien su trabajo, sin que tengan que soportar tanta presión durante los 90 minutos de cada partido. Así, de esta manera, arbitrarían mejor y eso redundaría en beneficio del fútbol y de toda la gente relacionada con este deporte. También podría facilitar su labor, cuando se apruebe, el uso de la tecnología aplicada al fútbol para corregir los posibles errores arbitrales, aunque creo que lo fundamental, vuelvo a decir, es comenzar a respetarles como personas y como profesionales.

Son dignos de admiración y respeto por su trabajo y por su valor, porque abrazan su vocación realizando un trabajo difícil y que tiene muchos riesgos, y aún así siempre están ahí, al pie del cañon en cada partido. Su labor en un campo de fútbol es tan importante como la de los jugadores, porque sin ellos no habría fútbol. Y por todo ello, los hombres y las mujeres que se dedican a esta digna profesión merecen el reconocimiento y el respeto de todos.


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