Revista Ciencia

La economía tras el piso de Espinar

Publicado el 05 noviembre 2016 por José Luis Ferreira
La economía tras el piso de Espinar
Hemos leído la noticia del piso de Espinar. Hemos leído sobre la ética del asunto y sobre sus ajustes al derecho y a la coherencia política (aquí, por ejemplo). Pero no hemos leído, por lo menos yo, sobre el trasunto económico del caso. Para eso está este bloguero, tu economista escéptico de cabecera.
La cuestión es la siguiente:
  1. Hay gente necesitada de una vivienda.
  2. Los poderes públicos deciden subvencionar la compra de vivienda a quien cumpla ciertos criterios.
  3. Una persona cumple los criterios, compra la vivienda subvencionada, y luego la vende, ganando en el camino.
¿Hay algo de malo en todo ello desde el punto de vista económico? El moral lo dejo para cada uno y el legal para los juristas.
Con la subvención de la vivienda se quiere avanzar en el compromiso constitucional de garantizar una vivienda a cada ciudadano. Si alguien no puede pagarla, se le ayuda. El economista no se mete en qué fines quiera establecer una sociedad, sino en los medios económicos adecuados para estos fines. ¿Por qué subvencionar una vivienda en lugar de dar el dinero de la subvención para que se gaste en lo que quiera el ciudadano? Si el ciudadano se lo gasta en otra cosa será porque juzga que esa otra cosa es todavía más perentoria que la vivienda. El dinero puede estar mejor empleado en completar una educación si lo de vivir bajo techo se arregla con la casa de los padres o compartiendo un piso de alquiler entre unos cuantos. Si queríamos subvencionar la vivienda por ser un bien de primera necesidad, ¿no subvencionaríamos algo que según el propio ciudadano es de más necesidad todavía?
Hay varias bifurcaciones en esta cuestión. La primera sería decir que no, que el ciudadano no sabe bien lo que quiere, y que se lo gastará en vino, y que nuestro paternalismo nos impide darle esa libertad. Mi ejemplo favorito es el de los ejidatarios tras la Revolución Mexicana a quienes se dio tierra, pero no libertad para negociar con ella. Sin poder venderla, este recurso valía menos e impedía que los campesinos medrasen vendiendo la tierra para invertir en algo más productivo, como un negocio o la educación de sus hijos. Al Estado no le cuesta ni más ni menos el dar esa parcela con o sin el derecho a venderla, como a la Comunidad de Madrid no le cuesta más ni menos la subvención al piso si posteriormente se vende con lucro o no.
La segunda bifurcación tiene que ver con la identificación de quien necesita el bien meritorio, la vivienda en este caso. Si los poderes públicos pudieran identificar correctamente quién necesita la vivienda según su ideario, no debería haber ningún problema con otorgarle completa libertad para que hiciera lo que tuviere a bien con ella. Pero eso no siempre es posible. En la adjudicación de las viviendas los poderes públicos establecen una serie de requisitos que solo acotan el colectivo objeto del programa de ayudas de manera aproximada. Si hemos acotado bien, es la idea, pocos preferirán un uso distinto que el habitarla. En los casos que hemos acotado mal prevalecerá en mayor abundancia el incentivo al otro uso. Para desanimar a estos últimos se limita la disponibilidad de esa propiedad para su posterior venta.
Una buena regulación del programa de viviendas deberá sopesar todo lo anterior. No voy a entrar en si el actual al que se acogió Espinar es el mejor posible (respuesta: a mi juicio, no), sino en que el programa tiene unos objetivos y una reglamentación que solo de manera aproximada consigue el objetivo. Habrá huecos y habrá quien se cuele en los huecos del reglamento.
La Economía está para ayudar a diseñar un sistema mejor y para prever las consecuencias de tener un sistema u otro. Con el actual tenemos la consecuencia que ya hemos visto.
La Economía también está para ayudar a entender en dónde poner responsabilidades y atinar en la coherencia de las consideraciones éticas y legales. Por ejemplo, se ha dicho que la acción de Espinar al vender su vivienda y lucrarse (no mucho, la verdad) es inmoral en sí misma. Creo haber argumentado que no lo es, que una presunta inmoralidad únicamente debería sustentarse en el hecho de si había accedido o no a la vivienda subvencionada cuando no la necesitaba (y otros la necesitaban más que él, según el criterio moral que subyace al programa de subvenciones), más aún si es un político que como todo político (y no solo los de la nueva política) debe parecer honrado además de serlo. No digo nada si se ha accedido de manera fraudulenta o si se han dicho mentiras, porque ahí no habría debate.
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Hace cinco años en el blog: Problemas existenciales.
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