Revista Espiritualidad

La edad corregida

Por Juanantoniogonzalez

LA EDAD CORREGIDA

por Marga de Cala

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Marga de Cala

Dice un maravilloso proverbio chino que “si corriges al sabio, lo harás más sabio, pero si corriges al necio, lo harás tu enemigo”. No puedo estar más de acuerdo, incluyéndome en la banda lerda hasta hace poco tiempo (lo cual no implica sabiduría actual). Por fortuna, las cosas van cambiando al respecto, y es que la edad, la madurez, te deben de servir para algo más que perder y añorar: te deben de servir para reflexionar y mejorar. Para corregir.

Antes, hace apenas dos anuncios, si alguien llamaba la atención sobre un defecto mío, la ira se apoderaba de mí (probablemente porque había dado en el clavo) y reaccionaba como la niña pequeña a la que se deja en evidencia por llorona, mimada o egoísta. Ya si consideraba que esa persona erraba en la acusación (también se han equivocado los otros), el enfado subía enteros, y el bloqueo físico y psicológico era inmediato. Nunca he sido de montar escenas, sino más bien de huir por la izquierda…

Ahora, al tiempo que pierdo vista física a todo meter, que gano arrugas, manchas, canas y cansancio, descubro la claridad mental (aún mejorable) que otorgan la edad y la experiencia. Me sé e intento no engañar al espejo, consiguiendo sonreír ante actitudes ajenas que antes me eran muy propias. ¿Que te acusan de poseer un gran ego? Es posible. Gajes del oficio y de esta vida enredada y comparativa que llevamos. ¿Que no llenas aforos porque no eres una gran persona? Es probable. Pero quizá también sea (solo quizá) que no eres falsa, ñoña ni pelota. ¿Que no pillas el sarcasmo y pecas de una inocencia anacrónica? Sin duda. Ahora mismo, ser “prima hermana” de “Sheldon Cooper” tiene su punto. ¿Que te lanzan una indirecta con la maldad de la bruja de Blancanieves? Pues no se destierra a “la madrastra”; se comprende su situación y se ignora un tiempo prudencial, hasta retomar el contacto. ¿Que te ningunean y no sabes por qué? Se reflexiona sobre la posible causa, y se intenta arreglar la segura parte que te corresponde.

Algunas veces cuesta mantener la calma y el respeto ante la ofensa y la injusticia (así consideradas de forma subjetiva, claro), pero no es más que un reflejo de la propia inseguridad. De la inmadurez. Del miedo. De la incorrección. De la frustración con una misma. Un rescoldo de aquella niña pequeña enrabietada, porque no consigue imponer su voluntad frente a todos.

Y ya, para finalizar… a los cincuenta años… ¿quién, en su sano juicio, querría seguir siendo necia y enemiga?

P.S.: Disculpad la clave femenina y personal del discurso, pero he querido ser sincera y solo así podría serlo. Gracias, además, a Juan Antonio por su espacio y apoyo.

Marga de Cala
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@MdCala

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