Revista Coaching

La edad… ¿soportar o adecuar?

Por Antonio J. Alonso Sampedro @AntonioJAlonso

la-edad

En este cálido verano que acabamos de dejar atrás, una vez más he logrado sorprenderme, a mis 55 años de edad, por algo que de joven nunca me atreví a probar. En una semana, de domingo a domingo, completé corriendo los ascensos… Segovia-Bola del Mundo (34 kms. hasta los 2.300 m. de altura) y Granada-Pico Veleta (50 kms. hasta los 3.400 m. de altura). Para ello entrené duro por los montes pardos de Segovia y el fresco pantano de La Granja de San Ildefonso, siguiendo una progresión que desde hace décadas no cesa y que ahora mismo desconozco a donde me llevará.

Muchos se llegan a desesperar soportando indolentemente el paso del tiempo y otros nos vamos congratulando al sentir que la vida gana con la edad, eso sí, solo si te sabes esforzar y adecuar.

Cumplir años tiene de interesante el que nos permite conocernos más a la vez que nos lleva a comprender mejor a los demás. Ambas ventajas, sabiéndolas gestionar, expanden las posibilidades de felicidad, eso que todos buscamos pero que algunos se obstinan en malograr.

No voy a negar que la vida, por naturaleza, se viene a caracterizar por una serie de etapas condicionadas por la evolución de lo físico y lo mental, pero que son percibidas y asumidas por casi todos como una imposición celestial, como un designio ineludible frente al cual nadie se puede revelar. Veo a treintañeros referirse con nostalgia a su juventud pasada, anunciando así una vejez prematura que pronto les llegará. Escucho a cuarentones afirmar que se encuentran de vuelta de todo y me pregunto cuánto es ese todo y qué tipo de vuelta han llegado a dar. Observo a los cincuentones de mi generación que tienen su mente secuestrada por los deseos irreprimibles de llegar cuanto antes a una jubilación que les libere de toda obligación, solo para reducirse a contemplar la vida pasar. ¡Ah!, los de sesenta a pasear y con setenta u ochenta a esperar en casa el final. Cada cual subido en el vagón de su edad, sin atreverse a explorar el resto del tren por resignación vital y miedo al qué dirán.

Pero otros, sin olvidar la edad que tenemos, no queremos dejarnos llevar por ese condicionamiento mental que en muchos replica una vida igual, sin margen para la decisión personal, tachando cumplimientos en esa agenda que nos dan al nacer y que nos marca el que, el cuándo y el cómo debemos actuar. Todo eso que nos hace sentir tan seguros por repetir lo que hacen los demás, hallándonos así más miembros numerarios de nuestra colectividad.

Cada año que pasa mi obstinación no ceja y sigo pugnando por separarme de ese imán que me atrae compulsivamente hacia la medianeidad. Hace mucho que no soy joven y ya nunca lo volveré a ser, lo sé, pero me da igual… ahora consigo lo que entonces ni soñé alcanzar.

En “El adecuarse a la edad”, la Crónica 67 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” escribo:

“La infancia y gran parte de la juventud tienen eso tan añorado después y es la ausencia de la necesidad de calcular sobre los límites a los esfuerzos físicos a realizar. Todo se siente posible y nada se quiere dejar de probar. Investigar sobre las fronteras del cuerpo se torna como la mejor forma de autoridad sobre una naturaleza rebosante de vitalidad. Pero con el transcurso del tiempo todo esto se viene a limitar aunque nunca, excepto por impedimento o grave enfermedad, a anular. El no contar con las facultades vitales de la mocedad no prescribirá el dejarse abandonar al sedentarismo de televisor y sofá a menos que haya propósito firme de tal, lo cual sería una pobre elección no exenta de reactiva inmovilidad. La vida en ningún momento quita posibilidad, solo pide saberse adecuar a la edad…”

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas