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La empresa orwelliana.

Publicado el 22 mayo 2010 por Francissco
La empresa orwelliana.

Los años que puedas llevar en una empresa son como el polvo de una habitación. En el momento más inesperado pueden ser barridos junto a tu salario, tus proyectos de vida, tus compromisos de pago y tu estabilidad mental, ya puestos.

Esta semana hemos vivido episodios parecidos a la inquisición en el lugar donde trabajo, una multinacional líder mundial en su sector, momentitos breves pero intensos que luego contaré.

Pues bien, tal y como decía son líderes, desean seguir siéndolo en todos los sentidos y uno de ellos es la tabulación y rastreo continuo de lo que hacemos los curritos. Han instaurado el control absoluto de la navegación por Internet y te preguntan cuando visitas sitios no justificados. No es ninguna novedad, ciertamente, el seguimiento hoy en día de las llamadas telefónicas en horas laborales y para ello, y para el control de los ordenatas, han contratado los servicios de una agencia norteamericana especializada, toma globalización, ale.

Sencíllamente, han implementado un firewall del copón y una censura al estilo pekinés para todo lo que salga  por las líneas. Está claro que no llamaremos a los coleguis, porque nos la jugaríamos, en ese sentido ahorraran en factura telefónica y nosotros en saliva.

Pero esto es andarse por las ramas, naa, poquilla cosa. De vez en cuando y porque les sale del pìto, organizan reuniones de trabajo  -muy eficaces para que el tuyo  quede abandonado y se ralentice-  donde analizan las “interacciones y comunicaciones cotidianas”. Se refieren a las comunicaciones por email interno y su resultado ¿Que se busca con ello? Aparentemente, comprobar si después de comunicar algún posible fallo o error a alguien de otro departamento la cosa se queda en agua de borrajas y porqué.

Pero también es una excusa para cotorrear todo lo que nos decimos entre nosotros, quienes nos relacionamos más y para qué lo hacemos. Ya nos han dicho, con el  pretexto de mejorar la “funcionalidad”, que las comunicaciones del correo empresarial serán estudiadas, cosa que por lo visto la ley permite y a tí te hacen firmar en un documento.

En tu departamento, pej, ves a tus compañeros físicamente, pero el resto de la empresa es territorio vedado. Todo movimiento hacia esas personas que no ves se considera sospechoso y las llamadas telefónicas internas se escapan, menos mal. Eso sí, te animan a que las vayas detallando en las reuniones que comentaba, más propias de la Stasi de la antigua RDA que de una democracia moderna. La supuesta razón es que se fomenta “la comunicación y la eficacia”. Teóricamente, no plantean nada ilegal, ya que todo se refiere a asuntos de trabajo y para nada personales.

Y tendrán razón, pero la atmósfera a veces es agobiante y, francamente, dudo de la eficacia real. Puede que tengan miedo a que nos chivemos de algo a la competencia, de ahí la centralización obsesiva por parte de la dirección en España, situada en otra ciudad. Para rematar, ya sufrimos un E.R.E hace unos meses y ahora hemos sufrido otro, reduciendo la plantilla en un cuarenta y seis por ciento al final de la corrida, para mayor gloria de las cifras y de los gráficos.

La forma de escapar de la escabechina fue realizar una confesión total ante la gerencia y que esta te absolviera considerándote necesario (por ahora). Lo que se confesaba era la totalidad de lo que hacías al cabo del día, todas tus tareas, cuando las emprendías, quien te dijo que las hicieras, porque priorizabas unas cosas y no otras. El mayor pecado era que encontraran trabajos redundantes, labores que ya hiciera alguien por otro lugar de la empresa o, incluso, de otra delegación. Entonces aplicaban las tijeras  y procedían a la poda del desgraciado.

Pues bueno, hasta aquí y por el momento los lamentos y las cuitas. Una vez relatado todo ello es preciso aclarar que, aunque lo vivas con auténtico asco, te lo comes con patatas si es preciso y, encima y si se tercia, cantas villancicos. Con el paro galopante, la sumisión feudal a tu jefe no hará sino aumentar y este lo sabe. No te quedan opciones y careces de la más mínima fuerza para ni siquiera plantearte otra cosa que no sea marcar el paso.

 Un saludete a quien haya seguido esta entrada quejosa. Algunas veces no te sale nada mejor.


La empresa orwelliana.

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