Revista Cultura y Ocio

La era del capital

Publicado el 11 junio 2014 por Albilores @Otracorriente

la era del capital

La era del Capital nos muestra los años triunfales del ascenso del capitalismo industrial y la cultura burguesa que van desde 1848 a 1875, cuando, apagados los rescoldos de la revolución, comienza un tiempo de nuevos valores y nuevas perspectivas a través de transformaciones sociales acompañadas de la formación de grandes fortunas y la migración de masas empobrecidas, mientras una nueva Europa, sometida al nuevo ritmo de los auges y las crisis, extiende sus empresas económicas y su cultura al resto del planeta. Hobsbawn nos habla de los acontecimientos políticos, de la evolución económica y de los hechos culturales en un libro que supone una síntesis magnífica. La era del capital es el segundo libro de una trilogía completada por La era de la revolución: Europa 1789-1848 y La era del Imperio: 1875-1914

En esta obra se relata cómo las revoluciones, rebeliones y otros movimientos populares se apaciguaron por el esplendor económico de mediados del XIX. La razón principal del contento popular y el soporte a las crisis posteriores sería por: “…la extraordinaria transformación y expansión económica de los años comprendidos entre 1848 y principios de la década de1870…” Éste, en boca del autor, fue el periodo en el que el mundo se hizo capitalista. Una de las manifestaciones de este auge económico sería, por ejemplo, el aumento acelerado de las exportaciones británicas en artículos de algodón y el aumento del número de operarios en el sector, que se duplicaron a partir de 1850. Inglaterra era una gran industria establecida antes de este esplendor económico y en esta década había perdido ventas en los mercados europeos a causa del desarrollo de las industrias locales, con lo que la exportación fuera del continente le proporcionó nuevos mercados –algo similar ha sucedido en nuestra época con la explotación del mercado chino y otros de este tipo-

Las consecuencias fueron que la combinación de capital barato con un aumento rápido de los precios de venta proporcionó enormes beneficios a los negociantes, a los productores y a los promotores. Pero no sólo, los trabajadores, debido al aumento de puestos de trabajo y a las elevaciones progresivas de los sueldos, dejaron las protestas, a pesar de algunas subidas de precios puntuales de algunos productos. Las excepciones fueron el Piamonte italiano y España, dos zonas muy atrasadas.

En La era del capital, Hobsbwan analiza también un hecho de vital importancia: la estabilidad económica ayudó a los gobiernos de los países y permitió la restauración de algunas monarquías y formas de gobierno maltrechas tras la Revolución Francesa, lo que aprovecharon para controlar los ingresos económicos sin consultar a asambleas representativas y otros intermediarios. Tras la calma, la vida política resurgió en los estados: se produjo la unificación italiana y alemana, la reforma constitucional, las libertades políticas, etc. A partir de 1857 “…la política revivió en un periodo de expansión pero dejó de ser la política de la revolución…”

Otro aspecto que se produjo en la segunda mitad de siglo y que contribuyó a la expansión del capitalismo por todo el mundo fue la revolución del transporte gracias al ferrocarril, primero, y al barco de vapor, después. Además la creación del telégrafo desarrolló las comunicaciones y ayudó enormemente a dicha expansión mundial.

El libro concede también mucha importancia al descubrimiento del oro en California, Australia y otros lugares porque contribuyó al desarrollo y enriquecimiento de estas zonas, algo que mejoraba las exportaciones e intercambios comerciales de Europa y supuso las bases para las subidas de precios y la inflación moderada, la creación de un sistema monetario estable, basado en la libra esterlina, y el aumento de la actividad económica en general.

Según La era del Capital, el proceso termina con la crisis del capital competitivo, conocido también como capitalismo industrial, porque la tecnología de la primera revolución industrial ya no servía, a causa que el proceso de expansión económica era adverso debido a que después de auges económicos le seguían depresiones cada vez más fuertes, hasta que llegó el colapso, con la quiebra de empresas en varios sectores. Fue lo que se conoció como la Gran Depresión, de 1873 hasta 1896, que destruyó los fundamentos del liberalismo de mediados del siglo XIX, que parecían tan fuertemente establecidos. Algo parecido, salvando las distancias, es la situación en la que nos encontramos ahora. Tal vez sea bueno leerlo.


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