Hasta los atentados islamistas en los trenes de cercanías de Madrid en 2004, que mataron a 192 personas e hirieron a 2.057, la mayor masacre en la España democrática había sido provocada hace ahora treinta años por ETA en los almacenes Hipercor, en Barcelona, donde provocó 21 muertos y 45 heridos.
El presidente de la Generalidad barcelonesa, Carles Puigdemont, mostró pensamiento artidáctilo según varios analistas en el homenaje de este lunes a las víctimas al comparar la resistencia del Estado al terrorismo con la de los independentistas catalanes a las leyes españolas; para él España es ETA y los independentistas las víctimas de Hipercor.
Debíamos recordar al trío de terroristas autores de la masacre, liberados años antes de cumplir su primera condena con la derogación de la Doctrina Parot por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos bajo presión de un juez español propuesto por Zapatero.
Dos multiasesinos eran de origen gallego, Caride Simón y Domingo Troitiño, y el tercero una mujer navarra, María Josefa Ernaga Esnoz, condenada a 2.000 años de cárcel y liberada cuatro años antes de pagar la primera pena de treinta.
Dejaron un coche en el garaje de Hipercor con 200 kilos de carga explosiva similar al napalm, con amonal, gasolina, pegamento y escamas de jabón.
Los efectos de la bomba incendiaria no le produjeron a ella remordimiento alguno; además retaba a los policías que la detuvieron e interrogaban advirtiéndoles que se ·quedaba con su cara”.
Luego envió a la dirección de la banda un informe mostrándose orgullosa de su artefacto y describiendo físicamente a todos los agentes para facilitar que los asesinaran.
Nunca se arrepintió. Por “honestidad revolucionaria”, según informaba a la banda.
La maldad campa libremente sobre los “elevados ideales”, como Euskalherria o Alá.
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