Revista Cultura y Ocio

La evolución de los estandartes romanos

Por Manu Perez @revistadehisto

Todos conocemos los estandartes romanos, con el águila como máxima expresión. Sin embargo, como todo lo relacionado con los romanos, también fueron evolucionando con el tiempo.

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La evolución de los estandartes romanos

En un principio, los estandartes romanos se componían de un puñado de paja o helecho atados en lo alto de una lanza. Este puñado o “maniple” dio nombre a las compañías de soldados, conocidas como manípulos.

Estos proto estandartes romanos evolucionaron pronto a figuras de animales, que según Plinio el Viejo adoptaban la forma de lobos, minotauros, caballos, jabalíes y águilas. Fue a partir del segundo consulado de Cayo Mario (el gran reformador de las legiones romanas) cuando se dejaron de lado todos menos las águilas.

La “Aquila” solía ser de oro o plata y de pequeño tamaño, no por el coste, sino porque su reducida medida posibilitaba que en caso de peligro de pérdida (la peor deshonra para una legión), se podía desmontar y el portador del estandarte, conocido como “signifer o aquilifer” la podía ocultar fácilmente entre los pliegues de su faja y evitar su captura. Debajo del águila se solía colocar una talla del emperador de turno, y el mástil tenía una punta de hierro para que el portador la pudiese clavar en el suelo y repeler ataques.

Otra variante del águila de las legiones, eran los estandartes en forma de orbe, que a veces también llevaban encima una figura de bronce que representaba la “Victoria”, y que simbolizaban el dominio de Roma sobre el mundo.

Además de los estandartes romanos de la legión, cada cohorte tenía su propia insignia, en forma de serpiente o dragón, que se tejían en una pieza cuadrada llamada “textilis anguis“, portada por el “draconarius” mediante un poste dorado y sobre elevada con una barra transversal.

Igualmente, cada centuria disponía de una insignia, con el número de la cohorte y centuria, conocida como “signum” debido a que culminaba en una mano.

Finalmente, con Constantino y la llegada del cristianismo, los estandartes romanos se cambiaron y se sustituyó la cabeza del emperador por el “crismón“, tejido en oro sobre tela púrpura, y se le dio el nombre de “labarum“.

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