Revista Cultura y Ocio

La expulsión de los moriscos

Por Cayetano
La expulsión de los moriscos Primero fueron los de Castilla, Valencia y Andalucía. Luego os tocó a vosotros…  "Primeramente, que todos los moriscos deste reino, así hombres como mugeres, con sus hijos, dentro de tres dias de como fuere publicado este bando en los lugares donde cada uno vive y tiene su casa, salgan dél, y vayan á embarcarse á la parte donde el comisario, que fuere á tratar desto, les ordenare, siguiéndole y sus órdenes; llevando consigo de sus haciendas los muebles, lo que pudieren en sus personas, para embarcarse en las galeras y navíos…”(1)  Lo tuvisteis que dejar todo, vuestro trabajo, vuestros hogares, vuestras pertenencias que no pudisteis llevar con vosotros. Y rápido. Todo en pocos días…   "Que cualquiera de los dichos moriscos que publicado este bando, y cumplidos los tres días fuese hallado desmandado fuera de su propio lugar, por caminos ó otros lugares hasta que sea hecha la primera embarcación, pueda cualquiera persona, sin incurrir en pena alguna, prenderle y desbalijarle, entregándole al Justicia del lugar mas cercano, y si se defendiere lo pueda matar.”  Por eso cuando asaltaban a los vuestros por los caminos cuando marchaban al exilio camino del puerto de los Alfaques en Tarragona, los ojos inyectados de sangre, los cuchillos preparados para la matanza del infiel, aquella chusma enloquecida y jaleada por los de arriba, se lanzaban al degüello para quitarles lo poco que se habían podido llevar consigo, las pocas pertenencias… porque allá quedaban sus tierras, sus casas, su pasado…  Por eso entonabas tu plegaria, para que tu Dios te fuera propicio:  “Allah ya rabbi rabbi/ ye Muhammad darabi/ ye verdadero annabi/ de arabbi de arabbi. / Es Allah solo i señero/ de sin ningún aparcero/ i Muhammad su mensayero/ kon todo fue verdadero/ y el alislem mi Adin./ Allah ya rabbi rabbi/ ye Muhammad darabi / ye verdadero annabi / de arabbi de arabbi.”(2) 
La expulsión de los moriscos
Tuviste suerte, iba a decir, porque tú y tu familia lograsteis llegar al puerto y embarcar. No fuiste uno de los que se quedaron por los caminos rumbo al puerto. Para muchos cristianos viejos, los moriscos eran seres inferiores sin derechos. Por eso eran frecuentes los asaltos a manos de bandas que robaban y mataban a los que se topaban en el camino. Era frecuente ver los caminos atestados de cadáveres.  Iba a decirte también que esa costumbre quedó como práctica nacional en otros conflictos que se dieron en nuestra historia posteriormente.  También tuviste buena fortuna –si es que se puede usar ese término- en la travesía. Algunos compatriotas tuyos de Valencia y Andalucía fueron maltratados, robados, obligados a dejar sus pertenencias a los dueños de los barcos a cambio del pasaje o directamente asesinados y arrojados al mar. Hasta hubo algunos que fueron abandonados en islas desiertas y sus mujeres e hijos hechos esclavos. Fueron muchos los que no llegaron a su destino.  Luego llegaste a Tunicia para empezar una nueva vida. Lograste establecerte en un arrabal próximo al centro de la capital. Los que vinieron después ya no tuvieron tanta suerte y hubieron de instalarse en zonas peores y no tan bien situadas como Ghar-el-Melh o Ras Djebel. Pero diste gracias al Hacedor por haber llegado vivos tu familia y tú y poder empezar allí una vida de nuevo.  Ahora te hablo desde la distancia y la objetividad que permiten los siglos transcurridos, sin pasión, independientemente de los credos, que en mi opinión no nos hacen ni buenos ni malos, para decirte que la expulsión que se inició en 1609 fue un fracaso en todos los sentidos.  Un fracaso económico y demográfico que supuso la ruina para la economía española.  Pero también un fracaso moral. Y ese es más difícil de subsanar. El tiempo no lo cura todo.  ____________  (1) Bando general de expulsión de los moriscos, 22 de septiembre de 1609. Folio 34 de la Mano 50 de Mandamientos y embargos de la corte civil de Valencia del año 1611.  (2) Textos aljamiados. Poesía religiosa morisca , M. Manzanares de Cirre Bulletin Hispanique. Año 1970. Volumen 72. Número 3 pp. 311-327. Enlace: http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-4640_1970_num_72_3_4018

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