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La Faceta Desconocida del Cristianismo: Fragmento del ensayo La Cristiandad Alerta (Bart Ehrman), en El Evangelio de Judas (Rodolphe Kasser et al)

Publicado el 10 enero 2011 por Daniel_barona1981
La Faceta Desconocida del Cristianismo: Fragmento del ensayo La Cristiandad Alerta (Bart Ehrman), en El Evangelio de Judas (Rodolphe Kasser et al)En relación a la corriente concreta del gnosticismo representada por el Evangelio de Judas, podemos remitirnos al excelente ensayo de Marvin Meyer (publicado en este libro), que explica el evangelio en los términos de la secta conocida como gnósticos séticos. Pero aquí debo explicar en términos generales lo que tenían en común las diversas y extendidas sectas gnósticas y por qué escritores ortodoxos como Ireneo (de Lyon) las veían como una amenaza. El término gnosticismo deriva de la palabra griega gnosis, que quiere decir “conocimiento”. ¿Y qué es eso que saben? Conocen secretos que pueden conducir a la salvación. Para los gnósticos, una persona se salva no por la fe en Cristo o por sus buenas obras, sino por el conocimiento de la verdad acerca del mundo en el que vivimos, acerca de quién es el verdadero Dios y, especialmente, acerca de quiénes somos nosotros mismos. En otras palabras, se trata den gran medida de autoconocimiento: conocimiento de nuestro origen, de cómo hemos llegado aquí y de cómo podemos volver a nuestra morada celestial. Según la mayoría de los gnósticos, este mundo material no es nuestra casa. Estamos atrapados aquí, en estos cuerpos de carne, y necesitamos aprender el modo de escapar. Para los gnósticos que también eran cristianos (muchos gnósticos no lo eran) es el propio Cristo quien nos trae ese conocimiento secreto desde los cielos. Él revela la verdad a sus seguidores más próximos, y es esa verdad lo que puede hacerlos libres.El cristianismo tradicional enseña, por supuesto, que nuestro mundo es la maravillosa creación del único dios verdadero. Pero no era eso lo que pensaban los gnósticos. Según un amplio abanico de grupos gnósticos, el dios que creó este mundo no es el único, y de hecho ni siquiera es el más poderoso ni es omnisciente. Es una deidad más baja, inferior, y a menudo ignorante. ¿Cómo puede alguien mirar este mundo y decir que es maravilloso? Los gnósticos veían los desastres que los rodeaban – terremotos, tempestades, riadas, hambrunas, sequías, epidemias, miseria, sufrimiento – y declararon que el mundo no es bueno. Pero, dijeron, ¡no puedes culpar de este mundo a Dios! No; este mundo es un desastre cósmico, y sólo habrá salvación para aquellos que aprendan cómo escapar de este mundo y de sus trampas materiales.Algunos pensadores gnósticos explicaron este perverso mundo material desarrollando complicados mitos de la creación. Según esos mitos, la deidad suprema queda enteramente fuera del mundo, pues es espíritu absoluto sin cualidades ni aspectos materiales. Ese ser divino engendró una numerosa prole: los eones, que, como él, eran entidades espirituales. Originalmente, ese reino divino habitado por Dios y sus eones era todo cuanto había. Pero sucedió una catástrofe cósmica, en la cual uno de aquellos eones de alguna manera cayó fuera del reino divino, y eso dio lugar a la creación de otras entidades divinas que, por lo tanto, cobraron existencia fuera de la esfera divina. Esas divinidades menores crearon nuestro mundo material, hicieron el mundo como lugar donde retener las chispas de divinidad que habían capturado, a las que colocaron en cuerpos humanos. Algunos humanos, en otras palabras, tienen un elemento de la divinidad en su interior, en su núcleo esencial. Esas personas no tienen almas mortales, sino inmortales, encerradas temporalmente en este miserable y caprichoso reino material. Y esas almas necesitan escapar, volver al reino divino de donde vinieron. Los mitos narrados por los diversos grupos gnósticos diferían bastante entre sí en muchos detalles. Y no son nada sin los detalles. A los lectores modernos esos mitos pueden resultarles enormemente confusos y extraños. Pero su punto más importante está claro: este mundo no es la creación del único dios verdadero. El dios que hizo este mundo – el Dios del Antiguo Testamento – es una deidad de segundo orden, inferior. No es el dios supremo que debe ser adorado. Más bien debe ser evitado aprendiendo la verdad sobre el reino divino definitivo, sobre cómo podemos escapar de él.Debo remarcar que no todo el mundo cuenta con los medios para escapar. La causa es que no todo el mundo tiene la chispa de divinidad en su interior; sólo algunos de nosotros. Los demás son las creaciones del dios inferior de este mundo. Ellos, como las demás criaturas que hay aquí (perros, tortugas, mosquitos y otros), morirán y ése será el final de su historia. Pero algunos de nosotros somos divinidades atrapadas. Y necesitamos aprender la manera de volver a nuestra morada celestial. ¿Cómo podemos hacernos con el conocimiento secreto necesario para nuestra salvación? Obviamente, no podemos conseguirlo observando el mundo que nos rodea y deduciéndolo por nosotros mismos. El estudio de este mundo sólo proporciona información sobre la creación material de una deidad inferior que no es el Dios verdadero. Lo que necesitamos no es eso, sino que se nos haga una revelación desde las alturas. Es necesario que haya un emisario del reino espiritual que venga a nosotros para decirnos la verdad sobre nuestro origen, nuestro destino y cómo podemos escapar. En las religiones cristianas gnósticas ese enviado de las alturas para revelarnos esa verdad es Cristo. Sentada esta base, Cristo no fue un simple mortal que impartía sabias enseñanzas religiosas; ni el hijo del dios creador, el Dios del Antiguo Testamento. Algunos gnósticos enseñaban que Cristo era un eón del reino superior; que no era un hombre de carne y hueso nacido en este mundo del creador, sino que había venido de arriba sólo con la apariencia de ser humano. Era un fantasma encarnado para enseñar a los que habían sido llamados (es decir, los gnósticos, que albergan la chispa) las verdades secretas que necesitan para su salvación. Otros gnósticos enseñaban que Jesús era un hombre real, pero que la chispa que había en su interior no era corriente. Su alma era una entidad divina especial que vino de las alturas para habitar temporalmente en el hombre Jesús, para usarlo como instrumento para la revelación de las verdades necesarias a sus seguidores más próximos. Establecido eso, el elemento divino entró en Jesús en algún momento de su vida – por ejemplo, en su bautismo, cuando el Espíritu descendió sobre él – y lo abandonó una vez que su misión hubo terminado. Eso explicaría por qué, en la cruz, Jesús gritó: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”. Porque el elemento divino que había en él lo abandonó antes de su crucifixión, ya que, a fin de cuentas, la divinidad no puede sufrir y morir.Los perseguidores de herejías como Ireneo encontraban a los gnósticos particularmente peligrosos y difíciles de atacar. El problema era que no se podía razonar con un gnóstico para mostrarle que seguía un camino equivocado: ¡él tenía un conocimiento secreto del que los otros carecían! Si se le decía que erraba, él podía simplemente encogerse de hombros y tacharnos de ignorantes. Y así Ireneo y otros como él tuvieron que echar el resto en sus ataques intentando convencer a otros cristianos, al menos, de que en realidad los gnósticos no estaban en posesión de la verdad, sino que la habían pervertido rechazando al Dios del Antiguo Testamento y su creación y negando que Cristo fuera realmente un ser humano de carne y hueso, cuya muerte y resurrección (no sus enseñanzas secretas) traían la salvación. En los cinco tomos de la refutación de Ireneo a los gnósticos se condenan sus creencias por ser irremediablemente contradictorias, ridículamente detalladas y contrarias a las enseñanzas de los propios apóstoles de Jesús. Algunas veces Ireneo citó algunos textos gnósticos para ridiculizarlos cotejándolos con las Escrituras aceptadas por la Iglesia de manera general. Uno de los escritos de los que se burló era precisamente el Evangelio de Judas.

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