Revista Libros

"La fiebre del heno", de Stanislaw Lem

Publicado el 10 enero 2011 por Barcoborracho

Editorial Bruguera, 1983 (Barcelona).Traducción de Pilar Giralt y Jadwiga Maurizio
“Un astronauta de la reserva ha de ser,en un ángulo de su corazón, una mala persona,ya que algo en él está siempre al acecho de queuno de los hombres en activo sufra un percance,y si no está al acecho es un necio.”pp. 23
Un astronauta norteamericano, alérgico a las gramíneas, pierde la plaza para viajar a Marte y queda en la reserva. Sin saber bien qué hacer, pues ya vio el espacio y nada en la tierra puede comparársele, da vueltas por ahí hasta que la casualidad lo lleva a cruzarse con un investigador que lleva el caso de una muerta rara acaecida en Nápoles, que asemeja a otras muertes similares, por lo que sospechan de un crimen en serie. Transfigurado en detective-actor, lleva a cabo la investigación del caso haciéndose pasar por un turista y repite los pasos de las víctimas, yendo de Nápoles a Roma y luego a París, donde contacta con un grupo de especialistas y consigue llegar al esmerado epílogo.Disfrazada de novela de detectives la historia se desarrolla en una tierra llena de terrorismo y consumismo frenético, ambientada más o menos en la década de 1990 (mis cálculos son vagos, pero ahí le vamos). La distopía es bastante serena, sin alardes tecnológicos ni excesiva exaltación apocalíptica, por lo que puede leerse casi como una novela realista. Hay mafia italiana, terroristas japoneses e islámicos, armas químicas, narcotráfico, Albert Hoffman, Hitler, psicosis, atentados, miedo, huelgas, etc. Es, lo que se dice, una descripción de época, con velada guerra fría, y con una respuesta particular de la sociedad a la segunda guerra mundial, completamente descabellada y sincera: a Europa, como sociedad, le tiene sin cuidado toda esa historia, no aprendió nada y ya la olvidó; sin embargo, en los individuos se conserva la tragedia como una fría tinta podrida que va manchándolo todo. Es esta contradicción entre sociedad e individuo, tratada como un problema matemático, lo que hace transcender la novela del dilema policial que desarrolla.
“La humanidad se ha multiplicado y condensado tanto, que las leyes del átomo empiezan a gobernarla. Cada átomo de gas se mueve caóticamente, pero es precisamente este caos lo que conduce al orden: estabilidad de la presión, temperatura, peso específico, etc. (…) una larga serie de extraordinarias coincidencias”.pp. 183
No hay criminal (Dios), no hay crimen (el universo no tiene un sentido interpretable en parámetros humanos), y por tanto no hay víctima (el ser humano no es el sujeto del universo): Hay tan solo series de circunstancias azarosas que forman figuras que vistas desde cierta distancia son estética y funcionalmente coherentes.Pueden verse reminiscencias pynchonianas (entropía, etc.) en este planteamiento, así como una postura científica, que observa al mundo como fenómeno, cuyos resultados (el libro) pueden servirnos de entretenimiento.Muy, muy interesante libro. El único pero son las primeras 30 páginas, de fraseo duro y situación confusa. Luego se contrasta bruscamente con monólogos de conferencia, como si Sherlock Holmes se hubiera convertido de repente en Philip Marlowe. El resultado es bien raro, aunque digerible.
Pd: En la novela hay un capítulo altamente interesante. En él se describen los efectos de una droga psicotrópica que recuerda mucho a los relatos de Hoffman cuando descubrió el LSD. Además, es hermosa, aterradora e inolvidable.

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