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La forma y la trama

Publicado el 27 septiembre 2013 por Rusta @RustaDevoradora

La forma y la trama Tarde o temprano, muchos lectores nos planteamos el eterno debate entre las novelas de trama y las novelas de forma, por denominarlas de alguna manera. Con «novelas de trama» me refiero a aquellas obras en las que la historia narrada, el argumento, es lo más importante, lo que motiva al lector a seguir leyendo. Casi todas las publicaciones comerciales encajan en esta definición, pero también hay creaciones de alto nivel que destacan por una extraordinaria capacidad para hilvanar sucesos con intriga y emoción (Patricia Highsmith, por ejemplo). En cambio, las «novelas de forma» son las que sobresalen por el estilo, por la excelencia en el uso de las palabras; no porque «pasen muchas cosas». Se trata del tipo de obra que, si solo nos fijáramos en la trama, se quedaría desnuda de toda su grandeza. Marcel Proust y Gabriel García Márquez me parecen dos buenas muestras de ello. Evidentemente, soy consciente de que separar ambas categorías es simplificar (y mucho) las cosas, porque para las buenas novelas de trama también resulta necesario contar con un buen uso de la forma; y estoy segura de que la mayoría de lectores coincidiríamos al preferir un equilibrio entre ambos rasgos: una trama atractiva contada con una excelente prosa. No obstante, para exponer esta reflexión me parece útil polarizar el tema: ¿preferís una novela que destaque por la trama o por la forma? Olvidemos las medias tintas, pensemos en los dos casos como extremos. Lo interesante no es tanto descubrir por qué nos decantamos —como he dicho, seguramente sería el término medio—, sino intentar reflexionar un poco sobre las posibilidades de cada opción, lo que nos aporta cada una, lo que nos gusta y lo que detestamos. Yo lo tengo claro: soy una lectora que se fija mucho en la forma. Entre las obras que más me han marcado hay bastantes novelas que tienen fama de aburridas (como las de los autores que he citado antes) porque se entretienen más en buscar la maestría de la narración que en contar una historia con enredos. También he disfrutado de libros que pueden dejar frío al lector que no va más allá de las aventuras y la estructura planteamiento-nudo-desenlace, como La niña del faro, de Jeanette Winterson, una novela de lo más mágica y original, o los relatos de El mes más cruel, de Pilar Adón, muy especiales. De hecho, la mayor parte de mis lecturas son novelas de ritmo pausado, con tramas tranquilas, generalmente sobre temas cotidianos e íntimos. Me gusta fijarme en el uso de las palabras, en los giros de las frases, en lo que el autor consigue hacer bonito; para mí, un buen escritor no solo piensa en la historia que quiere contar, sino en encontrar la mejor forma de plantearla. Esto no quiere decir que no me deje seducir por una buena trama de acción y pirotecnia, claro (porque también hay muy buenos novelistas que se dedican a este tipo de obras); simplemente, si tengo que elegir, me quedo con las novelas de forma. La experiencia me demuestra que son las que me dejan más huella, las que consiguen implicarme más. Sé que mucha gente opina que los autores que cultivan este estilo se hacen pesados e incluso que deberían preocuparse más por la historia, pero yo no creo que necesiten cambiar de registro ni que les falten ideas. Todo es cuestión de aprender a apreciar este tipo de literatura, que requiere una mayor concentración por parte del lector. En cualquier caso, una trama intensa y movida no es un requisito sine qua non para escribir; se puede hacer literatura hasta de la escena o el pensamiento más trivial. Y vosotros, ¿con qué tipo de novelas os quedáis?

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