Reconozco el agua
persiguiéndomeen vano nací por la orilla del Duero,
la voz cautiva de Claudio
insomne
describe los juncos
con cuatrocientas tonalidades ocres
en la paleta.
Un rumor perseverante
nos salpica,intensidad creciente
hasta anegar el pasto y cancelar
la lumbre.
Aprendimos del primer hombre
a conservar el fuegoy la encina
recia al inicio
prepara una combustión tranquila
que denominaremos,
con el paso de las horas,
banquete.
No buscamos la prisa. No buscamos.
Bailamos la danza del humeante
y descendemos hasta el diquepara vislumbrar el puente romano
que ahora somos.
Ni rastro de humanidad.
La naturaleza ha ganado esta batalla
y los constructores huyenloma arriba,
lanceados por el desasosiego.
Y el vacío.
Las bicicletas son para el verano -dices
mientras sonríes bajo una lluviaque resbala por tus mejillas,
en forma de sustantivo.
El verano eres tú,
una pedalada tras otra,trazas la ruta y las balizas,
trazas el recorrido y las constelaciones.
Este desierto sin tanques ni guerrillas
te pertenece.Este desierto sin invasiones ni titulares en la prensa,
soy yo.