La publicación de esta entrada el 9 de noviembre no es, en absoluto, casual.
Tal día como hoy, en 1989, se producía un acontecimiento que alteró para siempre el curso de la historia: la caída del Muro de Berlín.
Por eso hemos querido que este artículo, que habla sobre la antigua frontera que separaba las dos Alemanias, vea la luz precisamente en el día en el que se cumplen 20 años de su desaparición.
Una frontera que aquel 9 de noviembre se borró de los mapas… pero de la que aún quedan restos físicos que nos recuerdan que durante casi 50 años el mundo estuvo dividido en dos bloques aparentemente irreconciliables.
Desde 1961 se calcula que alrededor de 100.000 ciudadanos de la RDA trataron de cruzar la frontera o el Muro de Berlín.
Aunque algunos lograron llegar al “otro lado”, la mayor parte de ellos fueron capturados o murieron intentándolo.
Pero además, centenares de personas cayeron abatidas por los soldados que tenían orden de disparar ante cualquier violación de la frontera.
A ellos queremos dedicarles este reportaje.
Un poco de historia
Al finalizar la II Guerra Mundial los vencedores de la contienda, reunidos en la Conferencia de Yalta, dividieron el territorio alemán en cuatro zonas de ocupación.
Estadounidenses, británicos y franceses controlaban las tres zonas del oeste, quedando en manos soviéticas la que ocupaba el este del país.
La capital germana, aunque situada en la zona oriental, también fue dividida en cuatro sectores siguiendo el mismo sistema.Pronto Estados Unidos y Gran Bretaña unificaron sus respectivas zonas de ocupación.
La incorporación de la zona francesa poco después propició el nacimiento, en 1949, de la República Federal Alemana.
Inmediatamente se redactó una constitución y se celebraron elecciones para determinar la composición del parlamento del que saldría el gobierno de recién creado país.
Por su parte los soviéticos crearon la República Democrática Alemana, que de democrática sólo tenía el nombre, dado que el sistema de gobierno elegido fue una dictadura de partido único y signo marxista-leninista.Desde entonces las tensiones entre ambos bloques no cesaron de aumentar.
Un claro ejemplo fue el bloqueo de Berlín en 1948 decretado por Stalin, que ambicionaba hacerse con el control absoluto de la antigua capital.
La repuesta aliada a este asedio fue el famoso Puente aéreo de Berlín.
El Ejército Rojo y el SED (Partido Socialista Unificado) decidieron cortar las comunicaciones por ferrocarril y carretera, así como suspender el suministro eléctrico y el servicio telefónico al oeste de la ciudad.
La aérea fue por lo tanto la única vía de comunicación entre el territorio de la RFA y Berlín Occidental.
280.000 vuelos, de día y de noche, llevaron durante los once meses que duró el bloqueo combustible, alimentos, medicamentos y todo lo necesario para permitir subsistir a los más de dos millones de habitantes del Oeste, convirtiendo la misión en la mayor operación aérea humanitaria de la historia.El sitio se levantó el 12 de mayo de 1949 al comprender las autoridades soviéticas que los Aliados no tenían intención de retirarse de la ciudad.
El cierre de las fronteras
Excepto durante el bloqueo, el paso entre uno y otro lado del país era más o menos libre, con lo que los ciudadanos del Este podían comparar el estilo de vida de ambas Alemanias.
Desde 1945 alrededor de 3,6 millones de personas habían abandonado la zona soviética, utilizando más de la mitad de ellos Berlín Occidental como vía de paso.
Esto situaba a la RDA al borde de un colapso social y económico.
El 13 de agosto de 1961, las autoridades del Este decidieron poner en marcha un elaborado plan para detener la masiva huída de sus ciudadanos.
Mediante un mensaje radiado que decía que “Los gobiernos de los estados miembros del Pacto de Varsovia se dirigen a la Cámara Popular y al Gobierno de la RDA con la propuesta de establecer un orden tal, que obstruya el camino a las intrigas en contra de los países socialistas y que garantice una vigilancia segura en toda la zona de Berlín Oeste” anunciaron al mundo el cierre total de las fronteras y el aislamiento físico de la parte occidental de la ciudad.
Aquel día comenzó a levantarse el símbolo más conocido de la División alemana: el Muro de Berlín.
Y de los ocho pasos fronterizos establecidos por las autoridades de la RDA (siete por carretera y uno de ferrocarril) el denominado Checkpoint Charlie, en la Friedrichstrasse es el más destacado.
Hoy en día (aunque hace 20 años resultara impensable) los pocos vestigios que quedan de aquella descomunal barrera se han convertido en atracciones turísticas.
Millones de personas viajan hasta la capital alemana para conocer, para fotografiar, para tocar, esos trozos de una historia que durante tanto tiempo separó la ciudad, el país, el continente y, en general, a todo el planeta.
Y decimos que tanto el Muro de Berlín como el Checkpoint Charlie son sólo los más conocidos porque no podemos olvidar que ese mismo muro, aunque quizá con otra forma, recorría toda la frontera entre las dos Alemanias.
Dado que el único corredor por carretera permitido por los soviéticos para unir la ciudad con la RFA era la autopista Berlín - Helmstedt, existían dos importantes puntos de control situados en ella.
Uno estaba en Dreilinden, en la salida oeste de Berlín al finalizar el sector occidental y otro en la autopista entre las localidades fronterizas de Marienborn y Helmstedt.
En Esperando al Tren vamos a hacer hoy un viaje virtual desde la capital alemana a la antigua RFA.
Abandonaremos la ciudad por el Checkpoint Bravo y tras recorrer la autopista conociendo sus curiosidades entraremos al Oeste atravesando el puesto fronterizo de Marienborn.
Allied Checkpoint Bravo.
Dreilinden, oeste de Berlín.
Berlín, 1980.
Una familia de la ciudad desea hacer un viaje a la República Federal y opta por utilizar su coche. Una vez obtenido de las Fuerzas de ocupación británicas, estadounidenses o francesas el permiso necesario (conocido popularmente como “Flag Orders”) y un visado expedido por los soviéticos (y que costaba 5 DM), podrán ponerse en marcha.
Completar el trayecto, de algo menos de 200 kilómetros, les llevará (si todo va bien) alrededor de dos horas.
Antes de abandonar Berlín lo primero que encontrarán es el Checkpoint Bravo, uno de los tres puestos de control principales establecidos por los Aliados.
En ellos no se efectuaba registro alguno y su única función era asegurarse de que los vehículos y sus ocupantes tuvieran todo lo necesario para adentrarse con ciertas garantías en el hostil territorio de la RDA.
Estaba gestionado, como el resto de puntos de control, por policías militares franceses, británicos y estadounidenses.
Al llegar les solicitarán los pasaportes o tarjetas de identificación militar, el visado y las Flag Orders.
Es necesario comprobar que nombres y números coincidan exactamente con los de los documentos de identificación, pues cualquier error, tachadura o corrección hará que los soldados fronterizos del control que encontrarán pocos metros después les manden de vuelta.
Mediante un mapa con fotografías que se entregaba al conductor, un experimentado agente explicaba las desviaciones que tenía que tomar y el procedimiento para pasar por los puntos de control soviéticos.
Era muy importante seguir las direcciones correctas en la autopista, pues equivocarse en una de ellas supondría tener que dar muchas explicaciones más adelante.
También se le hacía entrega de algunas tarjetas en alemán, inglés y ruso por si sufría alguna avería durante el viaje o era detenido por la Policía.
Aquellos que se disponían a hacer la ruta en su propio vehículo sabían que cualquier problema mecánico, por pequeño que fuera, podría convertirse en una odisea si sucedía en el territorio de la RDA.
Para evitar en la medida de lo posible ese tipo de incidentes, los automovilistas debían seguir unas simples recomendaciones.
Además de tener toda la documentación del vehículo en regla era importante verificar que las luces, los limpiaparabrisas y el cuentakilómetros funcionaban correctamente.
También era necesario asegurarse de que la rueda de repuesto estuviera en buen estado y de que se llevaban las herramientas para cambiarla si fuera necesario.
El depósito de combustible debía ir lleno, pues en ocasiones no había posibilidad de repostar durante el recorrido.
Veremos más adelante que sí que existían gasolineras en la ruta, pero como a éstas no siempre se podía acceder, justo antes de ambos pasos fronterizos se construyeron dos estaciones de servicio.
Área de servicio de Dreilinden.
Oeste de Berlín.
El primer Checkpoint Bravo fue establecido por los Aliados en 1945.
Era una simple casetilla en el medio de la autopista que se fue ampliando a medida que aumentaba el tráfico.
Desde hace casi 40 años tanto la autopista como las instalaciones están abandonadas, pues a finales de los 60 se trasladó todo el complejo a la A115, haciéndolo mucho más amplio y práctico.
Colindando con el nuevo punto de control estaba el área de servicio de Dreilinden, inaugurada el 15 de octubre de 1969
Ocupa un terreno de algo más de 5000 metros cuadrados, de los que un tercio era arbolado y el resto (la parte no ocupada por los edificios) la zona de aparcamiento.
Las construcciones fueron encargadas por el Departamento del Senado para la Construcción y Vivienda al prestigioso arquitecto alemán Rainer Gerhard Rümmler y comprendían dos gasolineras (una en cada sentido) y un motel con restaurante.
Este último, construido en hormigón reforzado, con tres plantas y una superficie total de 1630 metros cuadrados tiene una curiosa forma circular y una no menos curiosa gama cromática.
La colorista idea trataba de contraponerse a los tonos grises y a las formas sobrias que dominaban el lado oriental de la frontera (y casi toda la RDA).
El rojo brillante de la fachada, sus contraventanas azules y sus persianas amarillas ofrecían una calurosa bienvenida y pronto se convirtió en un símbolo que representaba la llegada a la zona oeste.
Aunque en el proyecto también colaboró otro arquitecto, Hans Joachim Schröder, el edificio mantiene claramente el estilo de Rümmler, que ya había diseñado un buen número de estaciones del metro de Berlín como la que muestra la fotografía.
El motel tenía 16 habitaciones, según figura en la guía de 1996 de Tank & Rast, la empresa que gestionaba el área.
La siguiente guía que tenemos es de 1998 y la única referencia que hace a Dreilinden es una pequeña tienda en la dirección este.
El motel estaba en el otro lado de la autopista y como los carteles que aún se pueden ver en la entrada son precisamente los de Tank & Rast, suponemos que se cerró entre 1996 y 1997.
Sabemos por diferentes periódicos que el restaurante (cuya gestión era independiente de la del motel y las gasolineras) tenía una capacidad de 100 comensales y que permaneció abierto hasta el año 2002.
A pesar de haber leído mucho acerca de este emblemático edificio, los contradictorios datos que hemos obtenido nos impiden ofrecer una información más precisa.
Tras siete años abandonado, el inmueble salió la venta en febrero de 2009 y desde hace algo menos de un mes pertenece al empresario Thomas Drechsel.
Su pretensión, según ha declarado recientemente, es convertir los 970 metros cuadrados útiles del local en una sala de fiestas aunque “manteniendo el aspecto que siempre veía cuando esperaba, siendo un niño, en la cola de la frontera”
Por su valor histórico el edificio está catalogado como monumento, así que cualquier actuación ha de respetar la forma, los colores y las enormes letras blancas con el nombre del lugar.
Parte fundamental del área de servicio de Dreilinden eran las dos gasolineras.
Están construidas una a cada lado del Oso de Berlín, obra en bronce del escultora Reneé Sintenis, que desde 1956 saluda a todos los visitantes de la capital germana.
De nuevo la Arquitectura pop es la protagonista, llamando especialmente la atención las siete columnas de sustentación de la marquesina.
Están adornadas con vanos circulares y atravesadas por un largo cilindro a cuyos extremos se colocaron dos enormes relojes.
Entre ellas estaban situados los seis grupos de surtidores, de los que no ha quedado más que una marca en el suelo.
Como dato curioso podemos decir que las esferas de los relojes de ambas estaciones de servicio tienen diferente tipo de letra.
No conocemos la fecha de cierre de la gasolinera situada en dirección este, pero sí que hasta 2002 mantuvo un kiosco de comida y bebida de 12 plazas con cabina telefónica, duchas para los transportistas y zona para mascotas.
La gasolinera de la dirección oeste funcionó hasta 1996.
Como cualquier estación de servicio tenía una pequeña tienda, máquinas expendedoras, aseos, teléfono y fax.
También contaba con un taller para reparaciones rápidas como cambio de luces, arreglo de pinchazos o montaje de repuestos.
Los 175 kilómetros por Alemania del Este
Volviendo a la familia que quería llegar hasta la RDA, una vez superado el trámite del Checkpoint Bravo comenzaba la parte más complicada del trayecto.
Nada más cruzar a la RDA tendrán que parar en el puesto fronterizo de Drewitz.
Normalmente tendrán que esperar en la cola un buen rato hasta que llegue su turno y levanten la barrera que les dará acceso al punto de control.
Un soldado indicará al conductor que pare, pedirá que bajen los ocupantes del vehículo y que muestren sus pasaportes. Si son correctos, les guiará hasta el interior del edificio y allí, a través de una estrecha ranura en la pared, entregarán sus documentos a un oficial al que nunca llegarán a ver.
Éste se asegurará de que las personas están en la lista de solicitantes, revisará sus documentos y comprobará minuciosamente su autenticidad, cotejará que los nombres coinciden exactamente con los de las Flag Orders y el visado y ante cualquier sospecha de falsificación les impedirá cruzar la frontera.
El tiempo de espera en esta zona oscilaba entre diez minutos y una hora aunque nunca se tenía muy claro de qué dependía dicha espera.
Escuchar una serie de fuertes golpes era una buena noticia, pues era el ruido de los múltiples sellos que estampaban en los documentos y que anunciaban que el proceso había terminado.
Antes de devolverle la documentación por la misma ranura, el oficial escribirá la hora de paso por la frontera, algo aparentemente banal pero que más adelante veremos que era un dato importantísimo.
Probablemente también se registrará el vehículo para buscar artículos prohibidos en la RDA tales como prensa occidental, películas, literatura, comics e incluso juguetes Lego.
Otro rato de espera (esta vez más corto) y se abrirá la barrera de salida.
El gobierno de Alemania del Este, siempre falto de divisas, impuso en septiembre de 1951 un peaje a los vehículos que circulaban por la autopista de 10 DM por coche y de entre 10 y 50 DM por camión (dependiendo del tamaño)
En 1955 la RDA subió la tarifa hasta los 30 DM por coche, pero apenas tres meses después volvió a su precio normal ante las protestas de los ciudadanos del Oeste.
El peaje “terminó” en 1980, cuando se llegó a un acuerdo por el que el Gobierno Federal pagaría la suma anual de 50 millones de DM a la RDA a condición de que sus ciudadanos no tuvieran que pagar por circular por la autopista.
Estaba completamente prohibido desviarse de las rutas de tránsito y habitualmente se establecían controles policiales en las salidas.
A lo largo del camino los viajeros tenían algunas áreas de descanso en las que podían parar a estirar las piernas o hacer picnic.
Eso sí, bajo la atenta mirada de la Policía para evitar que “secuestraran” a un ciudadano de la RDA.
También había áreas de servicio con gasolinera y restaurante, aunque no siempre se podía acceder a ellas.
Testimonios de la época hablan de que, si bien el precio del combustible era más barato que en la RFA, la calidad de los carburantes dejaba mucho que desear.
Respecto a los restaurantes, entre los camioneros tenía cierta fama el de área servicio de Michendorf, pues se podía comer muy bien por tan solo 2,89 DM.
Los autobuses, por su parte, no podían detenerse más que en un par de áreas especialmente reservadas para ellos, pues las autoridades de la RDA habían observado que esa era la vía de fuga más utilizada.
Como es natural no estaba permitido hablar o reunirse con los alemanes orientales y los omnipresentes policías militares soviéticos se encargaban de evitar cualquier contacto.
Se sabe que la STASI (Policía de Seguridad del Estado) tenía numerosos agentes entre los camareros, los empleados de la gasolinera e incluso los civiles.
Otra de sus técnicas era viajar en vehículos con matrícula de la RDA y tratar de encontrar “traidores” entre sus propios ciudadanos.
Les ofrecían documentación falsa, esconderlos y sacarlos del país o tratos comerciales… así, los infelices que picaban eran inmediatamente detenidos.
La manera de distinguirlos era mirando precisamente la matrícula, pues nunca se molestaban en pagar el seguro o en tener la ITV pasada.
Recordemos que entre las recomendaciones que hacían los Aliados a los viajeros estaba la de comprobar que el cuentakilómetros del vehículo funcionara correctamente.
El motivo era que otro método de recaudación de divisas por parte de la RDA y que tuvo gran éxito fueron las multas por exceso de velocidad.
Los alemanes del Oeste estaban acostumbrados a sus autopistas sin límite.
Tenían coches potentes y por norma general trataban de estar el menos tiempo posible en territorio del Este.
La velocidad máxima permitida era de 100 km/h y las patrullas de la Volkspolizei (Policía Popular) se apostaban a lo largo del camino para cazar a todo aquel que la superase.
Había dos modos de sancionar a los infractores.
El primero era el clásico radar, normalmente montado sobre un trípode y escondido entre los árboles. Cuando un vehículo circulaba más rápido de lo permitido el agente avisaba por radio y un kilómetro después, en un lugar en el que la Policía habría cortado un carril, será desviado y multado.
Pero no haberse topado con la patrulla tampoco garantizaba librarse de una multa.
Al llegar a la frontera lo primero que se comprobará es la hora de paso por Drewitz escrita en los documentos y mediante un sencillo cálculo se sabrá si el viaje ha durado menos de lo que debería, lo que implicaría una velocidad superior a la permitida.
Pero la hora de entrada al Este no sólo servía para multar a los occidentales que superaban los 100 km/h.
Si se observaba que se había empleado mucho más tiempo del necesario en cruzar el país, el conductor sería sospechoso de haber tomado un desvío o de haberse reunido con ciudadanos orientales.
Y si se alegaba que se había parado a comer en el restaurante, los guardias fronterizos exigían que se mostrara la factura a modo de prueba.
Puesto fronterizo de Marienborn/Autopista
Marienborn, Sajonia-Anhalt
El 1 de julio de 1945 se construyó un punto de control en la autopista Berlín – Hannover a la altura de la línea de demarcación entre las Zonas de ocupación británica y soviética.
Al ser ésta la ruta más corta entre la RFA y Berlín, lo que en principio fueron solamente un par de casetas de madera terminó convirtiéndose en el puesto fronterizo más importante entre las dos Alemanias.
En plena Guerra Fría, con las tensiones políticas entre ambos bloques aumentando, las autoridades soviéticas determinaron que esas construcciones provisionales no ofrecían seguridad a la hora de controlar la frontera.
Entre 1972 y 1974 se estableció en Marienborn, a 1,5 kilómetros al este del anterior, un nuevo puesto fronterizo que ocupaba más de 35 hectáreas (unos 50 campos de fútbol) y que costó alrededor de 70 millones de Marcos Orientales.
Daba empleo a aproximadamente 1000 personas entre tropas fronterizas, personal del control de pasaportes, agentes de aduanas y empleados civiles.
Entre 1985 y su cierre en 1989 se despacharon en Marienborn casi 35 millones de viajeros.
A ambos lados de la autopista se levantó un muro de hormigón y se complementó con altas torres de vigilancia en la que se apostaban guardias armados.
Hoy se ha demolido aproximadamente la mitad del complejo y los edificios que quedan en pie se han convertido en el Sitio conmemorativo de la División alemana.
Ayudándonos con fotografías antiguas vamos a tratar de continuar el viaje de la familia que llegaba desde Berlín y a la que habíamos dejado llegando a Marienborn.
Los transportes militares aliados no tenían que abandonar la autopista y eran controlados por soldados del Ejército Rojo desde una pequeña caseta de la que no quedan restos.
Pero los civiles que por fin llegaban al final del trayecto por la RDA aún habían de pasar por el trámite más complicado.
De nuevo les tocará esperar una cola de aproximadamente una hora hasta poder acceder a las instalaciones de la frontera.
Y eso si tenían suerte, pues cada vez que las autoridades de Alemania Oriental querían demostrar su desacuerdo con alguna acción de los Aliados lo hacían reduciendo la dotación de Marienborn, algo que solía causar colas de tres o cuatro horas.
Lo primero era entregar los pasaportes en la garita. Éstos se metían en carpetas de plástico de colores y se depositaban en una cinta transportadora que los llevaba hasta las oficinas.
Después pasarán por delante de un cañón de Rayos gamma, aunque ni ellos ni el resto de los viajeros tenían la menor idea.
Este detector estaba oculto y era capaz de explorar vehículos atravesándolos con los rayos que generaba el Cesio 137 en busca de personas escondidas.
Poco antes de la caída del Muro se encargó a la STASI su desmantelamiento en secreto, pero tras la Reunificación alemana se supo que estos sistemas se habían instalado en todos los puestos fronterizos.
Hubo gran preocupación entre los conductores y aunque posteriormente pudo comprobarse que las dosis de radioactividad recibidas no resultaron dañinas, lo cierto es que se habían violado todos los protocolos de seguridad nuclear.
Los coches fúnebres con los restos mortales de las personas que se quería que fuesen enterradas en el Oeste eran desviados a un garaje en el que médicos forenses se encargaban de verificar que, efectivamente, el ocupante del ataúd estaba muerto.
Los numerosos intentos de sacar del país a alguien escondido solían terminar aquí, pues los soldados conocían casi todos los trucos empleados.
Un método común era reducir el tanque de combustible de modo que pudiera ocultarse una persona detrás de éste, así que entre las comprobaciones realizadas en la frontera estaba la introducción de una barra de metal en el depósito y ante cualquier sospecha, se mandaba desmontar el vehículo.
Mientras se hacía la comprobación en el taller, los ocupantes (ancianos y niños incluidos) debían esperar horas a la intemperie, muchas veces con temperaturas bajo cero.
Una vez completado el registro y si todo estaba correcto se daba paso a la zona de control de identidad, pasaportes y aduana.
Allí les devolverán los pasaportes que dejaron a la entrada, no sin antes haber pasado por las oficinas en las que funcionarios del Ministerio de Seguridad del Estado los habrán revisado con ayuda de libros de imágenes y listas de nombres.
También hay constancia de que oficiales soviéticos del KGB copiaban algunos de estos pasaportes para luego producir documentación falsa para sus espías.
Los camiones seguían trámites parecidos aunque tenían que pasar por debajo de un puente de observación para que los soldados pudieran comprobar la carga buscando personas escondidas o mercancías ocultas.
Los autobuses se inspeccionaban mediante espejos (móviles y fijos) y con la ayuda de 40 perros especialmente adiestrados.
Intentar escapar utilizando la fuerza bruta resultaba imposible.
Para los coches se instalaron unas barreras que quedaban a la altura del conductor. Así, si trataba de embestirlas resultaría gravemente herido o, como en este caso, muerto.
Tampoco habría suerte si se quería romper la frontera con un camión o un autobús.
Las tropas fronterizas tenían a su disposición cuatro barreras impulsadas hidráulicamente que, con sólo pulsar uno de los 124 botones de pánico repartidos por las instalaciones, atajarían cualquier intento de fuga.
Eran capaces de detener a un camión de 50 toneladas circulando a una velocidad de 80 km/h.
Todos la información recogida convergía en la torre de mando donde el oficial de guardia podía controlar todos los sistemas de seguridad e incluso cerrar completamente la frontera ante cualquier intento de fuga.
La pena mínima por querer escapar del “Paraíso socialista” era de tres años de prisión.
Si alguien pensaba que por la noche resultaría más sencillo fugarse sólo tenía que acercarse hasta Marienborn para salir rápidamente de su error.
Doce impresionantes postes repletos de focos y reflectores iluminaban todo el recinto.
Cada uno tenía una potencia de 8000 vatios y fueron diseñados de modo que no produjeran sombras ni deslumbrasen.
En total, el consumo de este sistema de iluminación era similar al de una ciudad de 20.000 habitantes.
Una escalera en su interior permitía llegar hasta lo alto del poste. Así, además de para el mantenimiento de las lámparas se podría utilizar para tareas de vigilancia.
La familia que salió de Berlín al principio de nuestro viaje virtual a la RFA acaba de cruzar la frontera.
La última parada la harán en el Checkpoint Alpha, el punto de control aliado.
En él presentarán la documentación y por fin estarán en el Oeste.
Volviendo a Berlín
Es cierto que lo más complicado era salir del país, pero entrar a la RDA tampoco resultaba una tarea fácil.
De nuevo había que presentar el pasaporte y todos los documentos de viaje nada más llegar.
El trámite era similar al de Drewitz, pero en Marienborn se realizaba una inspección mucho más minuciosa.
Los animales (domésticos o ganado) eran examinados en la estación veterinaria mientras que las plantas y semillas eran analizadas por personal civil en busca de posibles plagas.
Otro enorme edificio albergaba la aduana.
Incluía una instalación de Rayos X para inspeccionar el equipaje, una sala de chequeos corporales, un despacho en el que se cobraban aranceles o multas y un garaje para desmontar los vehículos sospechosos.
Más adelante estaba la oficina de cambio, que permanecía abierta las 24 horas.
Desde 1964, todo visitante que entraba en la RDA tenía obligatoriamente que cambiar un mínimo de 5 DDM (que fue subiendo hasta alcanzar los 25 DDM en 1989)
A pesar de que el cambio oficial era aproximadamente de 6 DDM por cada DM, las autoridades impusieron la arbitraria e injusta tasa de 1:1.
Como era ilegal sacar moneda del país, los DDM comprados en el Cambio Mínimo Obligatorio debían ser gastados durante la estancia en la zona este.
Todo un negocio para la RDA, que recaudó así cientos de millones en moneda extranjera.
Una cantina para el personal, una estación de transformación para alimentar todo el complejo y equipada con generadores de emergencia, una sala de calderas para la calefacción con su correspondiente estación de transferencia de gas, una nave de garajes para albergar el parque de vehículos y un edificio de uso múltiple con sala de reuniones, bar e incluso un centro de escuchas telefónicas completaban este imponente puesto fronterizo.
A las 24 horas del 30 de junio de 1990, exactamente 45 años después de su apertura se cancelaron los controles en Marienborn.
Nota:
DM: Deutsche Mark, moneda de la RFA
DDM: Mark, moneda de la RDAPara la elaboración de este artículo hemos tenido que acudir a diversas fuentes como periódicos, páginas web, blogs o sitios de aficionados a la fotografía.
Aunque nuestra intención ha sido ponernos en contacto con todos ellos no siempre ha sido posible.
Estos son los lugares de los que hemos obtenido información y/o fotografías históricas:
- Álbum en Flickr de Popo.uw23
- Berlin 1969
- Berlin Brigade Memories
- DDR-Fotos
- IG Deutsche Volkspolizei
- Lester Peter Gideon
- Passkontrolle DDR
- Western Allies Berlin
Texto: Tomás Ruiz
Fotografías: Daphneé García y CELATV