Revista Sociedad

La Fuente, una tradición en Guadalajara

Publicado el 27 diciembre 2013 por Jamedina @medinaloera

Rogelio Corona

    Rogelio Corona, dueño de la cantina de la bicicleta, habla sobre ella en el 92 aniversario de su fundación.

   “Hoy entiendo por qué ustedes se pasan horas aquí. Miren nomás qué buena música, buena compañía, buena charla y buena copa. ¡Cuál problema!”, exclamó una dama que visitó hace 20 años La Fuente, una de las cantinas más tradicionales de Guadalajara.

   Con 92 años de existencia, esta cantina, ubicada en el Centro Histórico de la ciudad, en el mismo edificio que habitara el famoso personaje tapatío del siglo XIX, Francisco Velarde, mejor conocido como “El Burro de Oro”, sigue fiel a su tradición de ofrecer a su numerosa clientela un ambiente confortable y alegre.

Cantina fundada por Florencio López en 1921

   Rogelio Corona, su actual propietario, afirma en entrevista que “La Fuente”, conocida también como la “cantina de la bicicleta”, fue fundada por don Florencio López en 1921 en la Calle Hidalgo, frente al Museo Regional, en lo que es hoy la Plaza de la Liberación.

   Posteriormente, al iniciarse las obras de demolición ordenadas por el gobernador Jesús González Gallo, a principios de los años 50, para modernizar el centro de la ciudad, la cantina tuvo que mudarse a su actual domicilio, de Pino Suárez 78, a sólo media cuadra de su sitio original.

   El dueño original enfermó en 1923 y heredó el negocio a sus tres hijos: José, Andrés y Toño, quienes lo atendieron personalmente hasta que a principios de los 80, ya viejos y cansados, decidieron venderlo.

   Recuerda Rogelio que por los años 60 conoció la cantina y se encariñó de ella, pero no fue sino hasta 1982 cuando don Toño se la ofreció en venta. Rogelio tomó posesión de la misma el uno de enero de 1983.

La bicicleta, una historia que data de 1957

Barra y bicicleta

Barra y bicicleta de La Fuente.

    Sobre la famosa bicicleta que desde hace más de medio siglo es símbolo del establecimiento, comenta Rogelio que su dueño era un ferrocarrilero que por 1957 llegó pidiendo servicio, pero como no lo quisieron atender porque andaba “tomado”, dijo: “Bueno, voy al baño y me salgo”.  Así lo hizo, pero al salir olvidó su bicicleta.

  Fue un empleado de Hacienda quien semanas después, al ver que no regresaba el dueño del vehículo, tomó el número de placas y averiguó su dirección, pero cuando lo fueron a buscar ya no vivía ahí.

   Pasaron los años y la bicicleta quedó abandonada en el baño del negocio. Cuando llegó Rogelio, en 1983, la puso en un nicho de cantera, y ahí está todavía en espera de que su propietario vaya por ella.

Entran las primeras mujeres en los años 80

Don Chuy en La Fuente. (P. Guadalajara Antigua en F)

Jesús (Chuy) Conrique, atento y cordial con su clientela.

   Por los años 80 –agrega Rogelio-, apareció un decreto federal relativo a la equidad de género, que permitía el acceso de la mujer a sitios de reunión anteriormente exclusivos de los hombres.

   Una de las primeras mujeres que entraron a La Fuente se sentó, pidió un tequila, encendió un cigarro y se puso a leer un libro. “En eso estaba –dice Rogelio- cuando llegó un inspector del Ayuntamiento y me ordenó que la sacara, pero como yo me negué porque la dama no hacía nada fuera del orden, me respondió: –O la sacas tú o la saco yo”.

   –“Pues sácala tú –le contesté–, pero primero te voy a decir quién es: si no me equivoco es hija de Ramírez Ládewig.

   “Cuando le di el nombre, el inspector dio media vuelta y se fue”.

  Cabe recordar que Ramírez Ládewig fue fundador y líder de la otrora poderosa Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), que todavía por ese tiempo arreglaba las cosas a su manera, es decir, con métodos nada pacíficos.

    Otra anécdota de la época es que durante una premiación de periodistas celebrada en La Fuente, acudieron esposas y novias de los mismos y les encantó el ambiente. Una de ellas, la maestra Rimoldi, comentó: “Hoy entiendo por qué ustedes se pasan horas aquí. Miren nomás qué buena música, buena compañía, buena charla y buena copa. ¡Cuál problema!”

“Abogado que no conoce La Fuente, no es abogado”

   Entre los clientes ha habido de todo: políticos, deportistas, escritores, periodistas, abogados… “Abogado que no conoce La Fuente, no es abogado”, decían. También artistas, actores y cantantes como Plácido Domingo, Silvia Pinal e Ignacio López Tarso, han estado ahí, entre otros.

   “Además, vienen visitantes de todas partes del mundo y les abrimos los brazos. Tengo por costumbre que a cualquier turista que llega por primera vez –hasta 50 juntos–, a todos ellos les invito la primera copa, de lo que tomen”, dice Rogelio.

Sobre las conversaciones de los clientes, comenta:

    “Aquí no hay tarugos, puros listos, porque te saben de política, de futbol, de arte, de religión, de lo que quieras. Si de futbol se trata, te dicen: “No, mira, la selección adecuada es ésta y el entrenador éste, aunque ya saliendo nos hayan goleado y eliminado.

   “La Fuente la han hecho los clientes, porque si bien todo el mundo cuenta, desde el que barre y trapea hasta los proveedores, el principal objetivo aquí es el cliente y se le trata bien, venga de donde venga”, agrega.

Música tradicional y escrupulosa limpieza

   En 1983 había un cuarteto de músicos que cobraban sus piezas al cliente, pero unos se murieron y otros desaparecieron y se acabó la música.

 Entonces Rogelio reunió a unos señores mayores, de 90 años en promedio, entre ellos don Eliseo Sánchez, pianista, y Rubén Sarabia, violinista, y continuó el ambiente con música tradicional. Después siguieron Samuel Aceves, pianista, Toño “Luchador” y Pepe Lozano, entre otros.

   Otra de las tradiciones de esta cantina es la escrupulosa limpieza: persiste la diaria costumbre de lavar muy bien con jabón y cloro el piso del establecimiento, una vez que por la noche se han cerrado sus puertas.

   Artículo relacionado: La cantina de Don Beto.


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