Revista En Femenino

La Gallina es un Mamífero

Publicado el 30 marzo 2013 por Historiadea
Estoy francamente hasta el nenúfar de escuchar, por activa y por pasiva y en todos los foros habidos y por haber, que en España, a día de hoy, tenemos la generación de jóvenes más preparada de toda nuestra historia y que vamos a ir todos derechitos al infierno por no poder satisfacer sus expectativas laborales y/o económicas.
No sé si vosotros gozáis de información privilegiada, pero ésta que aquí escribe no sabe en base a qué estadística y partiendo de qué premisas se asevera semejante órdago. Porque, o yo soy muy lerda _hecho perfectamente plausible por cuanto pertenezco a la Generación del 71 y el mejor Máster que tengo en mi haber es el de la Vida_ o, es probable, me he perdido el dossier informativo de la cosa donde, con pelos y señales, deben constar de manera perfectamente rigurosa los datos que refrendan la afirmación arriba señalada.
Si, como es mi sospecha, éstos se extraen de la cantidad de títulos (públicos, privados, concertados o en escabeche) que se expiden cada año en este país, no me extraña que, de manera tan peligrosa, a tertulianos, opinadores y padres y madres resentidos que creen que sus nenes (y nenas) son los más guapos, listos y preclaros del Universo porque han hecho dos carreras, amén de media docena de másters (que han desbarrancado, por cierto, la economía familiar), se les llene la boca de espumarajos y soflamas relacionados con lo injusta que es la vida con esta pléyade de jóvenes tan supuestamente bien preparados.
Para empezar, no es lo mismo estar híper titulado que estar en disposición de aportar a la empresa, pública o privada, algo más que secreciones. Aprobar exámenes y, por ende, acumular orlas, no demuestra _a priori_ nada más que una cosa: que el poseedor de tan preciados trofeos es capaz de pasar hojas, memorizar textos y cascarlos, de la "a" a la "z" _como un papagayo_ en un folio con membrete universitario.
Y es que una cosa es la educación (que se mama en casa), otra los conocimientos adquiridos (reglados o no) y, otra diametralmente distinta, el poso que esto deja en cada uno de nosotros y lo que nuestra inteligencia, creatividad y pericia _de manera subsiguiente_ es capaz de hacer con la simbiosis de todo ello.
Creo que vivimos en un mundo académicamente inflacionista donde, además, las Humanidades han pasado a ser arrinconadas en los planes de estudio y donde, de manera absurda, las Ciencias lideran el ránking de conocimientos más valorados y presuntamente más susceptibles de dotarnos de herramientas de éxito a la hora de buscarnos la vida. Como si ser Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos o Registrador de la Propiedad (¡hay que joderse qué cosas más raras estudia la gente!) en un contexto donde los viejos paradigmas se desmoronan, confiriese más garantías de felicidad y éxito que dedicarte, como apuntaban tus maneras ya desde la cuna, a pintar o a hacer teatro.
Hemos perdido la capacidad de vivir de nuestros dones y hemos aprendido que hay que vivir de nuestros títulos. Y, lo que es peor, esta sociedad plagada de tecnócratas, científicos, economistas, abogados, médicos, notarios y resto de raleas honorables, sigue mirando por encima del hombro a creativos, artesanos, mecánicos y autodidactas.
Como dice Sir. Ken Robinson _uno de los más lúcidos adalides de la creatividad a nivel mundial_, "...estamos  sumidos en una profunda revolución en la que la habilidad académica ha llegado a dominar nuestra visión de la inteligencia... El sistema de educación pública es un prolongado proceso de admisión universitaria... Y la consecuencia es que muchas personas altamente brillantes y creativas, creen que no lo son porque aquello en lo que eran buenos en la escuela no fue valorado o fue estigmatizado...".
Dudo mucho que toda esa generación ultra titulada y "chupi" guay a la que se alude con machacona insistencia un día sí y otro también en los medios de (in) comunicación esté mínimamente preparada para aportar ideas que generen valor a nuestro mundo, que es de lo que se trata a la hora de hablar de progreso y avance social. Muchos de sus integrantes, después de remasterizarse por el anverso y el reverso, vuelven al nido a rascarse el peplum argumentando, claro, que el mundo es ancho y diverso, que da mucho "yuyu" y es un asco fregar platos (como si los jóvenes de hace veinte años, entre los que me incluyo, no nos hubiéramos remangado los puños para fregarlos antes, durante o después de la universidad para ganarnos la vida) y que como en el salón de casa no se está en ningún lado. 
Algunos de ellos, los más valientes y dotados, incluso se aventuran a preparar oposiciones a maestro y nos sorprenden en convocatorias públicas con sus profusos conocimientos (adquiridos, of course, tras años de afanados estudios sufragados por papá y mamá) regalándonos perlas como "deriban", "vagaje", "anbito", "veverlo", "bolcán", "inportancia" o "creacción" y enseñándonos, sobrados de la autoridad intelectual, moral y personal que les otorgan sus másters, títulos y diplomas varios, que "Soria es una comunidad autónoma".
Y que da igual lo que digan los libros o la Enciclopedia Espasa porque (como hemos conocido tras los resultados de la última convocatoria de opositores a docentes en la capital del Reino), "escrúpulo" significa "salida del sol", el Duero, el Ebro y el Guadalquivir pasan por Madrid, gavilán es "un viajero" y, lo peor de todo, "la gallina es un mamífero".
Pues eso. 

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