Revista Opinión

La gran mentira de la socialdemocracia: "Cobremos impuestos a los ricos"

Publicado el 09 marzo 2017 por Franky
El mantra de que los ricos son malos y hay que estrujarlos para que paguen más impuestos ha calado en la sociedad y aporta decenas de millones de votos a los socialdemócratas, que se presentan ante el mundo como los defensores de los pobres y el azote de los ricos, cuando la historia demuestra que son justamente lo contrario. --- gran mentira socialdemocracia: En las últimas siete décadas, dominadas por partidos políticos de orientación socialdemócrata, los ricos se han hecho más ricos que nunca, han ganado todas sus grandes batallas políticas y legales, han arrebatado casi el 15 por ciento de su riqueza a las clases medias y trabajadoras y han llenado el mundo de paraísos fiscales y de leyes que les benefician y les permiten evadir impuestos y acumular sin trabas todo el poder y toda la riqueza que puedan.

Los ricos, con la ayuda de los políticos, sobre todo de los socialdemócratas, han debilitado y maniatado a los sindicatos, han hecho pingües negocios con las privatizaciones de grandes empresas públicas rentables, han limado las garras a la democracia para que no sean los ciudadanos los que tomen las decisiones, controlan a la gran mayoría de los gobiernos y han logrado que se aprueben exenciones de impuestos para los que más tienen y leyes que les favorecen y les endiosan como teóricos creadores de empleo y riqueza.

Los políticos, para beneficiar a los poderosos y a ellos mismos, han degradado las democracias para evitar que sean los ciudadanos los que elijan y hagan las leyes. Las democracias, en la actualidad, están fuera de control cívico y están bajo dominio de políticos y burócratas que, a su vez, están controlados por el establishment mundial.

Hoy, gracias a la traición de los políticos al pueblo y a su sometimiento al establishment de los multimillonarios, la riqueza se ha concentrado en unos pocos, hasta alcanzar cifras tan escandalosas e inmorales como que los cien personas más ricas del mundo posen más riqueza que la mitad de la población mundial mas pobre, lo que equivale a que cien millonarios tienen más que seis mil millones de seres humanos.

Un ejemplo elocuente de esa "traición" socialdemócrata al pueblo es el Impuesto de Sucesiones descomunal que el gobierno socialista cobra en Andalucía, cientos de veces superior al que se cobra en Madrid, por ejemplo. La presidenta Susana afirma que ese impuesto es para que los ricos paguen, pero eso es falso porque los ricos lo eluden emigrando a Madrid o adquiriendo productos bancarios no afectados por ese impuesto, como los fondos de pensiones y otros, siendo las clases medias y los trabajadores los que pagan el impuesto brutal o renuncian a heredar, quedando los bienes de la herencia en poder de la Junta, en contra de la voluntad expresa del fallecido, toda una sucia, abusiva aberración que, además, está envuelta en falsedad hipócrita.

Los políticos han ayudado a que los millonarios controlen gobiernos, bancos, grandes empresas, a los grandes grupos de presión y think tank del planeta y a decenas de miles de profesionales, a los que llaman "escuderos", para que sus inteligencias y habilidades les permitan acentuar su dominio del mundo.

Entre los "escuderos", los periodistas, los políticos, los jueces y los estrategas del poder son los más valorados.

Pero esos políticos, verdaderos traidores de sus pueblos y de las ideas que proclaman en mítines y campañas electorales, afirman ante el pueblo que "A los ricos hay que exprimirlos con impuestos para lograr la igualdad". Es difícil superar tanta hipocresía y bajeza.

En las recientes elecciones de Estados Unidos, quedó demostrado que Obama y Hillary Clinton, dos socialdemócratas puros, eran los candidatos del establishment, mientras que Trump era una especie de lobo solitario dispuesto a asaltar el "sistema".

Basta echar un vistazo al mundo para descubrir que los ricos no paran de avanzar, mientras lo pobres cada día son más pobres y las clases medias son diezmadas y saqueadas.

Este es, por desgracia, nuestro mundo.

Francisco Rubiales



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