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La gran senescala, Diana de Poitiers (1499-1566)

Por Sandra @sandraferrerv
La gran senescala, Diana de Poitiers (1499-1566)El 10 de julio de 1559, el rey Enrique II de Francia moría tras participar en un torneo durante las celebraciones de la paz de Cateu-Cambresis. Su cuerpo inherte lo mantenía Catalina de Médicis, la reina de Francia. Pero su verdadero amor, Diana de Poitiers no pudo estar a su lado. La reina se lo había prohibido.
Una amante de alta cunaDiana de Poitiers había nacido en 1499 en el seno de una de las familias aristocráticas más importantes de Francia. Su padre, Jean de Poitiers era conde de Saint-Vallier y vizconde de Estoile. Tras la muerte de su madre, Jeanne de Batarnay, cuando Diana tenía solamente seis años, fue trasladada a la corte donde pasó casi diez años como dama de Ana de Francia, hija de Luis XI.
Cuando Diana era una bella joven de 15 años se acordó su matrimonio con Luis de Brézé, cuarenta años mayor que ella. El conde de Maulevrier y señor de Anet representaba al rey en Normandía como gran senescal y descendía de la familia real por una rama ilegítima originada de la relación entre Carlos VII y su amante Agnès Sorel.
Durante los años que duró su matrimonio, Diana fue una esposa y madre ejemplar. A pesar de la diferencia de edad, Diana amó y respetó a su marido, con el que tuvo dos hijas. Pero la desaparición de Luis cambió el destino de Diana.
Cortejada por EnriqueEn 1531 Diana de Poitiers, con 31 años, quedaba viuda. Un año antes, los dos hijos mayores del rey Francisco I de Francia habían vuelto de su estancia en Madrid como rehenes por la derrota de su padre en la batalla de Pavía contra Carlos V acaecida en 1525. El emperador había hecho prisionero al rey francés y solamente quedó en libertad tras el tratado de Madrid que reclamaba a sus dos hijos como rehenes. Enrique tenía entonces once años cuando se reencontró con Diana a quien recordaba como la última persona que había consolado su desesperación cuando debía partir hacia Madrid. Desde entonces Enrique había quedado prendado de la belleza y personalidad de Diana.
Ahora que era viuda, Diana se reinventó a sí misma. Su modelo a seguir sería Artemisa, hija del rey de Halicarnaso; tomó el blanco y el negro como sus colores básicos; en su escudo incluyó la antorcha invertida, símbolo de las viudas y honró a su esposo desaparecido con un mausoleo en la capilla del castillo de Anet.
Diana superaba en más de veinte años la edad de Enrique pero aceptó su adoración pública envolviéndola en una parafernalia parecida al amor cortés. Ella misma rodeó su persona y sus relaciones con Enrique de un halo de misterio confiriéndoles un carácter mitológico y sacro y transformando a la viuda ejemplar en diosa del Olimpo1. Incluso se hizo retratar como Diana cazadora.
Los símbolos continuaron cuando en 1547 Enrique subió al trono y no dudó en crear el famoso escudo con sus iniciales entrelazadas.
Poder sobre el monarcaDiana no fue una simple amante. El ascendiente y el poder que ejercía sobre Enrique lo utilizó para inmiscuirse en asuntos de gobierno ejerciendo un papel similar al de un primer ministro.
En su papel de consejera del rey no dudó en conducir al monarca a los brazos de la reina legítima, Catalina de Médicis, para que diera al reino un heredero. Cuando los vástagos llegaron, ella misma se ocupó de su educación.
La hora de la reinaCatalina de Médicis pasó los primeros años de su reinado soportando la presencia de Diana en la corte. Lo hizo en silencio y aceptando la situación. Pero su poder llegaría con la muerte de su esposo. Cuando Enrique fue herido de muerte en 1559, Catalina hizo su primer gesto de rechazo a Diana. Prohibió su presencia al lado de Enrique y durante sus funerales. Después la apartó de la corte y de la educación de sus hijos.
Digna hasta el finalA pesar de que Diana fue expulsada de la corte, no dejó de tener relaciones con las familias más importantes del reino. Desde su exilio en el castillo de Anet Diana continuó viajando a París y mantuvo su puesto en la sociedad aristocrática.
No en vano, Catalina exigió las joyas de la corona que había lucido Diana y le quitó el castillo de Chenonceau pero a cambio le cedió el de Chaumont. La reina sabía de la influencia que su eterna rival aun mantenía en París, así que la venganza no era favorable para ella.
Diana moría en su castillo de Anet en 1566.
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