Revista Ciencia

La guerra como estrategia obsoleta

Publicado el 29 diciembre 2011 por Createandshare @CreateShareBlog

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El reciente anuncio del retiro de tropas estadounidenses en Irak plantea la pregunta de si la guerra, tal y como se le ha entendido durante tantos siglos, es ya una estrategia obsoleta.

Por mucho tiempo se ha intentado explicar por qué existe la guerra, por qué siempre ha existido y, según algunos, por qué existió y siempre existirá, per saecula saeculorum. Algunos como Hobbes, o más recientemente James Hillman, aseguran que la guerra es un estado cuasi natural del ser humano, una cualidad inherente de la que nunca nos desprenderemos.

Sin embargo, en interpretaciones menos metafísicas, se ha dicho que la guerra no es más que una de las formas de supervivencia, un procedimiento mediante el cual se obtiene recursos, territorio y en general una mejora en las condiciones materiales de un grupo social. Además, desde la época moderna, se trata de un conflicto que se libra entre dos naciones claramente constituidas como tal.

Partiendo de esta última concepción de la guerra es que los articulistas del New York Times Joshua S. Goldstein y Steven Pinker han publicado un texto en el que se preguntan si ese modelo de guerra ha caducado y es ahora obsoleto, sobre todo a la luz del reciente retiro de las tropas estadounidenses en Irak, la muestra de que el gobierno aceptó el monumental fracaso de la milicia en el país árabe.

Goldstein y Pinker aseguran que las guerras prototípicas en el sentido habitual del término —según se maneja en los estudios especializados como conflicto entre ejércitos que causa al menos 1,000 muertos en combate, además de víctimas civiles— se han vuelto más bien raras en los últimos años, con incursiones esporádicas como la de Estados Unidos en Irak en 2003 o la de Rusia en Georgia en 2008, además de algunos enfrentamientos menores entre las dos Coreas y Taliandia y Camboya. Asimismo, según cálculos recientes, si un siglo atrás las muertes eran en un 90% militares y 10% civiles, ahora la proporción se ha mantenido en un 50-50 en las últimas décadas.

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Dicen Goldstein y Pinker que todo esto se debe, o al menos en parte, a que la guerra “ya no paga”: paralelamente al conjunto de normas y tabúes que existen en torno al manejo de conflictos entre naciones (que en algunos casos ayudan a resolver acuerdos de paz), se encuentra el hecho de que ahora la riqueza de un país se obtiene fundamentalmente del comercio, actividad que la guerra lesiona y por lo cual es preferible evitarla, luciendo así menos atractiva para un gobernante cuyo poder depende del crecimiento económico.

Según ha señalado el politólogo John Mueller, las guerras civiles contemporáneas están más cercanas al crimen organizado que a la guerra tradicional. Las milicias armadas —verdaderas pandillas de matones— monopolizan recursos como la cocaína en Colombia o el coltán en el Congo, o aterrorizan a los locales pagando tributo a fanáticos religiosos, como en Somalia, Nigeria o filipinas.

Pero los autores van más allá y aventuran otra respuesta, una a medio camino de la sociología y la antropología que no excluye la esperanza en los valores edificadores de la civilización:

Quizá la causa más profunda del declive de la guerra sea una repugnancia creciente hacia la violencia institucionalizada. Las tradiciones brutales que fueron un lugar común por milenios han sido ampliamente abolidos: canibalismo, sacrificios humanos, quema de herejes, esclavitud, mutilación punitiva, ejecuciones sádicas. ¿Puede la guerra seguir siendo el camino para la subasta de esclavos? Nada en nuestra naturaleza lo descarta. Es cierto: seguiremos albergando demonios como la codicia, la venganza y el auto-engaño. Pero también tenemos las facultades para inhibirlos, como el autocontrol, la empatía, la razón y el sentido de lo justo. Siempre tendremos la capacidad de matar a los otros en gran cantidad, pero con esfuerzo podemos salvaguardar las normas y las instituciones que han hecho a la guerra cada vez más repugnante.

  • Fuente: Pijama Surf
  • Imagen inferior: War and Peace, by Jayel Aheram (flickr)

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