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La Historia Compartida – Albert Fish

Publicado el 22 febrero 2017 por César César Del Campo De Acuña @Cincodayscom

La Historia Compartida…Por César del Campo de Acuña

Sean bienvenidos una vez más a La Historia Compartida, la sección de www.cincodays.com dedicada a las breves biografías de las más variopintas personalidades de la historia. Hoy les voy a hablar de uno de los peores asesinos en serie de principios del siglo pasado.

La Historia Compartida – Albert Fish
¿De quién hablamos?: de Hamilton Howard Fish, Albert Fish, un asesino en serie y caníbal estadounidense nacido el 19 de mayo de 1870 en Washington D.C. Falleció a los 65 años de edad el 16 de enero de 1936 en Ossining, Nueva York.

¿Por qué paso a la historia?: Albert Fish ha pasado a la historia como uno de los asesinos en serie más notorios de principios del siglo XX. Se calcula que al menos 15 personas murieron a sus manos aunque el siempre presumió de haber matado al menos a 400.

¿Sabías que…?: Su infancia, como la de muchos otros futuros asesinos en serie no fue en absoluto placentera. Desde muy pequeño comenzó a sentir inclinación por las practicas sadomasoquistas disfrutando enormemente del castigo físico que recibía o que se auto infligía. Evidentemente, no solo disfrutaba sufriendo sino que además gozaba causándoles dolor a los demás siendo sus primeras víctimas los desafortunados animales que cayeran en sus manos. El futuro “Hombre gris” quedo huérfano de padre a la temprana edad de 5 años. Su madre, desprovista de ingresos, se vio forzada a mandar a sus hijos a un orfanato. En el centro recibió continuos  abusos por parte de sus cuidadores y compañeros (estos últimos se ensañaban especialmente con él al comprobar que disfrutaba de las palizas). Salió del orfanato a los 12 años de edad, cuando su madre pudo hacerse cargo de él, y empezó a mantener relaciones sexuales con homosexuales y a desarrollar un gusto mal sano por la coprofagia y urofagia. Por otro lado empieza a coleccionar recortes de periódicos sobre casos de asesinos en serie y canibalismo.

8 años después se le pudo ver en Washington ejerciendo la prostitución homosexual. En aquellos años violo a un niño, probablemente cometiera su primer asesinato y otros pequeños delitos como exhibicionismo, estafa, falsificación de cheques, pequeños hurtos o el envío de cartas obscenas siendo detenido hasta en 8 ocasiones por estos actos. Hace falta señalar que por aquel entonces Fish, en ocasiones, aseguraba ser Jesucristo y en otras afirmaba que hacia todo lo que hacía siguiendo la voz de San Juan Evangelista. Los evidentes problemas mentales de Fish no eran algo nuevo en su familia; Su madre también aseguraba escuchar voces, dos de sus tíos terminaron sus días encerrados en instituciones mentales y sus hermanos (los de Fish) si no acabaron enloqueciendo, pasaron el resto de sus días alcoholizados.

Debido a su evidente psicopatía sexual con tendencias hacia el sadomasoquismo (hablamos de un hombre que disfrutaba clavándose agujas en el escroto o frotarse los muslos con los tallos de un rosal) fue internado por la fuerza en tres instituciones mentales. Desafortunadamente para sus víctimas (muchachos jóvenes de las clases bajas a los que violaba) su comportamiento se convertía en un ejemplo para el resto de internos una vez se encontraba encerrado por lo que no tardaban en dejarlo en libertad. Una vez más en la calle Fish se entrega a su cruzada a favor del dolor, considerando esta sensación como la única que le permitía expiar sus pecados. A pesar de su evidente homosexualidad Fish se casó en 1898 y tuvo seis hijos a los que obviamente castigo con asiduidad. Su mujer no tardo en abandonarle, pero no le importo. Malvivía en pensiones de mala muerte y subsistía gracias a su trabajo como pintor de brocha gorda mientras que cada noche se refugiaba en la Biblia, libro en el que encontraba consuelo.

En 1910 comenzó a practicar el canibalismo. Sus víctimas eran siempre niños vagabundos de las calles de Nueva York. Al parecer, en aquellos momentos las desapariciones eran algo habitual en la floreciente ciudad y según los investigadores que trabajaron en el caso de Albert Fish, muchas de esas misteriosas desapariciones se le podían achacar a la presencia del Hombre Gris en las calles de Nueva York. Por otro lado, Fish no dudaba en gastar sus pocos ingresos en burdeles donde siempre pedía que le azotaran. El primer crimen del que verdaderamente se le puede responsabilizar no llego hasta 1928, cuando engaño a la familia Budd con un nombre falso, la promesa de un trabajo para su hijo de 18 años y unas señas. En un principio Fish (el cual se presentó ante los Budd como el granjero Frank Howard) quería matar al chico y devorar su pene tras castrarle, pero entonces, cuando estaba a punto de marcharse vio a la hija de 10 años de los Budd, Grace. Les pidió que si se podía llevar a su hija para que acompañara a su sobrina en su fiesta de cumpleaños. Los crédulos Budd aceptaron la propuesta. Nunca volvieron a ver a su hija.

Los Budd, desesperado pusieron el caso en manos de la policía cayendo en las del experimentado inspector Will King. King, todo un perro de presa, nunca daba un caso por perdido y durante meses estuvo investigando el caso de la desaparición de Grace. Su intuición le dijo que el secuestro de Grace no era un hecho aislado. Debía guardar alguna relación con los cientos de desapariciones de menores que ya constaban para el departamento de policía de la ciudad de Nueva York. Pasaron seis años y King seguía atando cabos en el caso de las desapariciones. Para tratar de reflotar el caso, ayudado de un amigo periodista, se publicó un artículo en el que se narraba que el caso de Grace Budd estaba a punto de ser resuelto. Aquella noticia hizo que Fish mandara una escabrosa y terrible carta a los padres de Grace contándoles con todo lujo de macabros detalles la suerte que había corrido su hija. Los Budd se pusieron en contacto con King para darle la carta que habían recibido. Al fin tenía una nueva pista que seguir.

En noviembre de 1934, tras estudiar la caligrafía y la carta, pasaron el papel y el sobre por el espectrógrafo y descubrieron que había una marca en el membrete. El sobre pertenecía a la Sociedad de Socorros Mutuos de Choferes de Nueva YorkKing se dirigió allí y al poco apareció un sospechoso. Se trataba de Lee Siscoski, uno de los conductores. Tras interrogarle Siscoski revelo que había robado material de oficina de la aseguradora  pero, lo más importante que King saco de aquel improvisado interrogatorio fue que buena parte de aquel material fue dejado en una pensión situado en el 200 Este de la calle 52. King no tardo en dirigir sus pasos hacia la pensión para comprobar que en el libro de registros había una caligrafía idéntica a la que había firmado la macabra carta que recibieron los Budd.

King, para no espantar al sospechoso, se registró en la pensión con un nombre falso y paso días estudiando a Albert Fish sin que este tuviera la menor idea de que la policía le pisaba los talones. Cierto día, aprovechando la ausencia de Fish, King se coló en su habitación para buscar pruebas que le incriminaran. Lo que encontró fue un paquete en el interior de un baúl lleno de cientos de recortes de periódicos sobre caníbales y asesinos en serie como Fritz Haarmann, el carnicero de Hannover. Enfrascado en la lectura de aquellos recortes, no se percató en que Fish había regresado a la habitación. El anciano no era rival para King por lo que se dejó detener sin oponerse pero cuando el investigador le leía sus derechos y se acercaba para esposarle, Fish sacó una navaja del bolsillo. King logro reducir al anciano y esposarlo. El Hombre gris había sido detenido.

El 13 de diciembre de 1934, ante una atónita audiencia policía, Fish comenzaba a confesar todos y cada uno de sus crímenes. Los agentes de la ley solicitaron la presencia de psiquiatras y estos también terminaban horrorizados por los lujosos y truculentos detalles con los que Fish decoraba sus crímenes y sus prácticas sadomasoquistas. No se pudo determinar el número de niños asesinados y devorados por Fish. Algunas fuentes policiales aseguraron que el Hombre Gris se jactaba de haber asesinado al menos a 400 menores. Los investigadores rebajaron la cantidad al centenar pero solo pudieron acusarle de 15 asesinatos, los que recordaba con mayor nitidez. Los psiquiatras dictaminaron que Albert Fish se trataba de un hombre en el que se encontraron las anomalías del sadismo, masoquismo, exhibicionismo, voyeurismo, pedofilia, canibalismo e hiperhedonismo. Tras escuchar todo aquello, aquel anciano de aspecto triste dijo a el jurado: “No soy un demente, solo soy un excéntrico”.

Por sus crímenes fue condenado a la silla eléctrica, convirtiéndose en el hombre de mayor edad que era sentenciado a esa pena capital.

Fue ajusticiado el 16 de enero de 1936 en el penal de Sing Sing. Antes de morir dijo: “Que alegría morir en la silla eléctrica. Sera mi último escalofrió, el único que todavía no he experimentado”. La ejecución no fue todo lo bien que debería ya que en la primera descarga las agujas que tenía alejadas en sus testículos causaron un cortocircuito. La segunda termino con su vida.

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