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La Historia Compartida – Ching Shih

Publicado el 30 septiembre 2015 por César César Del Campo De Acuña @Cincodayscom

La Historia Compartida…Por César del Campo de Acuña

Sean bienvenidos una vez más a La Historia Compartida, la sección de www.cincodays.com dedicada a las breves biografías de las más variopintas personalidades de la historia. Si en la última entrega les hable de un guerrero legendario como Diego García de Paredes, en esta nueva entrada les hablare de una mujer de armas tomar.

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¿De quién hablamos?: de Ching Shih (o Cheng I Sao) una pirata china nacida en torno al 1775 y fallecida en 1844.

¿Por qué paso a la historia?: Por ser la pirata de mayor éxito de la historia (mucho más que Grace O´Malley, Mary Read o Anne Bonney) por poner en jaque a la armada imperial china en más de una ocasión y a pesar de ello sobrevivir hasta encontrar el fin de sus días con la tranquilidad de los inocentes.

¿Sabías que…?: Antes de dedicarse a la piratería, Ching Shih fue prostituta en el burdel flotante más importante de Cantón. Se dice, se cuenta, se rumorea, que era la chica más solicitada del prostíbulo (destacaba por su altura y por su belleza) lo que le valió ser la única meretriz del citado lupanar que no tenía los pies vendados (practica china de aquella época que mantenía a las mujeres cerca de casa al no poder alejarse mucho de ella. Por otro lado era una suerte de fetichismo cafre dentro de las prácticas amatorias chinas ya que se supone que los pies atados eran una auténtica obsesión sexual para los chinos).  Ejerciendo su profesión conoció a El Señor Ching (un hombre de mar de desde 1797 dirigía el consorcio de los piratas del mar de la China), el cual se convirtió en su primer marido.

El Señor Ching acabo muriendo (hay quien dice que envenenado por sus compañeros del consorcio cuando se convirtió en el Maestre de los Establos Imperiales del Emperador, mientras que otros relatos dicen que murió en una escaramuza en alguno de sus sangrientas incursiones) y su viuda, en lugar de desaparecer en los pliegues de la historia ocupo el puesto de su difunto marido y dirigió a los piratas (y a sus cuentas) con mano de hierro. De la noche a la mañana, La Señora Ching se encontró dirigiendo un pequeño ejército de piratas compuesto por 500 navíos (de quince a doscientas toneladas) y armados con 25 cañones por banda.

Para que se hagan una idea de cómo se las gastaba La Señora Ching, en su reglamento se podía leer con claridad: “si un hombre va a tierra por su cuenta, o si comete el acto llamado ‘franquear las barreras’, se le horadarán las orejas en presencia de toda la flota; en caso de reincidencia, se le dará muerte”.  Añadan, con respecto al robo y al pillaje esta norma: “tomar a título privado la menor cosa del botín procedente del robo y el pillaje. Todo será registrado, y el pirata recibirá, de las diez partes, dos para él; las otras ocho corresponderán al almacén denominado fondo general. Tomar lo que quiera que fuere del fondo general traerá consigo la muerte”. Quién sabe si por su pasado como prostituta, La Señora Ching dictaminaba: “Nadie deberá seducir para su placer a las mujeres cautivas apresadas en las ciudades o en el campo y llevadas a bordo de un navío. Se deberá, primeramente, pedir permiso al ecónomo, y retirarse a la cala del navío. El uso de la violencia con una mujer sin el permiso del ecónomo será castigado con la muerte”.

En su época de mayor esplendor La Señora Ching llego a mandar a 70.000 marineros dispuestos en 2000 barcos piratas. Este ejército se dividía en seis flotas. Cada una de estas flotas navegaba bajo el mismo pendón pero de diferente color (rojo, verde, amarillo, violeta, negro y la última con un pabellón adornado con una serpiente). Cada una de las flotas estaba regida por un almirante que solo respondía ante La Señora Ching.

No creo que La Señora Ching tuviera nada de española pero no dudo ni un segundo en nombrar a su hijo adoptivo Chong Poo (al que adopto en Vietnam cuando ella y su marido apoyaron a  Tay-son en la sublevación del campesinado) al convertirlo en su lugarteniente. Ching Shih termino enamorándose de su hijo y acabo casándose con él, lo que le facilito tener aún más control sobre su armada de piratas.

El imperio chino, sabedor del inmenso poder que tenía La Señora Ching, lanzo contra ella a su armada capitaneada por el almirante imperial Kuo-Lang. La batalla naval fue larga, dura y sangrienta. El mar quedo inundado de cadáveres de ambos bandos pero los piratas salieron victoriosos de la brutal refriega. Kuo-Lang incapaz de superar el hecho de haber sido derrotado por una mujer se suicidio. Tras la contienda Chong Poo escribió: “Nosotros somos como los vapores que el viento dispersa, semejantes a las olas del mar que el torbellino levanta. Como bambúes quebrados sobre el mar, flotamos y nos hundimos alternativamente, sin gozar nunca de reposo. Nuestros éxitos en la encarnizada batalla van a hacer pesar pronto sobre nuestros hombros las fuerzas unidas del gobernador. Si nos persiguen por los canales y las bahías del mar, cuyos mapas ellos poseen ¿No habremos de hacer grandes esfuerzos?”. Una vez reorganizados, los piratas volvieron a sus turbios negocios entre los que se encontraba la venta de esclavas en Macao.

El Emperador, terriblemente molesto por la derrota y por como los piratas seguían dominando las aguas mando una segunda flota (un año después) para enfrentarse a las naves de la Reina Pirata. En esta ocasión, la armada comandada por el Almirante Imperial Tsuen-Mon-Sun, derroto a la flota pirata, pero La Señora Ching logró escapar. Aunque avergonzada, no tardo demasiado en rearmarse para volver a sembrar el terror allá por donde pasaba (especialmente pueblos costeros y villas situadas junto a ríos).

El fin de sus tropelías marítimas y el control del mar de la china llego cuando el Emperador lanzo contra los restos de la flota de Ching una colosal armada comandada por el almirante/caudillo Ting Kuei. La Señora Ching ante las colosales dimensiones de su oponente se rindió sin entablar combate (según José Luis Borges: “la viuda se afligía y pensaba. Cuando la luna se llenó en el cielo y en el agua rojiza, la historia pareció tocar a su fin. Nadie podía predecir si un ilimitado perdón o si un ilimitado castigo se abatirían sobre la zorra, pero el inevitable fin se acercaba. La viuda comprendió. Arrojó sus dos espadas al río, se arrodilló en un bote y ordenó que la condujeran hasta la nave del comando imperial. Era el atardecer; el cielo estaba lleno de dragones, esta vez amarillos. La viuda murmuraba unas frases: ‘La zorra busca el ala del dragón’, dijo al subir a bordo”).

Como le ocurrió a su primer marido hay dos versiones sobre el final de La Señora Ching. La primera cuenta que negocio una suerte de acuerdo con el gobierno chino que la convirtió en contrabandista de opio, regentando un burdel y la casa de juegos más grande de toda Asia (situada en Cantón). La segunda dice que se volvió a casar, en esta ocasión con un gobernador de provincias. Su marido e hijo adoptivo Cheng Poo tuvo una larga vida trabajando como funcionario del gobierno.

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