Revista Opinión

La homosexualidad y la hipertensión

Publicado el 21 enero 2014 por Rgalmazan @RGAlmazan

Desde luego no dejamos de llevarnos sorpresas con la curia católica.Y es que la SICAR (Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana) y sus sicarios siguen en la misma línea, a pesar de los nuevos aires que parece traer el Papa Francisco.

Precisamente un cardenal español, Fernando Sebastián, el primer nombrado en la época ‘renovadora’ de Francisco, ha hecho unas declaraciones recalcitrantes, las mismas que ha mantenido la mayoría de la jerarquía española hasta hoy, haciendo dudar de los cambios que parecían llegar con los nuevos tiempos.

Unas declaraciones que no hacen sino constatar que la Iglesia sigue instalada en el siglo XIX. Y la verdad mientras que sea en cuestiones de fe me importa un pito, lo grave es que no son capaces de seguir aquel principio de “dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” y quieren darse a sí mismos lo del Cesar y lo de Dios.

sacerdotes franquistas

Así, Fernando Sebastián ‘moderno’ cardenal ha dicho que la homosexualidad es una manera deficiente de manifestar la sexualidad. Y que como pasa con la hipertensión, se puede curar con un tratamiento. Vamos, una maravilla. Por cierto, que este obispo ‘moderno’ ya en 2007 demostró su calaña, pues invitó a los católicos a que votaran a Falange, la formación que defendía a la Iglesia.

¿Qué habría que hacer ante un sicario como éste? En primer lugar, visto sus antecedentes no haberle nombrado. Una vez que lo ha sido, al menos, aunque sepamos que no cambiará de pensamiento, la jerarquía eclesiástica debería desmentirle y llamarle al orden. Claro que si el jefe sigue siendo Rouco, seguro que, por el contrario, habrá recibido felicitaciones.

Sin embargo, Rouco no es el gran jefe de la SICAR. Y son muchas las personas que han visto en el nuevo Papa una inyección de cambio por las manifestaciones que ha hecho desde que fue coronado. Siempre he mantenido que hablar es fácil y que al Papa habría que juzgarle –no en temas de fe, de los que al carecer de ella no se me ocurre opinar— por sus actuaciones y no sólo por lo que dice.

Es verdad que es pronto, y que seguro que es difícil moverse entre una curia carca y reaccionaria, pero el movimiento se demuestra andando y Francisco sólo ha hecho, que sepamos, hablar, sólo hablar. Ahora le toca mover ficha.

Últimamente está teniendo ocasiones para hacer algo más que manifestarse. Por ejemplo, en el tema de la pederastia, donde podía haber sido más contundente y simplemente la ha condenando, pasando por encima como si fuera una cuestión venial. A tal respecto recordamos cómo su antecesor había declarado que apartaría, no sólo a los culpables, sino a todos los que encubrieran los hechos. Bueno, pues Benito XVI no lo cumplió, pero es que Francisco ni tan siquiera lo ha prometido.

Y respecto a lo declarado por el obispo Sebastián, nombrado durante su reinado, ¿qué tiene que hace un Papa como Francisco que manifestó que los homosexuales no deberían ser juzgados y marginados? ¿Acaso no tiene que salir al paso o es que lo que dijo no es sino una reflexión en la que no cree? Si no actúa se le estará viendo el plumero y sus palabras habrán perdido fiabilidad. Serán palabras huecas que se las lleva el viento. Debe llamarle al orden y exigir una rectificación, como mínimo.

Si la Iglesia católica quiere cambiar tiene que empezar por moverse y no sólo hacer declaraciones grandilocuentes que se quedan en eso. Ahora tiene la oportunidad de llamar a este obispo y hacerle rectificar y recordarle cómo debe comportarse. Si no lo hace habrá perdido otra oportunidad de demostrar que cree sinceramente en esas palabras que han creado unas expectativas de apertura y progresismo en una de las instituciones más retrógradas del planeta.

Hasta ahora ha dado la callada por respuesta. Y es que hablar es fácil, otra cuestión es actuar. Por cierto, alguien tendría que decirnos, como ocurre con la hipertensión, la dieta a seguir para evitar que nos suba la homosexualidad y si los medicamentos para su contención los distribuye la Seguridad Social.

Salud y República


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