Revista Cultura y Ocio

La ilegalidad tiene dos caras: condena o burla

Publicado el 29 junio 2017 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

David Casinos es un atleta paralímpico español. Nació en Valencia en 1972 y ha sido medalla de oro en cuatro JJ.OO. consecutivos: Sidney (2000), Atenas (2004), Pekín (2008) y Londres (2012). Sus principales disciplinas son el lanzamiento de peso y de disco y peso, y su trayectoria deportiva es impecable y digna de todo tipo de reconocimientos.

David compite en la categoría B1, pues convive con una ceguera total en su día a día; algo que no parece haberle impedido alcanzar las metas que se ha propuesto a lo largo de su carrera, y, sin embargo, nos demuestra que, a veces, los grandes obstáculos no son deportivos, sino que llegan de donde uno menos esperaría: el deber cívico de sus conciudadanos.

Así, en los últimos meses, la compañera de David, Farala, una preciosa labrador de color negro, ha sido vetada de cuatro taxis entre Madrid y Valencia por "soltar mucho pelo", algo que el deportista precisaba en El Mundo: "este tipo de situaciones suponen "hechos aislados", [...] la mayoría de conductores son gente maravillosa, aunque de vez en cuando te encuentras a estos bárbaros." En la estación madrileña de Atocha, Casinos denunció a los conductores, pero tuvo que volver a lidiar con ello en la de Sorolla, en su localidad natal.

De cualquier modo, este es uno de esos casos cívicos que más portadas debería llenar en la prensa y más tiempo ocupar al poder legislativo; la razón es sencilla: creemos que es una minucia que David Casinos quede con su perra-guía en tierra porque un taxista no desea dejarles subir, y, entonces, justo entonces, es cuando la excepción empieza a convertirse en la norma.

Si este se planta porque no quiere quitar cuatro pelos del taxi, ¡voy a ser yo el imbécil!, pensará algún otro conductor que no entiende que esa también es una de las obligaciones de su trabajo, y que nada tiene que ver con el transporte de animales de compañía para otros usuarios.

La duda ahora es si las demandas de Casinos trascenderán, e incluso si el Sindicato del Taxi actuará motu proprio, y, de este modo, si estos conductores que, además de ser unos maleducados, se han saltado a la torera sus obligaciones laborales serán castigados como es debido. Si así fuera, percibiríamos como la ley tiene el poder justo que ciudadanos e instituciones le ofrecen, y entenderíamos que son estas las causas que lo merecen y que construyen nuestra sociedad. Por el contrario, obviar estas situaciones, hacerlas de menos, supone un flaco favor a David Casinos y al resto de compañeros con dificultades de visión, movilidad, etcétera; pero no solo a ellos, también a todos aquellos que podemos creer que la ley construida y aceptada entre todos, ha terminado por convertirse en una caricatura donde estas excepciones no se frenaron a tiempo.

Por el momento, la opinión pública se ha mostrado totalmente a favor del deportista, hecho que tranquiliza, y ahora queda por ver si echamos a andar los mecanismos necesarios para evitar estas vergonzosas excepciones, o nos acercamos, con tristeza, un poco más hacia el incivismo.

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