Esa espera conlleva nerviosismo, impaciencia y seguramente empujones por recoger caramelos u otra cosa que lancen desde las carrozas. A nosotros los caramelos nos dan igual, vivir la cabalgata es una experiencia increíble para las niñas. Su imaginación se desborda pensando en lo que han pedido y en lo que les van a traer. Luego vienen las preguntas que nos deberíamos hacer todos los padres:
¿Se habrán portado bien para merecer los regalos?¿Se llenarán las casas de objetos que duran cinco minutos en sus manos?
¿Importa más la cantidad o la calidad de los regalos?
¿Compiten los niños con sus amigos a ver quién tiene el regalo más caro?
¿Rivalizan los pequeños por la cantidad de juguetes y regalos que han tenido?
¿Hay regalos educativos?
¿Aportan los regalos una cultura responsable de consumo?
Desde luego que ver las sonrisas y la alegría de unos niños encontrando sus juguetes y abriéndolos es inolvidable. Esos momentos son difíciles de mejorar. Para los padres es una sensación de felicidad comprobar cómo sus hij@s tienen ese bienestar y esa alegría.
Pero igualmente y teniendo en cuenta que lo primero es la dicha de nuestros hij@s, debemos de ser conscientes y solidarios con los niños que no tienen la fortuna de ser tan felices. De esos pequeños humanos que las pasan canutas cada día de su vida bien trabajando aunque tengan una edad en la que sólo tendrían que jugar o ir al colegio o bien porque no tienen un trozo de pan que llevarse a la boca. Así que pensemos que si nuestros seres queridos tienen las fortuna de jugar con los regalos que les han dejado los Reyes Magos hay otros muchos que no pueden ni sonreír porque les duele el estómago del hambre que tienen o porque trabajan 12 horas al día picando piedra o transportando un peso que no aguantaría ni un adulto.
¡Tenemos la ocasión de ser solidarios para mejorar un poquito en la medida de nuestras posibilidades esta sociedad!
Que tengáis un buen día de Reyes Magos.
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