Revista Arte

La imagen en tu pantalla

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

Ya había escrito alguna vez acerca de la pantalla como nueva vidriera virtual para exponer fotografías. Pero aún se sigue cuestionando su validez como escaparate para mostrarlas como obras artísticas.

O, mejor dicho, lo que se discute es si la imagen allí visible pueda ser la obra propiamente dicha o sería una mera reproducción.

La imagen en tu pantalla

Hay quienes siguen sosteniendo que una foto está terminada solo cuando se imprime en papel u otro medio físico. En consecuencia, la única forma de apreciarla es expuesta en las paredes de alguna sala, salón, o de al menos un pasillo. Pero, a pesar de reconocer el inmenso valor que tiene una pantalla como ubicuo punto de acceso al cúmulo de imágenes que circulan por la autopista digital, convirtiéndose en un magnífico medio de difusión de la producción artística, asumen que la obra original no puede ser aquella, puesto que lo que allí se ve es inmaterial.

De hecho, un inconveniente es que la imagen suele representarse un tanto diferente de dispositivo en dispositivo.

Cambia el tamaño, la resolución, y hasta los colores varían, pudiendo llegar a verse bastante diferente de lo que el autor vio en su propia pantalla cuando le indicó guardar a su programa de edición. Entonces, ¿cuál sería la obra original y cuál una variante?

Pero la fotografía, como obra, no es solamente el objeto material, también es la imagen ideada por el artista. Y, aunque muchas veces, dado que es un arte visual, se la pretenda asemejar a la pintura, donde el producto suele ser un cuadro (supongo que incluso aquí cabría también la controversia con la aparición del arte digital), en este punto creo es más pertinente la asociación hecha por Ansel Adams cuando comparó la fotografía con la música, al decir que "El negativo es la partitura, la copia es la ejecución". La analogía está mucho más vigente con la fotografía digital. Esa colección de ceros y unos perfectamente ordenada según indicaciones del autor, almacenada en el disco rígido, es la partitura, y cada dispositivo nos muestra su propia ejecución de la obra. Así como no suena igual la 5ta. Sinfonía de Beethoven interpretada por la Orquesta Filarmónica de Viena, como cuando la toca la Orquesta Estable del Teatro Colón (y ni hablar de cómo suena en el piano portátil de aquel que pide unas monedas en la calle Florida), pero sigue siendo la misma obra de arte, una gran fotografía digital seguirá siendo la misma obra, ya sea que la visualicemos en un moderno Smart TV de 65 pulgadas QLED 8K, como en la pantalla de un viejo teléfono celular de 320×240 píxeles.

Lo cierto es que hay que asumir que una fotografía como obra, puede concebirse para terminar sus días como un archivo digital, sin nunca llevarse al papel. En este caso, jamás existiría como obra material, y la única forma de admirarla sería a través de la pantalla de algún dispositivo. Y seguiría siendo fotografía. Y hasta fotografía artística. Es más, es este caso, hasta puede pensarse que una versión impresa sería esta vez una mera reproducción.

Esto da pie incluso para el surgimiento (si no lo han hecho ya) de nuevas variantes de la fotografía clásica, sacando provecho de no estar limitadas a la materialidad del papel. Quizás conteniendo pequeñas transformaciones, o ciertas variaciones en el aspecto según si el dispositivo esté en posición horizontal o vertical, u otras ideas creativas que los nuevos artistas puedan imaginar. La fotografía como tal puede ir adquiriendo un carácter más performático que ser una simple imagen representada en un trozo de papel.

Mientras la fotografía se libera de su soporte físico y recorre sin limitaciones las posibilidades que ofrece la virtualidad, mis propias obras, que siguen siendo en papel, se enfrentan al dilema de posponer en forma indeterminada su exhibición debido a las restricciones impuestas por la pandemia que nos toca vivir.


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