Revista Cine

La imagen y la palabra ix. la patagonia rebelde

Publicado el 23 diciembre 2014 por Ganarseunacre @ganarseunacre

LA PATAGONIA REBELDE (1974)

Por Juan Carlos Vinuesa
LA IMAGEN Y LA PALABRA IX. LA PATAGONIA REBELDE
FICHA TÉCNICA:Título original: La Patagonia rebeldeAño: 1974Duración: 103 min.País: ArgentinaDirector:Héctor OliveraGuión: Osvaldo Bayer, Fernando Ayala, Héctor Olivera en la adaptación de la novela de  Osvaldo Bayer.Música: Oscar Cardozo OcampoFotografía: Víctor Hugo CaulaReparto:Héctor Alterio, Luis Brandoni, Federico Luppi, Pepe Soriano, Pedro Aleandro, Jorge Rivera López, Osvaldo Terranova, Héctor Pellegrini, Maurice Jouvet, Alfredo Iglesias, José María Gutiérrez, Carlos Muñoz, Héctor OliveraProductora: Aries Cinematográfica ArgentinaPremios:Oso de Plata en el Festival de Berlín de 1974En la base del cine político está el problema de su eficacia, y se debe primar ésta sobre otras cuestiones, por ejemplo, la fundamental del lenguaje a emplear. Según las respuestas que se den a esos puntos de partida se rechazan o aceptan determinados films llamados políticos. Así, por ejemplo, Estado de Sitio, puede ser anatemizado porque usa un lenguaje de estructura reaccionaria –para entendernos, el tradicionalmente considerado como “americano” –, y porque comercializa el film mediante los canales de distribución del imperialismo económico, con lo cual se hace el juego al sistema que se pretende combatir. El cineasta político “purista” exige o pone tales elementos dentro del film que lo hace teóricamente “no recuperable”, por el sistema denunciado. De lo contrario, el cine político, aún el más izquierdista juega siempre en campo ajeno.
Con todos respetos para los que así piensan, y que hasta ahora han limitado su audiencia a un grupo de “concienciados” como ellos que maldita la necesidad que tenían de obra de ese talante, creo yo que hacer cine sin tener cuenta el nivel de acceso del espectador normal –al que supone ha de dirigirse– es cultivar la política –valga la palabra–del círculo de amiguetes. Lo que parecen olvidar estos “puristas” es que no es posible “llegar” al pueblo con otro lenguaje que el que ha prestado la clase dominante y su cultura. Y que mientras no medie una “revolución cultural” –inviable en el siglo XXI– la cuestión del lenguaje es accesoria, o al menos estéril. Porque es ilusorio intentar crear una forma de comunicación –un lenguaje– si previamente no han cambiado las condiciones humanas, económicas y políticas que lo determinan.

Todo esto viene a cuento para introducir la crítica de La Patagonia Rebelde, un film político que habría que inscribir entre los rechazables por esos “puristas”. La estructura narrativa, los recursos empleados y los signos utilizados son propios del cine tradicional incluso en la interpretación de actores, la calidad externa del producto y la aceptación del canal comercial (aunque eso supusiera dificultades no pequeñas con la censura oficial en su país de origen). Y sin embargo, en mi opinión, se trata de un film digno de todos los respetos.

El film narra los acontecimientos acaecidos en Patagonia en los años veinte del siglo pasado. Los grandes terratenientes y el capital extranjero, en especial, el inglés, dominan la vida económica. Los trabajadores portuarios y los dependientes comerciales –en concreto los empleados de hoteles y restaurantes– comienzan una huelga que es inicio de su toma de conciencia como clase oprimida. Entre ellos hay numerosos emigrantes europeos que actúan como fermento ideológico de sus compañeros. La tendencia anarcosindicalista logra imponerse y sus reivindicaciones siguen adelante. La huelga se extiende por las estancias y el mundo rural. La situación se hace insostenible y el gobierno de Yrigoyen manda desde Buenos Aires al teniente coronel Zabala para que imponga el orden. Este militar empieza por oír a unos y a otros y, en seguida, se percata de que la razón está de la parte de los trabajadores. A regañadientes, los estancieros y capitalistas aceptan la firma de un convenio general que reconoce una serie de mejoras salariales y laborales. Pero una vez terminada su misión, Zavala abandona la Patagonia. El convenio no llega a cumplirse porque sin la presión militar, los terratenientes hacen caso omiso de él. Los trabajadores vuelven a la huelga, pero hay una facción que no acepta ya el caudillaje sindical desengañada por el escaso éxito obtenido, lo que da origen a una serie de partidas armadas. Al extenderse en cantidad y tiempo la huelga, el gran capital internacional se alarma y presiona al gobierno federal para que acabe con la “anarquía”. Nuevamente el ahora comandante Zavala es llamado para esta misión, pero con órdenes estrictas de concluir sin miramientos el conflicto. Y los trabajadores son los primeros sorprendidos al comprobar que el ecuánime militar de la vez pasada vuelve convertido en un ser inmisericorde que exige la rendición sin condiciones, y tortura a los prisioneros y mata sin piedad con ejecuciones sumarísimas. “Prefiero que me consideren un hombre sanguinario que un militar desobediente.” A sangre y fuego, con matanzas que horrorizan por su crueldad, Zavala hace honor a su lema y va exterminando todos los focos de oposición, desde los más dispuestos a una transacción sindical hasta las guerrillas campesinas.LA IMAGEN Y LA PALABRA IX. LA PATAGONIA REBELDELA IMAGEN Y LA PALABRA IX. LA PATAGONIA REBELDE
Lo que impresiona en el film no es tanto la reconstrucción de unos hechos cuanto el bosquejo formidable que se hace de la clase oprimida a través de unos líderes sindicales que luchan por hacer emerger de sus camaradas una conciencia revolucionaria y una estrategia para la lucha. La incultura, la insolidaridad, el atavismo es un rémora constante para aglutinar y controlar ese subproletariado que es vejado aprovechándose de su falta de organización. Las figuras de Antonio Soto y de Schultz “el alemán” surgen con la fuerza y el desgarro de ser los hombres lúcidos que no consiguen llevar su lucha a buen puerto. Y junto a ellos, y quizás en algunos aspectos por encima de ellos, el personaje de Zavala, el hombre al servicio de unos intereses que no sabe que son enemigos de una patria que proclama defender. El hombre rígido, “de honor”, que es manipulado en virtud de estos valores de militar por los terratenientes y el capital extranjero. El plano final de la película, cuando la clase pudiente le rinde un homenaje por haber acabado con la revuelta, es profundamente didáctico y expresivo en su simplicidad. Todos aquellos representantes de la clase pudiente le despiden no con el himno nacional, sino con una canción aglosajona (“Es un muchacho excelente…”). Y en el rostro del militar se dibuja una mueca tardía y terrible comprensión: lo han utilizado.

   En este sentido la modernidad del film de Olivera reside precisamente en desvelar uno de los mecanismos de que se vale por regla general el gran capital. Dominando los resortes del poder político, y el lejano presidente de Buenos Aires es citado siempre como juguete de fuerzas económicas que le rebasan, los exploradores cuentas a su servicio con la policía y el ejército, cuando no son con el mismo aparato judicial. Más allá pues de una reflexión histórica sobre el pasado, el film de Olivera incide directamente en la realidad de la Argentina de los años setenta, donde el ejército fue llamado a “salvar a la patria” después de la primera época peronista, donde no faltaban continuas intentonas golpistas, llegándose a instaurarse una junta militar que aterrorizó al país, con la excusa de preservar la integridad y grandeza de la nación argentina. Son las grandes frases utilizadas por la clase explotadora para justificar la represión ejercida por Zavala (resulta paradójico que se invoque el temor a una anexión de la Patagonia por Chile cuando se está vendido a las compañías inglesas y alemanas). Y sin duda son estas razones las que provocaron los conflictos del film con la censura peronista, temerosa de que irritará a los militares una imagen tan manipulada del ejército argentino.LA IMAGEN Y LA PALABRA IX. LA PATAGONIA REBELDE
La tarea de Héctor Olivera ha sido encontrar un vehículo suficientemente atractivo como para que el film fuera comprendido sin lugar a dudas y por el mayor número posible de personas. Y para ello ha procurado que su reflexión política brotara de los hechos mismos, de mostrarlos, sin más enfatismos que los necesarios. Pero lo que sorprende más gratamente es la espléndida narrativa de La Patagonia Rebelde, su capacidad para hacer una película redonda donde ni actores ni situaciones desentonan nunca. Las mismas secuencias de acción están resueltas con encomiable habilidad. Y eso no hubiera sido posible si el coste de la producción hubiera sido más bajo. La tentación en este tipo de cine es hacer un panfleto difícilmente digerible por el espectador normal. Para el argentino medio, fue una sorpresa encontrarse con una película “bien hecha” que aborda tan directamente una problemática que en tantos aspectos sigue siendo de rabiosa actualidad. LA IMAGEN Y LA PALABRA IX. LA PATAGONIA REBELDE
A destacar igualmente la interpretación de todos los miembros, con especial elogio para Héctor Alterio, que interpreta a Zavala.
La Patagonia Rebelde es quizá, uno de los mejores films argentinos de su historia, y uno de los exponentes más dignos y lúcidos del cine político.
LA IMAGEN Y LA PALABRA IX. LA PATAGONIA REBELDELA IMAGEN Y LA PALABRA IX. LA PATAGONIA REBELDELA IMAGEN Y LA PALABRA IX. LA PATAGONIA REBELDELA IMAGEN Y LA PALABRA IX. LA PATAGONIA REBELDELA IMAGEN Y LA PALABRA IX. LA PATAGONIA REBELDELA IMAGEN Y LA PALABRA IX. LA PATAGONIA REBELDE

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