Revista Cultura y Ocio

La independencia mexicana vista a través de las rencillas criollas

Por Manu Perez @revistadehisto
Al despuntar el siglo XIX, el panorama político sufrió cambios drásticos. La monarquía como sistema de gobierno enfrentaba graves problemas. Por una parte, la creciente difusión de las ideas de libertad, igualdad y fraternidad enunciadas por los ilustrados franceses y el exitoso ejemplo de los Estados Unidos de Norteamérica que cristalizaron su independencia, por otra.

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Desde tiempo atrás, monarquía y república chocaban en cuanto a modelos políticos. Sus ideólogos ponderaban las bondades de cada tipo, irremediablemente se enfrentarían en el terrero de las letras y llegaron al calor del debate y debido a la falta de acuerdo suscitado por sus diferencias, al de las armas. Unos, defendían los benéficos alcances del republicanismo: separación de poderes y derechos ciudadanos. Los otros, sostenían los valores del Antiguo Régimen: la autoridad tienen como portador al monarca. Tradición versus modernidad. El mundo sufría, de nueva cuenta, aires de cambio.

América se mantenía pendiente de los sucesos en Europa, siguió de cerca la Revolución Francesa, la era napoleónica y la prisión de los reyes españoles, con todo esto los novohispanos estaban ávidos de aplicar las ideas más avanzadas. Hispanoamérica no estaría por mucho tiempo fuera de las influencias y las transformaciones políticas sufridas en todo Occidente. Los americanos de diversos tintes políticos se ubicarían en el centro de los cambios. Sus luchas por emanciparse serían cruentas y a la hora de la victoria no habría paz. Las contradiccciones, en todo sentido, darían paso a tiempos más convulsionados.

La vieja y la nueva España

En Europa los gobiernos de corte absolutista eran el francés y el español. En España, los leales al rey (nobleza y clero), mediante el apoyo de algunos sectores de la sociedad y buena parte del ejército, obtuvieron en 1814, de nueva cuenta, el poder absoluto. Algunos liberales que habían participado en la Regencia y las Cortes fueron encarcelados, la ola absolutista también derogó la constitución de l812. Los realistas sancionaron medidas coercitivas para dominar de una vez por todas a la oposición. Se practicó la censura, la persecución y el exilio. El rey junto con su camarilla gobernó el imperio y se afanaron en rescatar su pasada grandeza. A pesar de ello, años más tarde, se avivó el descontento. Tropas expedicionarias se amotinaron y cundió una revolución por toda la península.

Con la revolución de Rafael Riego, acaecida en 1820, los liberales aprovecharon el momento y se hicieron del gobierno. Una vez en él, obligaron a Fernando vii a jurar la Constitución. Se proclamaba en ella una monarquía moderada, desamortización de bienes eclesiásticos y la supresión de los privilegios. Medias que pretendían la modernización de España,, de tal manera conservadores, monárquicos y liberales se enfrascaron en la lucha. La cuestión de fondo era decidir que hacer con España y por consiguiente con el Imperio. América, “en consecuencia optó por buscar su propio camino y decidir libremente que forma de gobierno adoptaría.” (Mariano Cueva, 1974, p. 26)

Nueva España experimentó aires innovadores. Algunos de sus habitantes pensaron preservar las ideas de monarquía y religión, por eso vieron en la revolución de Riego la oportunidad de poner en práctica su ensayo de autogobierno, se negaba a reconocer un gobierno de tendencias liberales, para ello se invitaría a gobernar a un Borbón.

Había pequeñas partidas de insurgentes, en el sur del virreinato. Se necesitaba terminar con ellas. Agustín de Iturbide fue encomendado a aniquilar al último reducto rebelde en el Sur. No pudo contra Vicente Guerrero y pactaron una alianza. “Se precisó de documentos que plasmaran los sentimientos de autonomía. Dos de ellos fueron claves. El Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba.” (Romeo Flores Caballero, 1973, p. 65)

Ambos idearios serían el vehículo para encontrar la Independencia y desligarse de la metrópoli. La campaña de Iturbide fue vertiginosa, todas las plazas se adhirieron al plan, el cual ofrecía a todos los sectores algo en concreto, de modo que el país pronto estaría libertado. El Ejército de las Tres Garantías, entró triunfante a la capital el 27 de septiembre de 1821. Iturbide, fue el héroe de aquel memorable día.

Nueva España se convirtió, con la obtención de su independencia, en el Imperio Mexicano, hoy conocido solamente como México. Desde su emancipación, pudo gracias a los arreglos de algunos personajes, buscar un modelo de gobierno acorde a sus necesidades, igualmente con apego a sus tradiciones. Se quería que los privilegios de las clases acomodadas siguiera, pues ellos se atribuían la Consumación, tenían en cuenta que había que hacer ciertas concesiones.

Monarquía criolla

La nación mexicana dio sus primeros pasos, también varios tumbos, tropiezos, empero acertó en otras cosas. Las personas ilustradas, terratenientes, militares y clérigos conformaron una Soberana Junta Provisional Gubernativa. En definitiva, se reunió a las principales fuerzas políticas que controlaría los destinos del país. La Junta eligió a 5 personajes para integrar una Regencia. Los augurios del destino de grandeza sólo requerían de un rey que rigiera sus destinos.

La idea de una monarquía moderada era factible en el caso que los borbones aceptaran la invitación, expresada en los tratados de Córdoba, de gobernar en América. Ante la negativa española, los criollos tomaron la dirección política de la región y unieron momentáneamente sus esfuerzos a pesar de los distintos credos políticos existentes: borbonistas, republicanos e iturbidistas. Tales grupos se aportaron sus mejores esfuerzos para resolver la coyuntura gubernativa de la región. Se necesitaba un modelo de gobierno y un gobernante. Comenzó por probar suerte el libertador. Dejó de ser regente y fue proclamado emperador.

Con la llegada de Iturbide al poder, el proyecto que se impuso momentáneamente fue el monárquico constitucional, apoyado, en gran medida, por la Iglesia, el ejército y las élites criollas. El gobierno iturbidista fue visto como el correcto e incluso el mejor modelo para regirse. Este tipo de administración se verificó como tentativa para cohesionar a la clase política por “considerarlo desde cualquier punto lo ya experimentado” (Agustín de Iturbide, 1821, p. 1)

El imperio iturbidista es visto como una de las grandes etapas de convulsión política. De hecho, la monarquía constitucional, como lo señalaba el Tratado de Córdoba, era la postura más idónea para el año de 1822. Además, se pretendía un continuismo gubernativo El apoyo prestado a Iturbide para entronizarse fue abrumador. Incluso fue la posición política más aceptada de ese entonces.

Algunos meses después de la coronación, en julio de ese año, se dejaron sentir los primeros síntomas de disidencia. Esta oposición presionaba por mayor participación política y la instauración de un régimen republicano. La efervescencia política se dejó sentir a través de un sinnúmero de documentos, artículos y panfletos que reflejaron que el apoyo a Iturbide se estaba diluyendo.

Ocaso monárquico

La esperanza de consolidar un proyecto confiable, considerando su operatividad fue importante para los criollos en el poder; sin embargo, los acontecimientos del segundo semestre de 1822, serían de vital importancia para el iturbidismo en el gobierno. Las equivocaciones trajeron como consecuencia reacciones inesperadas. Dos de ellas fueron decisivas para la suerte del Imperio mexicano: la prisión de los diputados del Congreso Constituyente y el alzamiento militar.

Las relaciones entre los diputados y el Ministerio eran cordiales, pero se enturbiaron cuando los distintos personajes políticos, Jacobo Villaurrutia, José María Bocanegra, fray Servando Teresa de Mier, Miguel Ramos Arizpe, José María Luis Mora, Vicente Rocafuerte y Miguel Santamaría, comenzaron a cuestionar la legitimidad del Monarca mexicano. Algunos de ellos, se encontraron en el Congreso en calidad de diputados, otros en escuelas y en misiones diplomáticas. La pregunta que se hacían en materia política en ese momento era ¿qué hacer?

Una de las medidas para atraerse a los insurgentes a la causa independentista y en consecuencia al gobierno, fue la siguiente: para mediados de 1822, Iturbide posiblemente a petición del propio Herrera, decidió nombrar a Andrés Quintana Roo, subsecretario de Relaciones Exteriores e Interiores con el doble propósito, por una parte, utilizar la fama personal del exinsurgente y, resolver las cuestiones pendientes del Ministerio que el encargado del mismo no podía encauzar expeditamente, por otra.

No se pretende defender cuál de los dos proyectos políticos fue el que presentaba mayor viabilidad, el monárquico o el republicano, sino establecer que el momento histórico al cual nos referimos es incierto debido a diversos factores, el de mayor peso ubica a México en una transición de Colonia a país independiente.

Conclusión

El sistema monárquico no fructificó debido principalmente a la vacante en el puesto de una persona adecuada para dirigir el Estado. Los requisitos de un respeto y carisma necesario que hicieran de su persona ¾al igual que sus dotes como monarca¾ indispensable para sacar avante el proyecto de gobierno. Subrayando que la importancia de la monarquía estribó en ser una institución que estaba en un proceso de definición.

Los acontecimientos posteriores al período del régimen de Iturbide, en particular su caída, son abordados como una aventura política para el país, debido a la escasa experiencia en las lides del gobierno. El ejemplo para los republicanos era el modelo político de los Estados Unidos. Había que tomarlo con las precauciones debidas.

José Manuel Herrera, quién dada su cercanía con el libertador realizaba todas las encomiendas que se le pedían, tuvo que sacar avante el proyecto independentista. Enfrentó los conflictos surgidos tanto en el ejército como fueron los pronunciamientos protagonizados tanto por Felipe de la Garza y el de Antonio López de Santa Anna, aunado a la propagación de las crecientes ideas antimonárquicas. No se pretende asentar que la censura a las ideas sería una posibilidad viable para ese momento, como método idóneo para controlar la expansión de ideas políticas contrarias al gobierno, sino que con base en la carencia de un proyecto gubernativo que fuera capaz de planificar las funciones de política interna. El ministro no supo prevenir ni conciliar las ideas opuestas al régimen ni prever posibles brotes de violencia.

Otra faceta de la falta de sensibilidad política de Herrera, lo evidenció la pugna existente entre los distintos jefes políticos y las Diputaciones Provinciales, quienes sólo acataban en apariencia las órdenes y estipulaciones del gobierno central, evidenciando el conflicto entre gobierno central y las oligarquías regionales, convirtiéndose en un serio problema que tendría un alto precio político.

El Ministro de Relaciones se vio imposibilitado para frenar los enfrentamientos entre los distintos personajes políticos del momento. Concretamente nos referiremos a los más sonados como lo fue el del San Luis Potosí, la aprehensión de diputados del Congreso, los levantamientos de Felipe de la Garza y de Antonio López de Santa Anna; este último contó con la articulación de las demandas republicanas, que en el mejor de los casos fue un serio peligro para la estabilidad del régimen. No obstante, de la gravedad del alzamiento santanista, el gobierno aparentaba calma y así se disponía a celebrar una fiesta en el mes de enero.

Se ha discutido y hablado en demasía del sonado fracaso del Imperio de Agustín de Iturbide, sin argumentar claramente con base en un análisis los factores de diversas índoles y naturalezas que se conjugan para su caída. Además no van al fondo del asunto, lo que despierta una sospecha acerca de la estructuración de la sociedad que lo llevó a la gloria del poder y posteriormente al olvido.

Finalmente, las causas que contribuyeron al fracaso del proyecto monárquico son complejas, una de ella quizá la más importante, fue la aparición de conspiración, entre ellas se dio el 6 de diciembre de 1822 el Plan de Veracruz, cuyo promotor fue Miguel Santa María. Las confabulaciones se desarrollaron con el objeto de deshacerse del libertador. Si llegaban al poder reglamentarían de otra manera la sociedad. Iturbide no podía hacer grandes obras o implementar medidas para cautivar a las personas ni a las agrupaciones que en el año de 1822 sufrieron los embates del descontento, como resultado directo de la ausencia notable de mejoría.

Autor: Fernando Leyva Martínez para revistadehistoria.es

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Mecenas

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