Los españoles nos sentimos poco felices si se mira con la boTella medio vacía el Informe Mundial de la Felicidad de 2017 que elabora para varias fundaciones y una agencia de la ONU el Instituto Gallup.
Puntuando de 1 al 10 ese estado de ánimo la encuesta otorga a los españoles 6,403 puntos, el puesto 34 de una lista de 155 países. Aprobado alto, menos que notable.
Noruega aparece con notable alto el país con pobladores más felices, con 7,537 puntos, le siguen los demás nórdicos, y el más infeliz resulta la República Centroafricana, con 2,693 puntos.
De España se señala además que desde 2005 a 2016 ha perdido 0,669 puntos de felicidad, una caída que indica un estado depresivo que puede mejorar. De no haberse producido España estaría entre los felices puestos 11 y 12, ocupados por Israel y Costa Rica, respectivamente.
Pero estas encuestas basadas en la subjetividad de los interrogados, en sus emociones, bajo una sociedad en la que los medios informativos nos bombardean con mensajes negativos, ¿son creíbles?
Poco: cuando la encuesta coloca como más felices que los españoles a países con elevados porcentajes de soledad, suicidios o de alcoholismo, como Bélgica, o con miedos por la inseguridad, como México, hay que dudar mucho de estos resultados.
El último informe PISA de la OCDE, recién aparecido, afirma que los adolescentes españoles son ahora los más felices y con menos acoso escolar de los 35 Estados de esa organización, formada mayoritariamente por los más avanzados del mundo.
Los españoles parecen elaborar mensajes negativos sobre sí mismos conforme crecen, quizás por ser hipermasoquistas ante la corrupción o las crisis, olvidando, como afirman los supuestamente felices nórdicos, que este país es uno de los mejores del mundo para sus habitantes: sólo necesitamos aceptarlo para que las encuestas reflejen una mayor felicidad.
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