Revista Opinión

La inteligencia robada

Publicado el 20 junio 2016 por Hugo

Cuando una lee de una bruja que es echada al agua, de una mujer poseída por el demonio, o de una sabia vendiendo hierbas o, incluso, de un hombre muy notorio que tenía una madre, pienso que entonces estamos sobre la pista de una novelista perdida, una poeta suprimida, de una Jane Austen muda y sin fama, una Emily Brontë que se estampó los sesos contra el páramo o recorrió haciendo muecas los caminos, enloquecida por la tortura que le había traído su talento.
Virginia Woolf, 1929Un cuarto propio.

Si nos negamos, si dudamos o nos escondemos de nosotros mismos, si exageramos, disimulamos o hacemos cualquier cosa salvo aceptar nuestras capacidades, nos convertimos en medio humanos, en unos cínicos sofisticados y esclavos del tiempo. Esos medio humanos abundan en esta sociedad, pues es una sociedad incapaz de reconocer o utilizar las capacidades de la gran mayoría de sus ciudadanos.
John Berger, 1958Un pintor de hoy.

El talento que tiene cada niña y cada niño, prescindiendo de su cociente de inteligencia, puede permanecer con ellos toda la vida (...) si esos talentos no fueran considerados mercancías con valor en un juego de apuestas al éxito.
Doris Lessing, 1962El cuaderno dorado.

Odo había escrito: «Un niño o una niña libre de la culpa de la propiedad y el peso de la competencia económica crecerá con el deseo de hacer lo que necesita hacer, y con la capacidad de disfrutar lo que hace. Es el trabajo inútil lo que enturbia el corazón. El deleite de la madre que amamanta, del estudioso, del cazador afortunado, del buen cocinero, del artesano hábil, de cualquiera que hace un trabajo necesario y lo hace bien, esta alegría perdurable es tal vez la fuente más profunda de la afectividad humana y de la vida en sociedad».
Ursula K. Le Guin, 1974Los desposeídos: una utopía ambigua.

Si Nietzsche no se hubiera visto obligado a aprender, siendo niño, que hay que dominar esa «insoportable convulsión de sollozos», habría podido permitirse sollozar como el niño que era, y la humanidad habría perdido un filósofo vital, pero a cambio el ser humano Nietzsche habría ganado su propia vida. ¿Y quién sabe lo que ese Nietzsche vivo habría podido dar en tal caso a la humanidad?
Alice Miller, 1988La llave perdida.


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