Revista Cultura y Ocio

La isla de Alice, de Daniel Sánchez Arévalo

Publicado el 26 noviembre 2015 por Covadonga Mendoza @Cova_Mendoza

La isla de Alice, de Daniel Sánchez Arévalo

Editorial: Planeta, 2015

Tras perder a su marido en un accidente de coche que le sitúa en un lugar alejado de su ruta habitual, Alice se traslada a vivir a Robin Island con sus hijas Olivia y Ruby en busca de respuestas.

"La isla de Alice" es una de esas novelas que no es posible clasificar en un solo género, ya que incluye, en mayor o menor medida, pasajes y subtramas de misterio, romance y hasta una mezcla de historia iniciática y de superación personal, todo ello aderezado con humor y positividad.

Empieza de forma dramática, con la protagonista en una situación en la que no encuentra otra opción que huir hacia delante en una búsqueda (¿de dónde regresaba su marido cuando sufrió el accidente?) que es también una forma de suportar el dolor, un viaje con el que pretende recomponer su vida y las de sus hijas, Olivia (también afectada por la pérdida) y la recién nacida Ruby.

La obra, redactada en primera persona, de forma no lineal (en varias ocasiones da breves "saltos" al futuro que sirven para incrementar el interés y la intriga por lo que sucederá en Robin Island y en la vida de Alice, o muestra el sueño recurrente de la protagonista, que cambia según pasa el tiempo y avanza en su "investigación") y dividida en cinco partes, que marcan las diferentes etapas en su evolución tras perder a su marido, está llena de simbolismos y detalles que enriquecen y dotan de complejidad a la narración.

Las cinco partes en las que se estructura "La isla de Alice" llevan los títulos, y citas, de conocidas novelas, todas relacionadas con lo que cuenta. "Moby Dick" relata la búsqueda obsesiva de Alice, decidida a descubrir si Chris le ocultaba algo. En "La isla del tesoro", ya en Robin Island, busca el tesoro/misterio/secreto de su marido. En "Robinson Crusoe" Alice, náufraga en una isla en la que no sabe en quién confiar, encuentra a su Viernes. En "El hombre invisible" resuelve el misterio de Chris y en "Alicia en el país de las maravillas" se encuentra a sí misma y su lugar en el mundo.

Aunque puede dar una impresión de sencillez (parece que no pasan tantas cosas en las más de seiscientas páginas de la obra), esta es engañosa y, por debajo de esta apariencia se percibe una cuidada planificación que destaca en los detalles, algunos relacionados con el mar (los títulos de varias de las partes de la obra, el nombre del pez, Flint, las "peceras") y casi todos simbólicos, como el que atañe al tesoro que encuentra Alice (esa X del mapa). Incluso los nombres, desde ese Chris/Christ con el que se refiere a su marido hasta el de la isla (Robin se traduce como petirrojo y ella es pelirroja) tienen un significado.

Hay docenas de detalles, unos más claros y significativos que otros, pero todos intencionados, simbólicos, enriquecedores: los relojes que fabrica Alice, la tienda de lámparas que abre después, el trastorno obsesivo compulsivo que "contagia" a Olivia, el propio título, "La isla de Alice", tantos que sería difícil enumerarlos.

En resumen, aunque quizá algunos pasajes puedan hacerse demasiado extensos (la larga búsqueda de la primera parte o las "incursiones" por la isla), el autor, tal vez debido a su experiencia previa como guionista, logra que Alice sea una narradora convincente con la que se puede empatizar, que la mezcla de géneros no chirríe, que las diferentes tramas evolucionen de forma coherente y que se lea con creciente interés.
Nota: "La isla de Alice" es la novela finalista del Premio Planeta 2015.

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