Revista Sociedad

La islamización del paraíso (2)

Por Tiburciosamsa

Otro fenómeno que vino con el nuevo siglo fue una contestación renovada contra el Presidente Gayoom, favorecida por la emergencia de nuevos medios de comunicación. Dos fuerzas sociales muy distintas empezaron a presionar para que hubiera cambios. Por un lado estaban los reformistas laicos, cuyo principal representante era Mohamed Rasheed y su Partido Democrático Maldiveño (MDP según las siglas en inglés). Por otro, los islamistas.
Viendo su posición cada vez más amenazada, Gayoom se envolvió en la bandera del Islam. Aparentemente temía más al desafío del MDP que al de los islamistas. En sus discursos empezó a referirse a las amenazas que se cernían sobre el Islam maldiveño y llegó a afirmar que el MDP deseaba barrer el Islam de las islas. Colocó a los políticos del MDP en la tesitura de tener que demostrar que serían más musulmanes que nadie y que no tolerarían, si llegaban al poder, la más mínima sombra de libertad religiosa. Y a todo esto, los opositores islamistas dando palmas con las orejas y sintiendo que sus posiciones habían sido vindicadas.
En 2005, en el marco del proceso de apertura política, se autorizó la creación de dos partidos islamistas: el Adhaalath y el Partido Democrático Islámico (PDI). El Adhaalath fue creado por 50 jeques y defiende un Islam moderado, moderado en relación con el que defiende el PDI. Allí donde el Adhalaath aboga porque las mujeres se pongan el velo, el PDI pide eso y que se condene a muerte a los traficantes y consumidores de droga. Hubo dudas sobre si permitir el funcionamiento de estos partidos, ante el temor de que el islamismo dominase el espacio político, pero se impuso el criterio del Fiscal General Hassan Saeed, quien afirmó que si no se les dejaba operar abiertamente, pasarían a la clandestinidad y se radicalizarían. En mi opinión los temores de quienes querían prohibirlos, se han cumplido y en el proceso los partidos también se han radicalizado. Hemos tenido lo peor de los dos mundos.
En agosto de 2008 Maldivas se dotó de una nueva constitución, que habría de ser la constitución de la transición a la democracia. La constitución en su art. 2 define al país como una “república democrática basada en los principios del Islam”. El art. 10 dice: “La religión del Estado de las Maldivas es el Islam. El Islam será uno de los fundamentos de todas las leyes de las Maldivas. Ninguna ley contraria a alguno de los principios del Islam será aplicada en las Maldivas.” Y por si quedara alguna duda, el art. 9 señala que un no-musulmán no puede convertirse en ciudadano de las Maldivas. Por cierto que el art. 17 que señala la lista de motivos por los que ningún ciudadano será discriminado (raza, sexo, isla de origen, color de la piel…), no incluye en el listado la religión. ¿Implica eso que a los no-musulmanes se les pueden dar capones? Bien empezamos la construcción de la democracia: haciéndole una higa a la libertad religiosa.
En octubre de ese mismo año hubo elecciones presidenciales, que ganó Nasheed con el 53% de los votos. En mayo de 2009 se celebraron las elecciones legislativas. El Dhivehi Rayyithunge Party (DRP) de Gayoom fue el partido que consiguió el mayor número de escaños: 28 de los 77 del Parlamento, con el 24% de los votos. El MDP, aunque había conseguido el 30,8% de los votos, sólo obtuvo 26 escaños. Un magro consuelo para Nasheed es que, siendo la constitución de 2008 presidencialista, aún podía controlar más o menos la situación.
Las elecciones dieron indicios de que en Maldivas la democracia no es necesariamente positiva para la libertad religiosa. La religión fue uno de los ejes de la campaña electoral. El Presidente Gayoom acusó a la oposición de intentar meter a extranjeros y judíos en el país y de promover otras religiones y promovió la idea de que el Islam en el país sólo estaría seguro con Gayoom. La oposición no se quedó corta y dijo que Gayoom no era un musulmán sunní porque se negaba a decretar que fuese obligatorio el uso del velo por las mujeres. 
Lo malo es que, necesitando aliados, Nasheed tuvo que formar una coalición en la que incluyó a esos chicos tan majos del Adhaalath que querían que las mujeres fuesen veladas. Para que estuviesen contentos, creó un Ministerio de Asuntos Islámicos, que fue copado por el Adhaalath. Al frente del Ministerio colocó al jeque Abdul Majeed Abdul Bari, otro chico majo que pensaba que la apostasía, el adulterio y el asesinato tienen que ser castigados con la pena de muerte. La explicación más plausible es que Nasheed temiera que sus credenciales de buen musulmán se vieran cuestionadas y pensara que la mejor manera de evitarlo era hacerse amiguito de los fundamentalistas. Se olvidó de que los fundamentalistas religiosos son insaciables.
El propio Bari llegó a entender que las urnas habían otorgado a Nasheed un mandato para frenar las conductas no-islámicas. Una manera de frenarlas sería concienciar a los maldiveños sobre la verdadera naturaleza del Islam, vamos lo que en otras latitudes se llamaría adoctrinamiento. Asimismo el Ministró estimó que no era preciso dar espacio a otras religiones, ya que Maldivas es un país especial en el que el 100% de la población es musulmana. Así, en abril de 2009 puso en marcha un programa de concienciación religiosa en las escuelas, pero la única religión sobre la que se concienciaba era sobre el Islam. Las demás no existían. 
Durante su presidencia, la libertad religiosa no hizo más que retroceder, al tiempo que el Islam rigorista avanzaba. En noviembre de 2008 un maldiveño al que se le encontró una Biblia en inglés en su equipaje fue investigado. Esa Nochevieja, el Ministro Bari prohibió las discotecas y las fiestas aduciendo que el Islam veda que personas de distinto sexo bailen juntas. El Ministerio de Asuntos Religiosos, o sea los fundamentalistas de Adhaalath, empezó a controlar los sermones de los viernes. E incluso para poder hacer proselitismo musulmán, se requería la presencia de un representante del Gobierno. Incluso las tradicionales visitas a las tumbas de los santones sufíes fueron proscritas. A los extranjeros se les permitía la práctica de su religión, siempre que fuera en la intimidad de sus hogares. La más mínima sospecha de que se estuvieran dedicando a actividades proselitistas se sancionaba con la deportación.
El Presidente Nasheed no tuvo una presidencia fácil. En el parlamento la mayoría estaba en manos del DRP de Gayoom, que regularmente le acusaba de no-islámico, acusación que suscitaba cierto entusiasmo entre sus supuestos aliados del Adhaalath, cada vez más radicalizados. Entre las historias que circulaban sobre Nasheed estaban que durante su visita a la India había bebido alcohol, que consumía drogas, que hacía la ola a funcionarios israelíes y que estaba embarcado en oscuros planes para suprimir el Islam en las islas. En la calle, los fundamentalistas estaban cada vez más crecidos y cualquiera que disintiese con ellos podía verse en problemas. A un tal Mohamed Nazim al que se le ocurrió identificarse como ateo en el curso de una conferencia que daba un estudioso islámico, le dieron una somanta de palos, una ONG pidió que le condenasen a muerte y dos funcionarios del Ministerio de Asuntos Islámicos fueron a su domicilio a partirle las pier…, digo a esclarecerle las dudas que pudiera tener sobre el Islam. Tanto interés por la salvación de su alma ablandó a Nazim que vio la luz y regresó al sendero del Islam.
En la primavera de 2011, tal vez para soltar presión, Nasheed accedió a las demandas de Adhaalath de desarrollar reglamentariamente la Ley de Protección de la Unidad Religiosa de 1994. Bari venía insistiendo en que el insulto al Islam y las conductas pecaminosas se habían convertido en el pan nuestro de cada día en las islas. Peor todavía, elementos extranjeros estaban intentando introducir en las islas esa cosa tan perniciosa llamada “libertad religiosa”.
La redacción de los reglamentos corrió a cargo de once estudiosos religiosos, un equipo de juristas, el Presidente y los tres Fiscales Generales. El Ministerio de Asuntos Islámicos supervisó el proceso de elaboración. La nueva normativa estableció la obligatoriedad de obtener un permiso gubernativo antes de dar un sermón o una enseñanza islámica. Ilegalizó la propagación de otras religiones o el intento de convertir a un musulmán a ellas. Igualmente ilegalizó el despliegue público de símbolos o máximas de otras religiones o atraer interés sobre ellos y la introducción o exhibición de materiales impresos de otras religiones. La pena era de cinco años de prisión para los maldiveños y la deportación inmediata para los extranjeros.
Parecen unas regulaciones jodidas, ¿verdad? Pues al Adhaalath no le parecieron suficientes. En noviembre de 2001 abandonó la coalición gubernamental, aduciendo que el MDP había enmendado las regulaciones acordadas antes de su publicación oficial. Poco después la presión de los fundamentalistas en la calle contra el Presidente aumentó. En diciembre hubo manifestaciones en Male, pidiendo el cierre de los spas de los resorts turísticos, aduciendo que eran burdeles encubiertos, y pidiendo la prohibición del alcohol en todo el país, incluidos los resorts. Ya puestos a pedir estupideces, también pidieron que se demoliesen unos monumentos donados por Pakistán para conmemorar la cumbre de SAARC, aduciendo que incitaban a la idolatría, y que se frenasen los planes para iniciar vuelos directos con Israel. Todo podría resultar hasta divertido, a menos que uno sea Nasheed o un maldiveño que sólo quiera que le dejen vivir su vida según su leal saber y entender.
El pasado 7 de febrero las bromas se terminaron. Una combinación de protestas callejeras, policía mirando a otro lado y tejemanejes de varios partidos políticos, empezando por Adhaalath, forzó la dimisión de Nasheed. Algo me dice que la islamización de las Maldivas va a proseguir en andante.

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