Revista Opinión

La joven del psiquiátrico

Publicado el 15 diciembre 2016 por María Pilar @pilarmore
La joven del psiquiátricoLa joven de la perla de Johannes Vermeer

Era joven y bella, de delicada piel y grácil figura. Llevaba en sus genes la herencia de esas familias que han sido bien alimentadas incluso en épocas de necesidad y que generación tras generación han disfrutado de un estatus que otros no han podido ni soñar, pero se la veía tan necesitada de cariño que te daban ganas de  envolverla con un abrazo. Resaltaba en aquel ambiente sórdido del psiquiátrico de largos pasillos y camarillas corridas como la pequeña flor del Guernica de Picasso. Sus finas manos enrojecidas y las uñas partidas delataban  el duro trabajo que le habían adjudicado desde su llegada en las cocinas. El resto del tiempo canalizaba su agresividad pintando.Su mundo coloreado era un misterioso espacio con figuras inconexas, desprotegidas y desamparadas. Expresionismo puro cargado de ira, miedo y desamor.Le decían que sus pinturas merecían estar en una exposición a la vista de los amantes del arte. Con una sencillez aplastante y ausente de toda amargura contestaba que a ella solo le gustaría regalar una a su madre, pero sin que lo viera su padre porque la primera vez que le regaló un dibujo lo tiró a la papelera diciendo: ¡Qué habré hecho yo para merecer esto! 

Sus ojos transparentes parecían oscurecerse y extraviarse en algún lugar de su interior cuando añadía: Hay imágenes que no se olvidan aunque se intente. Ojalá hubiera un borrador de memoria para eliminar todo lo que nos carcome. Y hablando muy quedo, como para sí misma: es muy  duro con 7 años  salir a la calle y preguntar a la gente donde hay un policía. En la comisaría nadie me hacía caso hasta que uno vio que estaba temblando y meándome encima. Me preguntó qué me pasaba y le contesté: papa está matando a mamá. Me llevaron con el coche de policía a casa donde la mirada despiadada de mi padre se me incrustó en el pecho mientras con su simpatía despedía a la policía con disculpas por mi atrevimiento. Hábil en el manejo de sus influencias fui yo la que salió de casa  para rodar de internado en internado sin que nunca más supiera de ellos. Duele, porque la herida sigue abierta aunque haya cosido mi boca para comprar mi silencio. Duele y no puedo arrancármelo de dentro.©María Pilar

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