Revista Cultura y Ocio

La lectura de páginas que no aluden siquiera a la realidad, Jorge Luis Borges

Publicado el 22 abril 2017 por Kim Nguyen

La lectura de páginas que no aluden siquiera a la realidad, Jorge Luis Borges

El primer transporte de prisioneros a Auschwitz en la estación de Tarnów. (14 de junio de 1940)

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Escribo en julio de 1940; cada mañana la realidad se parece más a una pesadilla. Sólo es posible la lectura de páginas que no aluden siquiera a la realidad: fantasías cosmogónicas de Olaf Stapleton, obras de teología o de metafísica, discusiones verbales, problemas frívolos de Queen o de Nicholas Blake.

Jorge Luis Borges
The New Adventures of Ellery Queen
Sur, Buenos Aires, julio de 1940 

***

Lo que me interesa señalar en el bellísimo final de “Tlón, Uqbar, Orbis Tertius” es algo que encontraremos en muchos otros textos de Borges: la lectura como defensa. La quietud a la que alude la hipálage está en el acto de leer; todo queda en suspenso; la vida, por fin, se ha detenido.
Encontramos nuevamente la grieta, la escisión que la lectura vendría a expresar. Un contraste entre las exigencias prácticas, digamos, y ese momento de quietud, de soledad, esa forma de repliegue, de aislamiento en la que el sujeto se pierde, indeciso, en la red de los signos.
Del otro lado de los libros, luego de atravesar la superficie negra y blanca de las palabras impresas, más allá de un jardín y una verja de hierro, el mundo parece irreal o, mejor, el mundo es esa misma irrealidad.

Ricardo Piglia
El último lector

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Abandoné en gran medida lo que podríamos llamar lectura “seria” de literatura. Quedé adaptado a la novela policial, al escape. Cuando me operé preví una convalecencia y me había armado una biblioteca muy interesante en Montevideo, para tenerla a mano al llegar el momento. Aproveché por ejemplo para leer cosas extraordinarias que no conocía de Dostoievski, de Chéjov. Leí Beckett. Una cantidad de autores que se me habían pasado. Pero cuando el postoperatorio se extendió mucho más de lo normal, por una infección, tuve una necesidad muy grande de evadirme. Allí enganché con la novela policial. Poco antes había conseguido una buena parte de la vieja colección Rastros, y la devoré. Después llegué a Buenos Aires y encontré El Club del Misterio en liquidación, a precios irrisorios, en el preciso momento en que me compraba cinco títulos y los leía a lo largo de la semana. Llegué al promedio de una novela policial por día, creo.

Mario Levrero
Entrevista con Elvio E. Gandolfo
La Razón, Montevideo, 12 de febrero de 1987

Foto: El primer transporte de prisioneros a Auschwitz en la estación de Tarnów
14 de junio de 1940


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