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La ley antitabaco: una visión particular

Por Somospsico

La ley antitabaco: una visión particular

Fumar es un placer. Al menos, eso dicen los que diariamente llenan sus pulmones de alquitrán y nicotina. Una situación estresante, un momento de relax, un hábito armonioso… cualquier motivo es bueno para ir en busca de un mechero y prender esa llama que nubla nuestra mente pero no nuestro ánimo, pues siempre estamos dispuestos a “soplar” y apartar esas ideas que tratan de imponernos respecto a los perjuicios que un cigarrillo ocasiona. ¿Quién eres tú para decirme el modo en el que debo acabar con mi vida?, piensas.

Y ahora, en este ambiente basado en el respeto a los que somos más de oxígeno, se decide crear una ley con enormes repercusiones económicas: la Ley Antitabaco. Grandes pérdidas para los comercios, necesidad de habilitar zonas al aire libre para fumadores, progresiva estigmatización de estas personas, etc. No es de extrañar que a uno se le quiten hasta las ganas de fumar.

Vayamos un poco más allá. En cierto modo, y aunque atente contra la libertad individual, es comprensible que ciertos sectores puedan aplaudir esta práctica. Tan libre eres tú de elegir tu destino como yo de preservarlo. Sin embargo, si nos ponemos en la piel de ese oficinista que emplea 8 horas en su trabajo con pequeños descansos de cinco minutos para salir, o de esa enfermera de hospital que ha de salir pitando desde la séptima planta hasta llegar a una calle en la que no haya parques para fumarse un cigarrillo, podemos preguntarnos: ¿no existe en esto también un punto negativo?

Ese malestar que sentimos al comer deprisa porque llegamos tarde a una cita, o al bebernos media botella de agua tras hacer ejercicio, ¿no aparecerá también en la ansiedad de un fumador por tener que llenar contrarreloj sus pulmones y su sangre de ese dulce veneno?

Quizá debiéramos plantearnos hasta qué punto puede llegar a ser destructiva esta ley, pues si mi cuerpo necesita X cantidad de una sustancia, X le voy a dar en el tiempo que tenga. En cierto modo, si buscamos que con ella también se beneficien los que fuman, quizá nos demos cuenta de lo equivocados que estábamos cuando dichas personas enciendan por la tarde los restantes cigarrillos a los que no les dio tiempo por la mañana.

Una última reflexión para terminar: ¿qué son mejores, los atracones en una persona con un trastorno alimentario o comer mal gradualmente? Aplíquenlo a los fumadores…

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foto|graur codrin


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