Revista Tecnología

La ley de Moore

Publicado el 08 enero 2015 por Instintobinario

Bueno, hoy voy a contaros algo que no es tan práctico como he venido haciendo hasta ahora. Os voy a hablar de la ley de Moore, algo que, aunque desconozca la inmensa mayoría de la gente, influye grandemente en nuestra vida diaria. Comencemos definiendo la susodicha ley de Moore.

¿Quién es ése tal Moore? Gordon E. Moore es el cofundador junto a Robert Noyce de la compañía fabricante de procesadores Intel. En el año 1965 se dio cuenta de que la tendencia de la tecnología por aquel entonces era de duplicar la potencia de los microprocesadores cada aproximadamente 2 años, y predijo que la tendencia se mantendría durante las siguientes dos décadas. Éste hecho llevó a la industria electrónica a trabajar en el diseño de máquinas más y más potentes cada día, de forma que la tendencia no e ha detenido del todo aún. También ha permitido tener programas capaces de realizar mayores funciones.

Gordon E. Moore

La ley de Moore dice así:

La densidad de transistores de un circuito eléctrico se duplica cada 18 meses aproximadamente.

Esto, tradúzcame por favor… Está bien dicho así no queda muy claro lo que se quiere decir, pero tranquilos, lo explico para los no-técnicos. Lo que viene a decirnos es que cada aproximadamente 18 meses (año y medio), el número de transistores que podemos integrar en un área se duplica debido a la disminución del tamaño de éstos. Los procesadores están fabricados como un circuito integrado compuesto por millones de transistores diminutos. De hecho se fabrican a un tamaño de entre 14 y 32 nanómetros (según modelo y tecnologías empleadas son los más comunes actualmente). Así pues, si la tecnología avanza y podemos fabricar transistores más pequeños, podremos tener más transistores dentro de cada procesador, partiendo de la base de que no aumentamos el tamaño del mismo por diversos problemas técnicos, podremos incorporar nuevas funcionalidades y circuitos que permitan realizar el trabajo de forma más rápida.

Os estaréis diciendo a éstas alturas: Todo esto está genial, pero, ¿en qué me ayuda a mí que los transistores sean más pequeños? La pregunta es normal y comprensible, y tiene una respuesta muy sencilla: La miniaturización de la tecnología no sólo ayuda a hacer procesadores más potentes, si no que permite crear nuevas plataformas con procesadores específicos para ellas que antes eran impensables. ¿Sabéis ya de que hablo? Evidentemente, de las tablets y los smartphones. Si los transistores no se hubiesen reducido de tamaño nunca habríamos podido llegar a tener dicha tecnología tan a nuestro alcance. Los procesadores que llevan éstos dispositivos se diseñan especialmente para ellos, cumpliendo con los requisitos que se exigen en éstas plataformas: bajo consumo energético, poca disipación de calor y rendimiento razonable.

Con un procesador igual a los de un ordenador portátil o, peor aún a los de un ordenador de sobre mesa, gastaríamos la batería de un teléfono en un periodo de entre media y una hora (aproximadamente), y eso a pesar de que hoy en día tienen funcionalidades que permiten ahorrar energía. Por no hablar del calor producido, los ordenadores de sobre mesa requieren de grandes ventiladores que disipen el calor que producen, pero en un smartphone no hay sitio para tales sistemas. Los ordenadores portátiles tampoco admiten éstos sistemas de ventilación enormes, pero sí que tienen otras alternativas que permiten tener procesadores con cierto grado elevado de rendimiento. Por éstos motivos, los procesadores de los smartphone y de las tablet no tienen el mismo rendimiento que los de los PCs, ya que están diseñados para la movilidad y no para trabajos demasiado exigentes.

Pero la mejora de los procesadores no es la única consecuencia de la ley de Moore. Si miras a tu alrededor verás muchos ejemplos de cosas que tienes a tu alcance gracias a ésta ley: tarjetas gráficas capaces de hacernos sentir que tenemos el mundo real dentro de nuestro ordenador, discos duros de estado sólido con una mayor fiabilidad y velocidad que los tradicionales mecánicos, televisiones ultrafinos, multitud de sensores de todo tipo, y un larguísimo etcétera que ha permitido la vida tal y como la conocemos: con la tecnología rodeándonos en cada rincón de nuestra vida.

 


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