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La Ley de Seguridad Ciudadana: El Terror preventivo ya está aquí

Por Peterpank @castguer
La  Ley de Seguridad Ciudadana: El Terror preventivo ya está aquí Jorge Fernández Díaz, católico próximo al Opus Dei, íntimo amigo del presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio Rouco Varela, y enemigo declarado del aborto y el matrimonio gay, milita en una orden consagrada a la "glorificación de la Cruz", la "difusión de la Fe" y la "defensa de la Santa Madre Iglesia". Fernández Díaz, fue investido caballero de la Sacra Orden Constantiniana en noviembre de 2008, siendo vicepresidente del Congreso, en la catedral castrense de Madrid. La ceremonia estuvo presidida por el infante Carlos de Borbón-Dos Sicilias, primo del rey Don Juan Carlos y gran maestre de la rama española de la orden.

La Ley de Seguridad Ciudadana es un lúgubre vástago del franquismo. Pretende silenciar a los ciudadanos y ciudadanas, propagando un terror preventivo, que recuerda las represalias del verano de 1936, cuando un grupo de generales desleales se rebelaron contra la Segunda República e iniciaron una guerra que costó al menos 600.000 víctimas. La Ley de Seguridad Ciudadana no es un texto democrático, sino el exabrupto de un fascismo que aún pisotea los restos de 200.000 desaparecidos, hombres y mujeres (a veces, adolescentes) enterrados en fosas comunes. La Ley de Seguridad Ciudadana agravia de nuevo a las víctimas de la dictadura, intentando intimidar a los que sueñan con otra España, sin niños malnutridos ni familias con los huesos estremecidos por el frío, porque no ya no pueden pagar los abusivos recibos de gas y electricidad. Es una ley tan mezquina y cruel como las cuchillas que el gobierno de Mariano Rajoy ha colocado en las fronteras de Ceuta y Melilla. Es una aberración jurídica, un ataque contra nuestra raquítica democracia, un sapo venenoso que fantasea con estadios de fútbol convertidos en campos de concentración y torturadores como Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, rompiendo los huesos de díscolos, perroflautas, rojo-separatistas y subversivos de cualquier pelaje.

Señor Fernández Díaz, dicen que es socio supernumerario del Opus Dei. Imagino, por tanto, que suscribe las frases de su fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer: "La intransigencia no es intransigencia a secas: es la santa intransigencia", "Obedecer... camino seguro. -Obedecer ciegamente al superior..., camino de santidad", "La guerra tiene una finalidad sobrenatural [...], tendremos, al final, que amarla, como el religioso debe amar sus disciplinas".

Se advierte el eco de estas sentencias en la Ley de Seguridad Ciudadana: santa intransigencia, obedecer ciegamente al superior o, como afirma Escrivá de Balaguer en otro lugar: "santa coacción". Señor Fernández Díaz, entiendo que atribuye a las nuevas prohibiciones una "finalidad sobrenatural", pues le ha declarado la guerra a los jóvenes, los parados, los estudiantes, los trabajadores, los inmigrantes y los desahuciados. Presumo que opina lo mismo que Monseñor Cipriani, Arzobispo de Lima y miembro del Opus Dei: "Los derechos humanos son una cojudez". Señor Fernández Díaz, creo que habría enviado a la cárcel a Ramón María del Valle-Inclán, que en Luces de bohemia aboga por una guillotina eléctrica en La Puerta del Sol y afirma que el consuelo de su vejez es "un patrono muerto al día; algunas veces, dos...". Imagino que es inútil explicar la diferencia entre realidad y ficción. Vallé-Inclán jamás hizo daño a nadie. En cambio, las cuchillas de Ceuta y Melilla ya han causado graves heridas a personas, cuyo único delito es huir de la guerra y la pobreza. Dado que su partido fue fundado por el Manuel Fraga, ministro franquista y responsable de crímenes contra la humanidad (Julián Grimau, Enrique Ruano, Masacre de Vitoria-Gasteiz, Montejurra), sospecho que coincide con Manuel González Capón, alcalde de Baralla por el PP, según el cual "quienes fueron condenados a muerte [durante el régimen de Franco] sería porque lo merecían". Al parecer, estas palabras no son apología del terrorismo o exaltación de un genocidio. De hecho, sus conmilitones de la calle Génova no sancionaron al regidor. Cada vez que le veo, señor Fernández Díaz, con mirada torva y su piel dura y correosa, semejante a la de un mastín napolitano, me pregunto cuál es su personaje histórico favorito. ¿Tal vez el general Severiano Martínez Anido, ministro de Primo de Rivera y Francisco Franco, que se hizo famoso por combatir al sindicalismo catalán con la aplicación de la ley de fugas? ¿Quizás el general Gonzalo Queipo de Llano, partidario de "crear una atmósfera de terror, [...] eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros"? ¿Acaso Carlos Arias Navarro, ministro, alcalde y Presidente del Gobierno con Franco, que se ganó el apodo de "El carnicero de Málaga" por su papel como fiscal en los consejos de guerra, logrando la ejecución de 4.300 rojos?

La Ley de Seguridad Ciudadana prohíbe manifestarse ante el Congreso, el Senado, los Parlamentos autonómicos y los altos tribunales. Si diputados, senadores y jueces no chapotearan en una charca de inmunda corrupción, mientras recortan derechos en educación y sanidad y ordenan el desahucio de las familias que no pueden afrontar su hipoteca, el pueblo no acudiría a la puerta de las instituciones, exigiendo justicia, solidaridad y algo de decencia.

La Ley de Seguridad Ciudadana prohíbe los escraches y la ocupación de sucursales bancarias. Si la banca no hubiera socializado sus pérdidas, recibiendo dinero público después de causar una pavorosa crisis con sus obscenas maniobras especulativas, nadie se plantearía ocupar sus sedes ni avergonzar a los políticos, con manifestaciones pacíficas en la puerta de sus hogares.

Los políticos duermen tranquilos y preparan su jubilación, asegurándose puestos como consejeros delegados de grandes empresas, mientras centenares de familias son arrojadas a la intemperie.

La Ley de Seguridad Ciudadana criminaliza a los que se niegan a identificarse, pero mira hacia otro lado cuando los antidisturbios esconden su número de placa. Prohíbe fotografiar, grabar y distribuir imágenes de la policía para evitar que el mundo se horrorice al contemplar sus excesos, casi siempre fruto de órdenes de políticos que hacen un uso ideológico de las Fuerzas de Seguridad del Estado.

Señor Fernández Díaz, ¿le suenan los nombres de Esther Quintana, Iñigo Cabacas y Consolación Baudín? ¿Ya no se podrá llamar ladrones, embusteros, truhanes, bellacos y demagogos a los políticos que cometen estafas o se burlan de los parados, utilizando el Congreso de los Diputados para soltar un indignante "que se jodan"? ¿Se prohibirá "La mala reputación", la famosa canción de Georges Brassens, que recomienda no colaborar con la policía: "Si en la calle corre un ladrón / Y a la zaga va un ricachón / Zancadilla doy al señor / Y aplastado el perseguidor"?

Ante una ley injusta, la desobediencia pacífica es la única opción ética. Es la hora de imitar a Rosa Parks o Martin Luther King. Ambos lucharon contra la discriminación racial y los dos pisaron la cárcel, donde les fotografiaron como a vulgares criminales. Cuando Luther King empezó a combatir la pobreza y la guerra imperialista en Vietnam, la prensa le acusó de comunista y un francotirador acabó con su vida. Todo indica que se trató de una conspiración del poder político y financiero.

La democracia se desprende de sus principios cuando alguien amenaza los intereses de los ricos y poderosos. La reforma del Código Penal impulsada por el ex ministro Alberto Ruiz-Gallardón es la hermana gemela de la Ley de Seguridad Ciudadana. Ambos textos compiten en arrogancia, arbitrariedad y desprecio por las libertades y los derechos de los ciudadanos y las ciudadanas.

Está claro que al señor Fernández Díaz no le agrada que la gente tenga su propia fe e intente vivir fuera del rebaño. No hace falta saber latín para anticipar cuál será el fin de los alborotadores y las escasas voces disidentes. Tal como van las cosas, no me parece una temeridad afirmar que retrocedemos hacia la España Negra y Eterna, simbolizada por el garrote vil, los espadones de gesto fiero y los obispos mitrados con los bolsillos llenos de dinero ajeno sirlado a almas cándidas e almas interesadas, con llamas de odio crepitando en sus ojos.

No me cuesta ningún esfuerzo imaginar al señor Fernández Díaz con el hábito de los dominicos, embriagado con el olor de la carne chamuscada y sonriendo con una expresión beatífica. Se describió al Gran Inquisidor Tomás de Torquemada como "martillo de herejes y luz de España". Creo que Torquemada deberá resignarse a compartir esas palabras con el señor Fernández Díaz, padre y valedor de la Ley de Seguridad Ciudadana, que nos hace menos libres y nos condena a vivir humillados y con miedo
Narbona

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PD: . Sin embargo la vida tiende al equilibrio, ya vendrá su momento y el de todo un régimen nacionalcatolicista compuesto de ladrones mendrugueros y asesinos vestidos de socialdemocracia europea y de una Iglesia rapiñera que justifica sus atrocidades.


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