Revista Opinión

La libertad como factor de la victoria

Publicado el 27 junio 2017 por Vigilis @vigilis
Hasta el siglo XVIII China fue el país más rico del mundo. Lo fue probablemente desde su primer periodo de unificación —con seguridad desde la dinastía Han— hasta los albores de la Edad Contemporánea, una época en la que ya no era raro encontrar occidentales en cualquier parte del planeta. Es importante recordar esto porque es una paradoja histórica (sobre todo desde el materialismo histórico). ¿Cómo es posible que la nación más poblada y más rica del mundo, sin enemigos que le tosieran a las puertas —los mongoles se achinaron— no impusiera su imagen y modos al resto del mundo?
La libertad como factor de la victoria
Debemos tener en cuenta un detalle: la preeminencia china, el poderío chino era tal que desarrolla un tipo de filosofía que les lleva a pensar que el resto del mundo no importa. Ellos son el Imperio del Centro, ellos son el mundo, más allá de sus fronteras no hay nada. Y eso acabó con ellos. China ya estaba condenada cuando los pérfidos ingleses les inundan con droga (opio. Por cierto, una operación bastante torpe que casi arrasa la economía inglesa).
Sin embargo es Occidente el que gana la preeminencia mundial —hoy sólo existe la civilización occidental, no hay otra— y por tanto es el único que lleva su imagen del mundo a todo el planeta. En un podcast en el que hablo de la excepcionalidad europea comento que si me ponen una pistola en la cabeza hay dos factores que explican la excepcionalidad europea u occidental: el descubrimiento de América y la revolución industrial inglesa. Sin duda hay más factores. Hay factores que no son tecnológicos sino ideológicos (por usar términos manejables).
De hecho uno de los factores ideológicos no lo tenemos en cuenta porque lo tenemos tan arraigado que no somos conscientes de que existe. Y es un factor que determina el éxito militar de Occidente tanto en el aspecto bélico per se como en el comercial (recordad que "los negocios son la guerra"). Comercio y guerra son fenómenos que se relacionan con la expansión de gente, bienes e ideas. Este factor es el de la libertad personal.
La libertad personal como factor de la victoria
Desde el inicio de la "historia continua" (aquella cuyos registros escritos se solapan y por tanto nos da una idea de continuidad) Occidente se distinguió de otras civilizaciones por cierta idea de la libertad personal o del espacio privado de la persona. Es evidente que esto no afectó a todos por igual: durante mucho tiempo hubo esclavitud en Occidente y después formas de servidumbre poco agradecidas, sin embargo la situación respecto a otras partes del mundo (donde alguna gente era más o menos libre) hacía de Europa un lugar especial (por supuesto que no existía ninguna idea de Europa, salvo si hablamos a partir de Carlomagno de la idea de "cristiandad" y sobre todo tras el cisma con la Iglesia de Oriente).

La libertad como factor de la victoria

«No te asustes, Bucéfalo, es tu propia sombra».

La idea de la libertad personal hacía que el soldado luchara por algo más que por seguir órdenes u obtener botín (que también era frecuente, ojo, pero eran añadidos o incentivos a mayores). Desde luego que el soldado no pensaba en la libertad tal como nos la planteamos hoy... salvo que estuviera a punto de morir.
Durante siglos cuando Occidente peleaba contra otra civilización ésta enviaba un ejército de mercenarios, esclavos o delincuentes. Sin embargo, desde los primeros conflictos (guerras médicas) en los ejércitos de Occidente había soldados que era hombres libres. Es decir, más allá de seguir un juramento, órdenes de su amo, perseguir botín o satisfacer su psicopatía, luchaban por ellos mismos y por su casa. Este fue un factor de la victoria.
Y añado: fue un factor de la victoria incomprensible para los demás. Nosotros no percibimos esto sin embargo esto cambió la idea del mundo y del hombre de otras civilizaciones.
Griegos
Siglo V a.C. Termópilas. Un ejército de unos 2.000 griegos se plantan ante el ejército persa (pongamos 200.000 tipos). Los griegos pierden, vaya que si pierden: tienen un 90% de bajas (una barbaridad que ha pasado muy poquitas veces hasta la época contemporánea) pero causan un 10% de bajas. Los persas ya avanzan con cuidado. Pueden pensar que el terreno daba una ventaja táctica a los griegos que en el futuro podría ser superada con números. Hay pequeñas batallas y los persas empiezan a enviar ofertas de paz a los griegos. En Anatolia había ciudades griegas que estaban bajo el dominio persa, ¿por qué no iban a poder anexionarse las de Grecia? Se pagan unos tributos, se hacen unas genuflexiones y aquí paz y después gloria. Los griegos dicen que no una y otra vez. Los persas alucinan. En Salamina el malvado ejército de Jerjes tiene que retirarse para no perder demasiadas naves y verse copados en tierra. En Platea los griegos ganan. Yo me imagino a los persas con sus barbas hipsters rascandose la cabeza y preguntándose qué diablos ha pasado. Aquello era incomprensible. Oleada tras oleada de esclavos los persas perdían a innumerables hombres. Su tecnología y su táctica era equivalente cuando no superior a la griega. Los persas no contaron con el factor de la victoria que sí tenían los griegos: cada encuentro era para los griegos una lucha a cara de perro por su vida, su casa y su familia. Cada batalla era un asunto personal.
Romanos
La libertad como factor de la victoria

Viajamos 250 años al futuro. Estamos en Cannas, Apulia, a la ribera del río Ofanto. La península Itálica es pasto del ejército de Aníbal. El Senado decide cambiar la (buena) estrategia de Fabio Máximo y hacer frente a Aníbal en una batalla decisiva (nota: esta es también una característica propia de la forma de hacer la guerra de Occidente: buscar la batalla decisiva que concluya con un claro ganador y un claro perdedor). La república romana reúne al mayor ejército que ha visto en su historia: 8 legiones romanas, 8 legiones de auxiliares y unos 6.000 elementos de caballería. En total 16 legiones manipulares (+80.000 soldados), con sus largas lanzas, al frente de las cuales se ponen los dos cónsules de la república.
Ante ellos tenemos al ejército de Aníbal, formado por una variopinta reunión de diversos elementos: tanto mercenarios de oriente como aliados de Cartago, mucho íbero por ahí, también númidas. En total son algo más de la mitad que los romanos. Aníbal comienza haciendo ver que quiere romper la línea romana por el centro. Los romanos aguantan. Mientras la lucha es encarnizada en el centro de los dos frentes, el ejército cartaginés va efectuando una maniobra de doble envolvente y rodeando a los romanos por los flancos. Los romanos no pudieron huir. Polibio nos cuenta que allí murieron 70.000.
La derrota de Cannas tiene varias consecuencias. En primer lugar existe una reacción de miedo justificado en la ciudad de Roma. Hay gente que abandona la ciudad: el ejército ha sido destruido y el camino está libre para que Aníbal tome la capital. «Con seguridad no hay otra nación que no hubiera sucumbido bajo el peso de tal calamidad», comentaría Tito Livio. En segundo lugar, hay ciudades italianas que le dan la espalda a Roma y dejan de ser sus aliadas para buscar un acuerdo con Cartago (otras ya lo habían hecho antes y se ahorraron muertes y robos). En tercer lugar, el rey de Macedonia se alia con los cartagineses. Los macedonios tenían una flota capaz de atacar a los aliados de los romanos en el Adriático y romper las líneas comerciales. Con este panorama, ¿qué creéis que hace Roma? ¿Rendirse?
No. Roma no se rinde. Roma fabrica barcos y recluta a ciudadanos sin mirar la clase social (el ejército romano era un ejército en el que el ciudadano se pagaba su impedimenta, cosa que limitaba el reclutamiento a gente con posibles). Durante los siguientes diez años se sucede la toma de Siracusa, el sometimiento y esclavitud de Capua (que habían cambiado de bando), varias victorias en Hispania, la alianza con ciudades griegas,... Los romanos cambian su estrategia y ahogan las líneas de suministros cartaginesas gracias a obtener la superioridad marítima. Veinte años de guerra terminan con una victoria decisiva romana. Sesenta años después Roma anexiona el territorio de sus enemigos y borra literalmente a Cartago del mapa.
En la Segunda Guerra Púnica los cartagineses lo tenían casi todo para vencer a Roma excepto una cosa: el factor de la victoria que no se ve.
Españoles
Viajamos ochocientos años al futuro. Los visigodos están en guerra civil y uno de los bandos se alía con una muchachada alegre y contumaz que ha logrado vencer en varias batallas al Imperio de Oriente. Arabia, Egipto, Siria y África forman parte de una cosa nueva que llaman califato. Estos fulanos llegan a España y hacen como los jubilados ingleses: se quedan. En poco tiempo, mediante dimitud y violencia se hacen con prácticamente toda la península y la incorporan al califato. Sus ejércitos de gente motivada alcanzan el corazón de Francia y pierden una batalla importante así que regresan a parapetarse tras los Pirineos, cadena montañiosa que hace de España una isla.
Los moros se plantean si continuar la guerra hacia el norte o no, pero allá arriba ya empieza a hacer demasiado frío y además España es lo bastante rica como para satisfacer a sus caudillos. También se daba el caso de que no tenían controlado completamente el territorio: en la costa cantábrica se había acumulado gente que huyó de su ataque y que acabaron por mezclarse con tipos levantiscos que vivían en las montañas. "Poca cosa" se dijeron y empezaron a construir una mezquita en Córdoba sobre la basílica de San Vicente (#neverforget). El caso es que cuando se vuelven a dar la vuelta para mirar qué estaban haciendo aquellos que llamaban gallegos y que nosotros conocemos como monarquía asturiana, se encuentran al rey de Asturias (Alfonso II) asaltando Lisboa. De hecho, a Alfonso II le gustaba tanto Lisboa que se queda allí diez años. Durante el siguiente siglo la frontera se estabilizará en el Duero y habrá un califato en Córdoba. El califato de Córdoba fue probablemente el país más rico de Europa Occidental mientras que el reino de León tuvo que inventarse desde cero mientras era atacado por moros y vikingos. Doscientos años después los españoles liberaban Sevilla de la esclavitud sarracena. El 2 de enero de 1492 desaparecía el reino de Granada.
La libertad como factor de la victoria

Recapitulo: unos tipos que están comiendo conejos y mofetas en el bosque comienzan lo que se convertirá en una guerra que dura ochocientos años contra una de las naciones más poderosas de su tiempo. Sí, las varias explosiones en reinos de taifas ayudaron pero no fueron determinantes, lo determinante fue el factor de la victoria. Algo que los cristianos tenían y los moros no.

Cristianismo y la forma de hacer la guerra
Quizás sea porque en Occidente hacemos la guerra hasta el final que somos muy dados desde antiguo a pensar mucho en que no hay que hacer la guerra. Puede que sea una suerte de "seguro antropológico" para evitar extinguirnos pero lo cierto es que tenemos entre nosotros desde hace mucho tiempo la idea de guerra justa. Se trata de algo que recoge Santo Tomás y que continuarán desarrollando los filósofos españoles del XVI.
En resumidas cuentas la guerra justa ha de cumplir con tres condiciones:
  1. Sólo el príncipe o la máxima autoridad puede declarar la guerra.
  2. La causa de la guerra debe limitarse al resarcimiento de la injuria, a la reparación de un mal o a la defensa ante la agresión.
  3. La intención de la guerra debe ser justa. Me explico: un príncipe (1) que declare una guerra de reconquista (2) no puede dedicarse a saquear a la población no combatiente o ensañarse una vez alcanzada la victoria.
Es curioso cómo la idea de la guerra justa ha tratado de justificar y frenar la veleidad bélica occidental. Combatientes que luchan —sin saberlo, quizás— por una idea de libertad inherente a la persona, por su casa, por su huerto. Que además luchan hasta el final, buscando una victoria decisiva que no deje lugar a dudas.
Durante mucho tiempo, el cristiano u occidental tiene muchos conflictos menores internamente pero presenta batalla mayor cuando el enemigo viene de fuera y le afecta en una cierta esfera privada. A ojos de mongoles, turcos, aztecas, incas o árabes, durante la Edad Media y parte de la Moderna el occidental tiene que ser visto por el no occidental como un bárbaro (de barbarie o barbaridad) ávido de sangre cuyas acciones son imposibles de explicar. Normalmente los imperios no occidentales con política expansiva se expandían las más de las veces llegando a acuerdos de vasallaje o de pago de tributos.
La libertad como factor de la victoria

Históricamente encontramos gran mestizaje en los imperios no occidentales precisamente por esta forma de expandirse. Con la excepción de ese Problema Fuera de Contexto que fue descubrir un nuevo planeta en 1492 habitado por gente que no es mencionada en la Biblia, el imperio occidental si se expande por conquista no busca tributarios ni componendas. Y si es injuriado lucha hasta el final. Insisto: esto no lo hizo nadie más en la historia.
Mi punto —y con esto termino, ya que he abusado de vuestra indulgencia— es que en nuestra historia pudo haber operado una suerte de "arma invisible" que distinguiera al Occidente cristiano del resto de civilizaciones y que explicara al menos en parte que nosotros acabáramos por dominar el planeta. Este factor de la victoria en la Época Contemporánea sería la causa de que las guerras entre países occidentales industriales sean especialmente sangrientas (y de que las tiranías siempre pierdan). Más aún: explicaría por qué es extraño que dos democracias occidentales entren en guerra entre sí: el ciudadano libre es el guerrero más temible, sanguinario y chiflado de la historia.

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