Revista Viajes

La locura del vino, es genial...

Por Enodestino
"...Profundos goces del vino, ¿quién no os ha conocido? Cualquiera que haya tenido un remordimiento que sosegar, un recuerdo que evocar, un dolor que ahogar, un castillo que construir en España, os han invocado, dios misterioso oculto en las fibras de la viña. ¡Qué grandes son los espectáculos del vino iluminados por el sol interior. ¡Qué verídica y ardiente es esa segunda juventud que extrae el hombre de él! Pero cuán temibles son también sus voluptuosidades fulminantes y sus irritantes encantos. Y sin embargo, decid, con vuestra alma y conciencia, jueces, legisladores, hombres de mundo, vosotros que la dicha os vuelve suaves, a quienes la suerte fácilmente vuelve virtuosos y sanos, decid, ¿quién de vosotros tendrá el valor despiadado de condenar al hombre que bebe genio?Por otro lado, el vino no es siempre ese terrible luchador seguro de su victoria y que ha jurado mostrarse sin piedad y sin misericordia. El vino es semejante al hombre: nunca se ha de saber hasta qué punto es posible estimarlo o despreciarlo, amarlo u odiarlo, y de cuántas acciones excelsas o monstruosas fechorías es capaz. Así pues, no seamos más crueles con él que con nosotros mismos y tratémosle como un igual.A veces me parece que oigo al vino decir (habla con su alma, con esa voz de las almas que sólo es escuchada por los espíritus): “Hombre, mi bien amado, a pesar de mi prisión de vidrio y de mis cerrojos de corcho, quiero hacer crecer hacia tí un canto lleno de fraternidad, un canto lleno de júbilo, luz y esperanza. No he de ser ingrato; sé que te debo la vida. Conozco el precio de tu trabajo y del sol sobre tus espaldas. Me has dado la vida, te recompensaré. Te pagaré mi deuda suficientemente, pues siento una dicha extraordinaria cuando caigo en el fondo de una garganta sedienta por el trabajo. El pecho de un hombre decente es una estancia de mayor agrado que esas cavas melancólicas e insensibles. Es una tumba alegre donde, entusiasmado, cumplo con mi destino. Causo un trastorno en el estómago del trabajador, y de ahí, por unas invisibles escaleras, asciendo a su cerebro, donde ejecuto mi danza suprema. ..."Bodelaire

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