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“LA MALA COSTUMBRE” de Alana S. Portero

Publicado el 22 abril 2024 por Marianleemaslibros

   Pasaje destacadoPortada de la novela La mala costumbre de Alana S. Portero, Editorial Seix Barral"Junto a las mujeres de mi familia o de mi bloque, también con las compañeras de la escuela, el tiempo se dilataba como si lo bañase en agua caliente. No podía ser una de ellas, no podía tocar esa vida, pero sí atesorar lo que sin pretenderlo me enseñaban. Un traje de feminidad hecho a escondidas y a mi medida.
Absorbía la energía que creía percibir cuando las mujeres estaban reunidas, sin hombres. Me quedaba a soñar en ella, me producía cosquilleos y una sensación de paz que no encontraba en ningún otro sitio. El tiempo con los hombres de la familia me enfriaba por dentro y me mantenía en tensión".

“LA MALA COSTUMBRE”  de Alana S. PorteroAlana S. Portero (Madrid, 1978) es poeta, dramaturga y directora escénica, Licenciada en Historia y especializada en Historia Medieval, ha escrito diversos libros de poemas, así como una obra de teatro, “Música silenciosa” (2008), además de haber colaborado en numerosas antologías. Portero también escribe sobre cultura, feminismo y activismo LGTB enfocándose concretamente en la realidad de las mujeres trans y por ello ha recibido el "Reconocimiento Arcoíris" (2023) del Ministerio de Igualdad por "dar visibilidad a las mujeres trans en todo su trabajo” y muy específicamente en esta, su primera y única novela, publicada en mayo de 2023, "La mala costumbre". 
"La mala costumbre" ha cosechado diversos Premios literarios: Premio TTL 'Javier Morote' como autora revelación (Seix Barral, 2024), el Premio Cálamo 2023 (mejor libro del año) y el Premio Openbank de Literatura by Vanity Fair como mejor obra de ficción en lengua española de 2023. Y también fue nominada al "Premio Les Inrockuptibles" (publicación extranjera, 2023) 
Los puntos fuertes de la novela
✔ La trama: la historia nos cuenta las andanzas de una niña metida en un cuerpo extraño que no siente como suyo, el de un niño, “Alejandro que no quiere ser Alejandro”, el cual ya desde muy pequeño con tan solo cuatro o cinco años, empezó a intuir que algo era diferente en él, a ser consciente de esa desconexión entre su cuerpo y su mente. La niña crece sola “Todas las niñas trans crecemos solas”, escuchando todo tipo de barbaridades en bocas adultas, de padres, de vecinos, todo tipo de sentencias sobre las personas con orientaciones sexuales y personalidades distintas, frases que quedan ancladas de forma permanente en su cabeza. 
Los adultos discutían con toda normalidad si era peor tener un hijo drogadicto o maricón. Del sida también se hablaba aquí y allá, continuamente, transitando entre el asco, la crueldad, la vergüenza y la pena en cada conversación, vaticinando sentencias de muerte y soledades a quien lo padeciese.

Un largo y tortuoso camino que la niña/adolescente/joven mujer deberá emprender, una senda de infinitas dudas, inoportunos baches, unos cuantos tropezones y caídas, un recorrido que la conduce hacia una serie de mujeres iguales que ella con las que se sentirá identificada, mujeres valientes, con las ideas claras que la ayudan a abrir los ojos, la acompañan y orientan en su trayecto. Una piña de amigas que la arropan con su sabiduría, su comprensión, amigas-hermanas-madre con las que “Alejandro que no quiere ser Alejandro”, se desprende de su máscara, se sincera y se abre en canal.
✔ La ambientación: ambientada en Madrid, años 80-90, con la Ley de peligrosidad social promulgada durante el franquismo aún en vigor, a flor de piel y campando totalmente a sus anchas. Madrid y sus bajos fondos, los pocos barrios donde ya se husmeaba la libertad, las calles donde nuestra protagonista podía sacar la cabeza, coger aire y respirar, ser y sentirse ella misma, son también protagonistas. Chueca, Malasaña, Villaverde, y sobre todo el Barrio de San Blas donde vive, crece y sufre "Alejandro que no quiere ser Alejandro", la calle Ballesta, Hortaleza, Desengaño, Montera, Pelayo, la Plaza de la Luna, los madrileños las conocemos bien, todas. La autora consigue colarse de forma magistral en las grietas, en los entresijos de la ciudad y además sabe retratar muy bien el ruidoso barrio obrero de San Blas, su sonido tal cual lo imaginamos en aquella época, con las voces de los vecinos saludando gritando desde las ventanas y la radio a un volumen perpetuamente alto, voces humanas como sonido de fondo.
✔ Los personajes: "Alejandro que no quiere ser Alejandro, es el principal y todo gira en torno a él, mejor dicho, a ella, a esa chiquilla que creció pegadita a las mujeres de su entorno porque entre ellas era donde se encontraba cómoda, porque sentía/presentía que ese era su mundo. Somos testigos de su doble vida, la del día, con su máscara puesta fingiendo ilusión y hombría para poder sobrevivir a la hostilidad, haciendo cosas que no quiere hacer, sintiéndose como no se quiere sentir, desdichada, incomprendida, sin un futuro halagüeño ni prometedor, con la culpa, el auto desprecio y el miedo al rechazo a cuestas por no ser capaz de aceptar su verdadera identidad. La vida de la niña/adolescente/joven mujer ocultando su ser “torcido” para evadirse de los prejuicios sociales.
Una parte fundamental de la estrategia de construcción de mi armario consistía en aparentar desgana ante cosas que estaba loca por hacer pero que, de hacerlas con entusiasmo, desvelarían una naturaleza no especialmente masculina. Lo primero que una niña trans aprende cuando el entorno es hostil a su causa, antes incluso de saber que lo es, cuando todo son intuiciones, es a controlar la ilusión, o a fingirla hasta que casi ni ella misma sabe cuándo es cierta y cuándo no. La construcción del binarismo era feroz en ese inicio de década. La pompa andrógina de los ochenta solo fue un espejismo para activar nuestros deseos y hacer nuestros anhelos más dolorosos por tenerlos tan presentes y tan lejanos.

Y la de la chica maquillada que sale por las noches con sus botas o tacones haciendo lo que de verdad le gusta, siendo y sintiéndose mujer, completa, feliz, una joven mujer cuyo único fin en la vida es ser ella misma y mostrarse al mundo como a ella le gustaría mostrarse.
Los secundarios son también magníficos e imprescindibles para la evolución personal de la protagonista: desde Jay, su primer amor, sus padres bastante abiertos para la época que intentan entenderla apoyarla y protegerla como saben y como pueden, así como su hermano Darío. 
Mi padre había sido siempre un protector nato, mi madre también, solo que ella lo hacía de forma más aparatosa, como una felina grande y ruidosa capaz de morder al cielo para aislarnos de todo lo malo. Mi padre, aunque pequeño de tamaño, siempre tuvo el aplomo de un gran paquidermo, era un muro entre nosotros y lo que nos amenazase.

Y por supuesto esas mujeres tan influyentes, vecinas y amigas, algunas verdaderos oráculos que entran en su vida intentando reconducirla por el buen camino, su camino, y le abren las ventanas, las puertas de sus vidas permitiéndole la entrada sin reservas ni condiciones: Margarita, la vecina trans a la que en un principio odió por ser la primera toma de contacto con su realidad, la proyección de su yo adulta en el futuro, pero que después admiró y a la larga adquirió un papel muy importante en su proceso. Y es que Margarita fue desde que ella tuvo uso de razón, como una punzada de realidad llamando a su puerta, la confirmación de lo que por aquel entonces no quería ver ni saber.
Que Margarita era trans, claro, lo supe muy pronto, me lo explicó mi padre con palabras amables pero bruscas, sin pretender hacer daño o insultar, cosa que me reconfortó en algún rincón sensible del corazón y que supe apreciar mucho más tarde. Mi padre era así. Sin muchos rodeos siempre nos decía la verdad y consideraba que teníamos derecho a que se nos respondiesen las preguntas. Para ser un hombre nacido en los años del silencio era desprejuiciado y, a su manera limitada por el entorno, la época y su propia educación, bastante abierto de mente. Menos cerril de lo que se esperaría de un hombre en sus circunstancias.

● La bruja del final de la calle, María La Peluca, una mujer diminuta pero supuestamente temible que se tildaba de hechicera, y que hasta los hombres la temían porque se hacía respetar. La mujer que inspiró sus primeros pasos de niña-travesti.
Me enloquecía cruzarme con ella y respirar hondísimo su olor, era como esnifar polillas. Se suponía que debía darme miedo, pero me enternecía su aspecto, el trazo irregular y temblón de su línea de ojos y sus labios mal pintados, me recordaban a mis maquillajes clandestinos de por entonces, los que me hacía a toda prisa en el baño de mi abuela con la habilidad de una criatura de cinco años no especialmente dotada para la pincelada limpia.

Eugenia la Moraíta, la primera persona con la que se topó en sus andanzas nocturnas que supo comprenderla, a la que le contaba todo porque sabía escucharla y aconsejarla. La Moraíta a su vez la adoptó y desempeñó el papel de madre trans, superiora travesti, surgiendo entre ellas un vínculo de complicidad entrañable y especial.
Con esa mirada esquinada suya, detectaba almas en pena, tristezas y melancolías como una zahorí de la soledad. Una de esas figuras maternales sabias, una madrina de las que transmiten aprendizajes importantes que se recuerdan toda la vida. Una mujer de la que aprender sin tener que hacerlo a escondidas.

Además la introdujo en el grupo de Las Moiras, su círculo de amigas íntimas: a través de interminables charlas, risas y vivencias compartidas con Eugenia, Raquel “La Cartier” y Paula "La chinchilla", sintió que igual podría desprenderse de la máscara, encontrar las fuerzas para mostrarse al mundo y salir de su armario 
✔ La historia y la prosa: la historia es dura a la vez que tierna y entrañable, el lector la vive junto a esa niña/adolescente/joven mujer, “Alejandro que no quiere ser Alejandro”, y asiste de primera mano a su evolución, se impregna de su sufrimiento, de su angustia y siente con ella la injusticia de las agresiones sufridas, las violencias físicas y psicológicas padecidas. A través de una historia muy bien contada, la autora nos retrata el Madrid del momento en cuanto al mundo de la homosexualidad y de la transexualidad se refiere, el ambiente que se respiraba, con su droga, su delincuencia y prostitución incluidas. Escrita en primera persona del singular y con unos diálogos brillantes y muy interesantes, se nos dibuja el contexto de la historia, entendemos y empatizamos perfectamente con el personaje y con sus grandes amigas. Ayuda mucho el toque humorístico que lo impregna todo, y que hace más liviana la dureza, tanto la flotante superficial que se lee en forma de palabras, frases, párrafos, como la sumergida en las emociones, sentimientos, vivencias de la protagonista y que puedes fácilmente imaginar e idear en tu cabeza. La forma como está narrada te envuelve, emociona, seduce, así como ese toque poético de su prosa, mirad:
Me miró desde esa quietud de tejido muerto que la acompañaba. Presente y ausente a la vez. Como miraría la cabeza de un animal asesinado desde la pared del cazador. Con el rencor y la paciencia vítrea de quien espera paciente al otro lado del velo de la vida y que, aunque en este plano se debilita, se hace fuerte en el más allá y casi domina su existencia espectral.

✔ Respecto al título: en el libro aparece solo dos veces la frase "la mala costumbre": la mala costumbre de "llorar por todo", y la de "llorar a solas", pero entiendo dándole alguna que otra vuelta, que hay mas “malas costumbres” encubiertas en el texto y en los comportamientos de los personajes que le han valido para el título a la autora: se me ocurren, la mala costumbre de “no aceptarnos como somos”, de “no aceptar a los demás como son y quieren ser” de “tener prejuicios contra las personas que son distintas a nosotros en cualquier aspecto”, de “discriminar a las personas LGTBI ”, etc
La música y los artistas de la época adquiere un papel destacado en la novela, en la vida de la niña con un parche en el ojo que a los nueve años ya sabía cantar boleros y bailaba a todas horas las canciones de Raffaella Carrà, Irene Cara y Bonnie Tyler. También andan por ahí la Pantoja, la Jurado, los Panchos, Camilo Sesto, etc. 
En casa sonaba la radio a buen volumen, ese año ponían a Rick Astley, a Whitney, a Radio Futura y reinaban los U2.

La música también es y fue muy importante para Alana Portero, podemos intuirlo en el texto y la historia, en esas pinceladas que nos muestra de la cultura pop asociada a lo LGTBI de aquellos años con Madonna, David Bowie, Boy George. Como ella misma nos dice “Para mí la cultura pop fue un santoral, figuras a las que me encomendaba de alguna manera, y eso azuzaba mis ganas de crear”✔ Curiosidades varias:¿Cuánto hay de la autora en la historia que se nos cuenta? Parece que bastante porque, aunque no es autobiográfica, muchas similitudes y experiencias vividas sí quedan reflejadas en la novela: Alana Portero también es una mujer trans que creció en el barrio de San Blas y empezó a salir por Chueca a los 15 años (a principio de los noventa): "Yo sabía que había por aquí mariconeo y salí a buscarlo. Estaba muy asustada pero era muy valiente. Yo conocí esa Chueca que a la gente le daba miedo, la Chueca de los yonkis, de las putas, de que te roban."
En sus primeras andanzas conoció a unas cuantas travestis que trabajaban en la noche madrileña con las que hizo muy buenas migas. Por primera vez, ambas, autora y personaje, se sintieron queridas, acogidas, entendidas y arropadas por esas mujeres que la ayudaron a convertirse en quien ella ya era aún sin saberlo: “Hay muchas cosas de mi propio relato, mi propia vida, pero también otras que tienen que ver con otras mujeres trans que he conocido e incorporé sus vivencias, me ayudaron a construir ese laberinto de posibilidades que es la novela”.La cubierta de la novela ha sido diseñada por Roberta Marrero, uno de los referentes culturales de nuestro país, artista poeta y mujer trans canaria a la que Alana admira mucho. La imagen representa la estampita de Santo Domingo Savio alumno de San Juan Bosco, el niño que quería ser santo y que murió muy joven sin haber cumplido los quince años.
La escritora afirma con su novela querer rendir homenaje “a una generación de mujeres que es, con diferencia, la más maltratada de la historia reciente de este país”, porque “conocer la historia de estas mujeres es probablemente lo más enriquecedor que le puede pasar a una vida, seas quien seas, vengas de donde vengas. La historia de este país no está completa sin ellas, la historia del feminismo no está completa sin ellas”
✔ Temas que se tocan: la transexualidad en el Madrid de los ochenta, la transfobia y la violencia machista y transgénero, física y psicológica, en una sociedad que no acepta a los que son diferentes, las cargas y miedos que se van acumulando durante el crecimiento de un niño a través de lo que oye, vive y ve, la búsqueda de identidad propia, la sororidad femenina en este caso entre mujeres trans.
Resumiendo:“La mala costumbre” es una novela fascinante de crecimiento y aprendizaje que nos narra de primera mano el sufrimiento que produce nacer en un cuerpo equivocado, lo que supone vivir en un caer y levantarse constante, entre preguntas sin respuestas y miedo perpetuo a mostrarse diferente, al rechazo. Una historia profunda que se tambalea entre la dureza y la ternura, pero que sobre todo transmite mucha emoción
Antes de definirte tú misma, los demás te dibujaban los contornos con sus prejuicios y sus violencias.

¿Os recomiendo esta novela? Por supuesto, por varios motivos: por todos los puntos destacables que os he contado arriba, pero también porque considero que es una historia universal que tendría que leer todo el mundo, sin prejuicios, con la mente abierta, aunque si no se tiene pues también, porque seguro que ayuda a abrirla. Y porque es bueno dar visibilidad a estos temas ya que, aunque se podría pensar que en la lucha del colectivo LGTBI ya está todo conseguido, pues nada más lejos de la realidad, en estos tiempos que corren de retrocesos, de pasos atrás agigantados debido sobre todo al auge de la extrema derecha en nuestro país y en muchos países del mundo. 
Ya tenía esta novela entre ceja y ceja desde hacía tiempo, pero la reseña de Rosa en su blog fue lo que nos animó definitivamente a Mariana, del blog Los libros de Mava y a mí a leerla de forma conjunta para nuestro Club de Lectura Mavamar. Si os apetece o tenéis curiosidad por saber si ella ha disfrutado la novela tanto como yo, podéis hacerle una visita y leer su reseña AQUÍ, seguro que no os arrepentiréis. 
Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: 
“LA MALA COSTUMBRE”  de Alana S. Portero

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