Revista Cultura y Ocio

“La marca del agua”, de Montserrat Iglesias

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«No es que no vea cada día el avance del agua, pero esas primeras horas son el peor momento para contemplarlo. Cuando le da la luz, el agua aún espejea y parece menos muerta; pero cuando ya la luna ha desaparecido y el sol todavía no ha asomado por los cortados del este, la lámina del agua no puede brillar, es una capa inmóvil, estancada, y el pantano parece aún más un monstruo quieto que se traga las casas, las tierras, las vidas y hasta los muertos…»

“La marca del agua”, de Montserrat IglesiasReseña escrita por Maudy Ventosa.

La Editorial Lumen/Narrativa –Penguin Random House Grupo Editorial–, acaba de publicar la primera novela larga de Montserrat Iglesias, La marca del agua.

Una novela impactante por la belleza, el realismo y la tristeza que la impregna; el dolor de una España muy cercana en el tiempo que obligó al desarraigo de muchas personas que vieron como el pueblo donde nacieron era inundado por las aguas del progreso. Perdieron sus raíces y, en esta historia, hasta sus muertos. Incluso Noble sabe que el agua no es un problema. Son los de fuera los que han convencido a todos de que hay que cercarla como a las gallinas para que no nos dé mal vivir… Vista a través de sus ojos, es tan clara, tan fría, tan suya que ha nacido para no estar sujeta.

“La marca del agua”, de Montserrat Iglesias

Cubierta de ‘La marca del agua’

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Cubierta de ‘La marca del agua’

¿Es una voz poderosa la de Montserrat Iglesias? Sin duda, porque su manera de narrar es impresionante, deliciosa, directa, dura y exacta; conoce muy bien el lenguaje que se utilizaba en los pueblos; es el lenguaje rico y preciso de la gente del campo que sabía cómo se llamaban todas las cosas aunque apenas supiera leer; que me retrotrae a mi pequeño pueblo castellano –candil, despensa, machón, zangolotino, perneras…–; que despierta los sentidos por las descripciones que hace de las hoces, de las cortadas, de los buitres, del parto de la oveja…. Tremendamente sensorial porque te hace percibir la hierba, como una enorme alfombra recién nacida; darte cuenta de que el páramo semeja un mantel gigante a cuadros verdes y marrones con alguna mancha oscura; los árboles están reventando de cagurrias y la tierra tan verde y morada que parece que es el color el que huele a espliego; y el olor… en el campo lo tapa todo el incienso verde de la encina y el tomillo…La percepción es subjetiva,porque Marcos ve las hoces como son, el único lugar en el mundo en el que la mentira no tiene grieta en la que ocultarse, mientras que para su madre tan solo son rocas secas.

«Una nueva y poderosa voz. Una novela sobre nuestro pasado»

Es una novela de sentimientos: rabia, dolor, resignación, impotencia; el coraje del agravio; el amargor que provoca la nostalgia; el sentirse desterrados; la desgana que estimula la melancolía… Pone en evidencia las cuentas pendientes que siempre hay en un pueblo, las envidias, las habladurías, los cuchicheos de los vecinos; como los caciques siempre roban si la ocasión se presenta, no solo aprovechando la desgracia, sino también la buena fe del otro. En las ganas de salir del terruño se esconde lo que significa progresar, porque quieren marcharse los que tienen sueños. Como Sara, que siempre se quiso ir del pueblo, pero sus sueños los mata la ambición de una madre que solo quiere para ella una buena boda con alguien que no sea de aquí… es posible que sea la única manera de que eso la reconcilie con el pasado.

«Una historia que da voz a los que la perdieron y sentido a su emoción desde la literatura. Una novela muy especial.»
[Julio Llamazares]

Todo transcurre en una mañana. Marcos recorre el camino que va al pueblo nuevo con Noble, el mejor animal que ha tenido y con Sara en el carro, muerta, envuelta en la colcha que ella misma bordó para su ajuar. Sobrevolando, los acompañan los buitres, que son los únicos que de verdad saben su nombre. Y ese camino se llena de recuerdos y de la historia de un hombre que aprendió a escuchar, a mirar, a entender cuando nació su hermana que lo llenó todo; es el desgarro de Marcos por quererla con el alma y las tripas, por un amor que le ha llenado la vida y porque Sara nunca lo eligió a él que la ha dado todo, dolor porque le gusten más los de fuera que él, por ti había roto las bridas que me unían a madre… dejó de querer a todos para quererla solo a ella. Él la perdona, pero pide a Dios que no lo haga. Y recuerda que a veces le dice a la Vitoria que quiere demasiado a Juan y ella le contesta que no, que nunca se quiere demasiado a nadie. Pero sabe que eso es mentira.

Absolutamente estremecida y emocionada, con el estómago encogido porque sientes el dolor de Marcos, de Gabriel, de Sara…; y el amor de Marcos, de Gabriel, de Sara, de la Vitoria… Una mañana; todo transcurre en una mañana cuando el agua ya ha llegado a la marca de la piedra, cuando no hay vuelta atrás y cuando no solo abandonan el pueblo, sino también a los muertos que no tienen cabida en el pueblo nuevo. Una historia tan perfectamente enlazada que la autora no necesita acabar un capítulo para que el tiempo de la narración sea otro; no despista al lector porque ya lo tiene dentro y porque ha conseguido enredarle de tal manera que no podrá dejar el libro.

“No se trata de que un sitio te pertenezca, sino de ser parte de ese sitio. De que ese sitio te diga: “Tú eres mío”.

Montserrat Iglesias, a la altura de los mejores.

Personajes:

  • Marcos, el narrador. El mudo, el metido pa´dentro. Es rubio, pero parece mayor. Siente que es un fraude. Su mujer le dice que no es listo. Sigue siendo un niño de ciudad a pesar de sus treinta años. Tiene un rebaño de ovejas y piensa atender también las tierras que ha comprado.
  • Don Rufino Fonseca, párroco de Hontanar, no es un cura muy leído. Nunca está ni donde debe ni donde se le espera. Nunca está a tiempo, será porque no lleva reloj. De barba encanecida, larga y poblada. Cipri, el ama dice que no está bien, que está perdiendo el oremus.
  • Noble, un caballo al que le gusta mirar; es un macho joven y fuerte que quiere sentirse útil.
  • La Vitoria, la mujer que cree que no le han dado su sitio en la casa porque su habitación está en la planta baja, cerca del corral y los animales. Su cuerpo es sólido y prieto, como la tierra buena.
  • Sara, la hermana. Cuando se desvela, se levanta a coser. Y ya ha terminado la colcha, los últimos flecos. Ahora pesa mucho más que un sueño. Alta y morena, como madre. Siempre ha confiado en Marcos, aunque obedeciera a madre. Tiene una larga trenza negra. Quería ser maestra. En el sanatorio de Madrid la trataban como a una loca cuando solo era desgana… Desprende luz, pero solo quiere salir de aquí.
  • Madre, María Valle, viuda de Cristóbal y dueña de la fonda, que disfruta viendo sufrir a Vitoria. Se equivoca en todo excepto cuando se trata de dinero. Es muy viva. No es guapa ni fea, es una madre. Alta y morena. Sabe de modales sociales, de telas, de sombreros. Se hizo lista cuando volvió al pueblo. Tiene criterio.
  • Gabriel de los Cobos, se ha comprometido con Sara. Es todo un ingeniero. Lo anunciaron los rumores, el retrato de la escuela… Es un buen mozo. Seguro y bien plantado. Madre alemana y padre segoviano. Era capaz de pintar la pena de Sara sin haberla visto. No sabe que ha estado queriendo a una mujer que está de retorno.
  • Y Cristóbal, rubio, como Marcos: para madre era solo Cristóbal, para Marcos el tío Cristóbal, para la Patro –blanca y seca y que olía a sudor viejo– don Cristóbal. Era parte de la casa de Madrid solo por las tardes, cuando llegaba a la casa de María Valle; y Juan, el hijo de Marcos y Vitoria, pajizo y blanco, como su padre. Es listo, muy pronto le enseñó a leer su tía. Y el tío Joaquín y la tía Aquilina; y Basilio, el Herrero que se desdice de su apodo de Cantamañanas, que dice que este pueblo de cobardes merece que lo ahoguen después del asesinato de su padre. Y los Corrales, a los que siempre se les ha dejado hacer, como si cada tajada que cortasen se saliera de nuestras costillas. El Satur, que tiene unas orejas que solo se las pone coloradas Gabriel; y Justo Gil… y las ovejas, y los buitres, y los cortados. Y el agua, que lo va a cubrir todo… Hasta a los muertos.

Sinopsis.
19 de abril de 1950. El agua ya ha alcanzado la piedra que sirve de testigo: en menos de diez días Hontanar desaparecerá para siempre inundado por el pantano. Todos están celebrando la inauguración del pueblo nuevo, solo quedan allí los hermanos Cristóbal. Pero un suceso terrible les obliga a emprender precipitadamente el viaje: Marcos descubre a su hermana Sara colgada de un machón de la cuadra. Envuelta en la colcha que bordó durante años para un ajuar que ya nunca será utilizado y oculta entre sacos de patatas, Sara recorre ese camino en el carro de su hermano. Después de todo, siempre quiso irse del pueblo.

Durante el trayecto por un territorio que es ya un páramo, Marcos recuerda la historia de la familia, sus sombras y silencios: la llegada siendo unos niños cuyo origen su madre quiso esconder, los deseos de Sara por construirse una vida propia, la obsesión de la madre por el pretendiente perfecto que le procurase una buena boda, los sentimientos e impulsos no confesados, las traiciones y la relación con el ingeniero falangista encargado de las obras del pantano…

Lee y disfruta de un fragmento de la novela.

La autora:“La marca del agua”, de Montserrat Iglesias
Montserrat Iglesias (Madrid, 1976) es licenciada en Periodismo y Filología Hispánica, y profesora de Lengua y Literatura en Secundaria. Ha publicado artículos y crítica literaria en diferentes revistas. En 2019 consiguió una beca para el máster de Narrativa de la Escuela de Escritores y ganó el I Premio Alma Negra Ediciones por su novela corta El terraplén. Lectora compulsiva desde los seis años, La marca del agua es su primera novela larga.

El libro:
La marca del agua ha sido publicado por la Editorial Lumen en su Colección Narrativa. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 272 páginas.

Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.

Como complemento pongo el vídeo de la presentación de “La marca del agua” de Montserrat Iglesias en conversación con Julio Llamazares.


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